2. Stinger Apini.

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Stinger se removió en el incómodamente mullido butacón de plumas mientras esperaba en una de las salas del cuartel de los splicers para oficiales superiores.

El recientemente resucitado cabeza de la familia Utipp, una de las más antiguas del universo, había secuestrado su nave cuando se dirigían de vuelta a la base de La Legión y habían acabado con los súbditos de la Emperatriz que les custodiaban. Después de la pelea, sus Skyjackers habían sido "invitados" a permanecer al margen mientras él y su primer oficial se reunían con el líder de la rebelión.

Caine permanecía de pie detrás de él, expectante, aunque, desde que la teniente Dalain les abandonara para volver a su puesto de oficial, estaba más descentrado, inquieto e irritable que de costumbre. Stinger sabía perfectamente lo que le sucedía, pero seguía posponiendo la tarea de enfrentarse a él al respecto. En aquel momento, se había mostrado de acuerdo con la decisión de la Emperatriz de separarle de la splice delfín y que ambos regresaran al lugar que por sus propias habilidades y su configuración genética les correspondía... pero ahora no estaba tan seguro de haber hecho lo correcto.

Para bien o para mal, se identificaba con él.

Vakt, ataviado con un elegante kimono largo con un patrón de flores de loto sobre azul, apareció por la gran puerta de madera tallada que quedaba a su derecha.

— Comandante Apini, sea bienvenido.

Stinger no contestó, se limitó a esperar.

— El punto fuerte del adiestramiento de La Legión no son los modales, ¿me equivoco? — El hombre sonrió de una forma que a él le pareció siniestra y tomó asiento tras el decorado escritorio. — He pedido que le traigan hasta aquí porque lquiero hablar de su hija, Kiza.

El splice abeja reprimió como pudo una mueca de asombro. Marcellian y él habían hecho todo lo posible para mantener a Kiza fuera de todos los radares. Él mismo la había criado en secreto durante muchos años y, de la nada, tanto la Emperatriz como el pretendiente del trono estaban al tanto de su existencia.

— Nuestra querida Seraphi la tendrá encerrada en una jaula de oro y pretenderá usarla como peón en esta guerra. Pero ¿qué splicer cambiará de bando por una niña que es apenas una sombra de lo que fue su madre? Es una mala estrategia, incluso para ella.

— La Emperatriz ha prometido proteger a mi hija.

— No podrá protegerla porque no la tendrá por mucho tiempo. Comandante Apini, Estoy ofreciéndole mi apoyo para completar su misión y liberar a su hija.

— Mi hija manifestó su deseo de ayudar a la Emperatriz y yo juré respetarlo.

— Kiza es solamente una niña, y sé que está bajo la influencia de la falsa amabilidad de Seraphi. Yo puedo garantizarles a los dos un salvoconducto a un planeta en el que no volverán a saber nada de las intrigas de esta guerra ni del imperio.

— No actuaré en contra de los deseos de Kiza.

— Voy a ponerlo de otra manera... — Vakt se levantó, dio un par de pasos dando la espalda a sus invitados para luego girarse y poner las manos encima de la mesa. — ... si usted no me ayuda a retirar a su hija del campo de batalla, me encargaré de que otros con menos miramientos lo hagan. Créame, no soy el único consciente de la verdadera importancia de una recurrencia de Marcellian Cahun, ni el peor de ellos.

Caine gruñó ante la insolencia que suponían las palabras que el hombre había pronunciado, pero Stinger emitió un sonido en una frecuencia muy baja para pedirle que se calmara. A partir de aquel punto, no tenía otra opción que seguirle el juego.

Vakt llamó a un humano que les mostraría a ellos y al resto de sus Skyjackers dónde podían alojarse mientras se hacían los preparativos necesarios para llevar a cabo la misión que se les había encargado.

— Todos los nobles son iguales... — Masculló Caine en voz baja a medida que seguían al sirviente de vuelta al Quester en el que esperaba el resto de la tripulación.

Stinger estaba de acuerdo con su subordinado, pero no creía que fuera prudente manifestarlo.

Las Guerras Splicer. Parte II. (El Destino de Júpiter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora