II

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Un día Wooyoung salió de su casa a las once de la mañana, una hora antes de que San se apareciera en su casa. Agarró su bicicleta y pedaleó hasta un pequeño parque al que solía ir cuando era más pequeño. Dejó la bicicleta en el pasto y sacó una pequeña hoja de su bolsillo.

Agarró el lápiz que tenía en la canasta de su bicicleta y cerró los ojos suspirando. Wooyoung quería demostrarle a San que el también podía escribir canciones, quería que el mayor lo halague, y tal vez que le dé un pequeño abrazo de recompensa. Pero nada se le venía a la cabeza.

Wooyoung colocó la punta del lápiz en el papel unas veinte veces y la sacó veinte veces. El menor soltó un gruñido de estrés y se echó para atrás en el pasto, su cara hacia el nublado cielo. Quería darle una linda sorpresa a San pero no podía, ni tenía inspiración.

Wooyoung entonces se levantó abruptamente acordándose de que San de seguro ya estaba en su casa, pero se asustó cuando sintió una mano agarrándole el brazo y obligándolo a quedarse. Giró su cabeza hacia la derecha y grande fue su sorpresa al encontrar a San echado a su lado.

—¿San? ¿Qué haces aquí?—preguntó Wooyoung mirando al mayor sorprendido.

San tenía los ojos cerrados, abrió uno de ellos y sonrió de lado, alzó su mano derecha en la que tenía un reloj y le mostró la hora a Wooyoung.

—Es la una, no estabas en tu casa así que decidí buscarte.

Wooyoung intenta que su sonrisa no sea tan grande después de escuchar eso. San le pellizca al brazo y vuelve a cerrar los ojos. El menor se echa y voltea su cabeza para mirarlo.

—Perdón por hacer que me busques, quería hacer algo lindo para ti y por eso vine acá.

San da la vuelta para que su cuerpo y su rostro estén mirando a Wooyoung, tiene el codo apoyado en el pasto y su cabeza apoyada en su mano.

—¿Que era eso lindo que querías hacer?—le pregunta San a Wooyoung con una sonrisa.

Wooyoung gruñe suave y le entrega la hoja de papel.
San recibe la hoja de papel y la observa detenidamente entrecerrando los ojos, Wooyoung frunce el ceño.

—San, no hay nada en esa hoja ¿Que se supone que estás viendo?

—Las marcas del lápiz que hiciste al intentar escribir algo pero no pudiste porque no tienes inspiración.
Wooyoung suelta un bufido de risa y se coloca en la misma posición que San.

—¿Y por eso está tan interesante la hoja de papel?

—No, lo interesante es que en cada pequeño punto que hiciste con el lápiz puedo ver como te sentías en casa momento al no poder escribir.

Wooyoung frunce el ceño y le quita la hoja de las manos a San, intentando ver lo que el mayor le decía. Wooyoung pensó que le estaba bromeando.

—A ver, ¿Que sentía cuando hice este punto?—preguntó Wooyoung señalando con su dedo un punto en la parte superior de la hoja.

San agarró la hoja y entrecerró los ojos, el mayor parecía estar concentrándose y Wooyoung quedó anonadado al verlo así.

—Ese punto lo hiciste de casualidad, no está tan marcado y se nota que fue hecho con un pequeño descuido de tu lápiz, seguro se te resbaló o algo.

Wooyoung observó el punto y no sabía cómo responderle al mayor, pues no se acordaba como había hecho ese punto, sin embargo San tenía un punto. El menor le volvió a quitar la hoja y buscó otro punto que le pareciese familiar. Encontró uno que había hecho a la mitad de la hoja.

Se acuerda perfectamente de ese, pues fue la primera vez que la inspiración había llegado, tenía la idea en su cabeza pero estas no llegaron hasta su mano y después de unos segundos se olvidó de lo que iba a escribir. Wooyoung le pasó la hoja señalando el punto.

—¿Y este?

San esta vez no agarró la hoja, simplemente observó el punto por unos segundos para después darle una respuesta a Wooyoung.

—Intentaste escribir algo, una idea genial estaba en tu mente, pero no sabías como empezar y terminaste olvidándola, por eso el punto está tan marcado.

Wooyoung abrió la boca sorprendido y soltó un bufido con la misma emoción. Choi San era increíble. El menor se quedó observando a San por un largo tiempo.

—Podría casarme con tu mente.—comenta Wooyoung en voz baja, pero lo suficientemente alto para que San lo escuche.

Wooyoung se puso rojo al darse cuenta que San lo había escuchado, se cubrió la cara con la hoja y comenzó a renegar consigo mismo. Entonces sintió la mano de San acariciando su cabello suavemente, Wooyoung despegó su cara de la hoja y lo miró.

—Vamos a tu casa.—dijo San.

Wooyoung y San llegaron a la casa del menor una hora después. Ambos se fueron turnando en la bicicleta del menor, por lo que se demoraron mucho más en llegar. Habían intentado subirse los dos en la bicicleta, pero había resultado ser un fracaso.

Cuando San intentó llevar a Wooyoung este se movía mucho, y los desequilibraba a ambos con sus constantes movimientos de manos mientras intentaba contarle algo a Wooyoung.

Cuando Wooyoung intentó llevar a San todo iba bien, hasta que San apoyó su barbilla en el hombro del menor. Wooyoung se paralizó por un segundo y después saltó de la bicicleta como si un mosquito le hubiese picado. San le había preguntado qué pasó y Wooyoung simplemente dijo que le hacía doler el trasero sentarse en el pequeño espacio que había del asiento de la bicicleta.

Así que decidieron turnarse, manejaban lentamente para no hacer que el otro corra, y un recorrido de quince minutos se convirtió en uno de una hora. Al llegar a la casa de Wooyoung ambos se sentaron en el porche. El menor había entrado a la casa a traer bocaditos.

Los dos chicos compartían una bolsa de papas fritas, sentados frente a frente con las piernas cruzadas. San tenía su libreta colocada en el espacio entre sus piernas, y de vez en cuando se agachaba para escribir algo. Wooyoung intentaba ver que escribía el chico, pero no podía.

—¿Alguna vez crees que pueda escribir canciones en cualquier lugar como tú?—preguntó Wooyoung metiéndose una papa a la boca.

San levanta la mirada y para de escribir por un segundo para observar al menor detenidamente.

—Si encuentras la inspiración correcta, sí.

Wooyoung no sabe por qué esa frase hizo que su corazón latiese más rápido de lo normal, aunque su corazón siempre latía así cada vez que estaba con Choi San.

San dejó de escribir y cerró su libreta, se levantó de donde estaba sentado y suspiró profundamente mirando a Wooyoung.

—¿Quieres acompañarme mañana a la ciudad?—preguntó San rascándose la nuca.— Tengo que ir a comprar algunas cosas que no puedo encontrar en nuestro pequeño pueblo.

La boca de Wooyoung actuó mucho más rápido que su cabeza.

—Claro que sí.

San se ríe al ver la rapidez con la que Wooyoung contestó, se pone en cuclillas para estar al mismo nivel ocular que el menor. Le revuelve el cabello y rápidamente pasa su mano por la mejilla del menor, no tan fuerte como para ser una caricia y no tan suave como para ser un roce. Las mejillas de Wooyoung se tornan de un hermoso color carmesí, San entonces se levanta y comienza a bajar las escaleras del porche.

—Estaré acá en tu puerta a las once de la mañana, estate listo, iremos en mi carro.—dice San por encima de su hombro mientras se va alejando.

Y nuevamente la boca de Wooyoung es más rápida que su mente. Odia estar nervioso.

—Okay, es una cita.

San se detiene y cuando se da la vuelta lo único que ve es el cabello rubio del menor desaparecer detrás de la puerta principal mientras se cierra de golpe.

san's favorite song | woosan auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora