11. Nuja K'orshapalak

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La tierra de aquel planeta se le enredaba en el pelaje y hacía que le picara todo. El uniforme de combate que le habían proporcionado no se adaptaba bien a sus movimientos y la hacía sentirse lenta y torpe. Vakt no había vuelto a llamarla a su presencia y ningún recluta, ni humano ni splice, hablaba con ella. Podía verlo en sus ojos, que todos sabían que era solamente una espía a la que los mandamases permitían deambular entre ellos, una enviada de aquellos a los que tanto odiaban. Ni siquiera el rastrero de Scops se había dignado a aparecer, aunque sólo fuera para burlarse.

Los días iban pasando uno tras otro y a Nuja le avergonzaba empezar a pensar que estaría mejor haciendo recados para Kalique. Por lo menos en el Alcázar tenía habitación propia, un uniforme a su medida, e incluso un equipo que liderar...

Aún no entendía por qué la hija de la emperatriz no había ordenado su regreso. No iba a averiguar gran cosa a través de ella.

Otra de esas ridículamente agudas alarmas recorrió el complejo. El sonido resultaba molesto en sus sensibles oídos, pero había aprendido a diferenciar los diferentes toques y empezaba a comprender el significado de cada una. La que acababa de oír era una llamada para los jefes de unidad, que se reunían en una sala bajo tierra con los dos líderes splicer. Esa misma llamada se había repetido los últimos días y sólo podía indicar que preparaban algún ataque y estaban ultimando los detalles.

No, ella no se jugaría la vida en una guerra que hacía mucho que no era la suya.

La lealtad la había impulsado a seguir hacia adelante incluso cuando pensaba que su maestro estaba muerto, incluso después de caer en las afiladas garras de la princesa Kalique, haciéndole creer que algo que le habría permitido escapar y que volvería a por ella. Y, aunque finalmente así había sido, sólo había servido para demostrarle que aquella lealtad que siempre había creído recíproca en realidad nunca había existido.

Pensar en todo aquello hacía que se pusiera muy furiosa. Furiosa con Vakt, sí, pero también consigo misma por haber sido tan inocente.

Nuja escaló por un lado de la fachada hasta llegar a un nicho oculto bajo el tejado. Lo había descubierto hacía pocos días y no era nada especial, sólo un oscuro agujero en el que refugiarse. Lo verdaderamente interesante era lo que podía ver desde allí cuando la estrella que alumbraba al planeta desaparecía detrás del horizonte y daba paso a lo más parecido a la oscuridad a pesar de que los focos de luz artificial se encendían en cuestión de pocos minutos.

Dos splices, pertenecientes a una unidad de Skyjackers que, según había oído, había desertado de las filas de La Legión hacía tiempo para unirse a los rebeldes, se reunían en el más alejado de los campos de entrenamiento. Allí combatían empleando alas y armas que despedían sutiles brillos, creando un espectáculo de brillantes colores ante ella, que podía apreciar con detalle cada encuentro gracias a sus ojos modificados.

No compartía el afán por la batalla, no estaba grabado en su ADN. Ella estaba hecha para la sutileza, para el silencio, para el espionaje... pero podía apreciar la belleza de sus movimientos, tan controlados, tan certeros.

Y aprendía de ellos.

Aquel letal baile de luces la tranquilizaba y distraía su mente, por eso lo observaba siempre que podía desde que lo había descubierto por primera vez, intentando encontrar un punto débil en las defensas del planeta.

Las inequívocas siluetas del macho y la hembra emergieron desde una de las puertas lateral y recorrieron el largo camino de tierra hasta el rectángulo marcado con pintura en el suelo. Casi podía decir que ya los conocía. Él era más fuerte que ella aunque no lo suficiente como para que fuera una ventaja en combate cuerpo a cuerpo. Ella era más ligera que él, pero ni de cerca igual de rápida en un combate a distancia.

El nivel de exigencia en La Legión era completamente diferente al de los splices hechos a la carta como ella.

Si no se equivocaba, tocaba cuerpo a cuerpo y la hembra llevaría la delantera.

Se colocaron cada uno a un lado, se saludaron y...

Una gota de sudor frío le recorrió la frente cuando sintió el reproche de Kalique en su mente, como si le echara en cara que tuviera tiempo para divertimentos. No escuchaba palabras, pero el córvex podía traducir los pensamientos de su ama al instante.

Su espera había acabado. La esperaba una nueva misión y tenía que moverse rápido.

Adiós, luces.

Las Guerras Splicer. Parte II. (El Destino de Júpiter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora