𝖈𝖎𝖓𝖖𝖚𝖊.

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John llegó a Hollywood sobre las once de la mañana, exactamente dos horas tarde. Parecía que el concierto donde Roger lo habia invitado, ya había terminado. Había un par de jóvenes protestando y Roger estudiando que hacían los muchachos.

Ni rastro de Brian.

Se habría ido a casa. Seguro que Roger habría insistido en esperarlo. Él era así. Y claro, Brian se habría ido enfadado. ¿Habrían incluso discutido con un poco de suerte?

John había llegado tarde adrede, por supuesto. Lo tenía tan pensado que se había despertado a las seis de la mañana y, como no podía volverse a dormir, se había duchado y se había vestido.

A las siete, ya estaba en el coche dando vueltas a la ciudad. Se había parado un par de veces a tomar té con el único propósito de llegar todavía más tarde.

Su objetivo había sido no llegar, pero parecía que se había librado también de ver a Brian. Tanto mejor.

Lo único que esperaba era que Roger no se hubiera enfadado con el. Como si hubiera detectado su presencia, levantó la mirada y sonrió al verlo.

John frenó el paso. La verdad era que tenía una sonrisa maravillosa. Deslizó la mirada hasta su pecho, bien marcado por la camiseta de deporte. Desde luego, aquellos hombros no eran producto de las hombreras.

¿Quién iba a decir que Roger tenía aquellas nalgas tan prietas y aquel frontal tan... respetable?

-John.

Se sorprendió al ver que se había quedado mirando sus pantalones de deporte como un tonto.

-Ah, sí... Estaba mirando tus pantalones porque... son de spandex, ¿no?

-No tengo ni idea-contestó Roger- Mira la etiqueta a ver qué pone.

Lo había dicho con total naturalidad, como si hacer aquello fuera lo más normal del mundo. Tal vez lo fuera. Desde luego, dos años atrás, antes de que se fuera a Nueva York y a Europa, lo habría sido.

Entonces, habría mirado la etiqueta sin problema... ¿o no? No lo sabía. El último mes se había dado cuenta de que... Oh, Dios, no sabía de qué se había dado cuenta, ya no estaba seguro de nada.

Lo que sí tenía claro era que se sentía raro con él desde que lo había vuelto a ver y más desde el día anterior en el laberinto.

No le gustaba aquella sensación. Tenía que deshacerse de ella, así que decidió que la única manera de conseguirlo era comportándose de la manera más natural posible.

Así que dio un paso al frente y metió la mano en la cinturilla de los pantalones intentando no fijarse en la pequeña marca de nacimiento que Roger tenía en la zona lumbar.

-Nylon-anunció- y spandex. El bolsillo es cien por cien de...

-Ah, están aquí-dijo una voz masculina a sus espaldas-John, ¿se puede saber qué haces?

-Está mirando de qué está hecho el pantalón-contestó Roger con naturalidad.

-¿Ah, sí?

John detectó la aspereza de su voz y se sintió como si lo hubieran pillado con las manos en la masa, lo que era completamente ridículo porque no le interesaba la masa de Roger ni lo más mínimo.

-Ya sabes que a John le interesa todo lo que tenga que ver con el mundo de la confección, las telas y esas cosas.

-Ya-dijo el pelinegro poco convencido-Has llegado tarde-añadió sonriendo.

-Sí, es que me he dormido-contestó John-La boda de ayer no salió bien... El novio era camboyano y a su madre no le hacía ninguna gracia que se casara con una estadounidense. No saben la pena que me da haberme perdido el concierto y el poder tocar.

𝕷𝖎𝖆𝖗 (𝖉𝖊𝖆𝖑𝖔𝖗)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora