El día que los mercenarios contratados por Balem Abrasax atacaron el Palacio de la Niebla, Vakt no había sido él mismo, literalmente. Llevaba días esperando la intervención de alguno de los miembros de la familia real en su contra y se había fabricado un doble que le reemplazara en las funciones diarias mientras él esperaba pacientemente en una de las salas seguras que comunicaban con sus aposentos. Para su satisfacción, el clon había hecho un trabajo superior, engañando incluso a su jefa de espionaje, Nuja.
Cuando la batalla estalló, se permitió esperar y contemplar el desenlace, pero, ante la falta de respuesta de su equipo de seguridad y tras la muerte del impostor a manos del mismísimo heredero Abrasax, Vakt decidió marcharse solo.
Su nuevo exilio comenzó en un pequeño planeta escasamente habitado en el que, con antelación y bajo el nombre de una de sus empresas, había ordenado construir una elegante y funcional base subterránea y contratado seguridad de alta categoría.
Desde allí, se había comunicado con los dos líderes splicers con los que llevaba meses manteniendo una correspondencia secreta y que ahora se habían alzado como líderes de su bando. Thaely y Theonir, unos hermanos mellizos salidos de la nada, habían sido los principales productores de splices de élite durante el último par de miles de años. En ese tiempo, habían suministrado efectivos tanto a Aegis como a La Legión, efectivos entrenados expresamente para ser capaces de traicionar a sus nuevos amos si la situación lo requería. Los dos acudirían a su encuentro y le ocultarían en el planeta que habían escogido como cuartel general hasta que fuera el momento propicio para mostrar sus cartas ante la emperatriz.
Pero los herederos de Seraphi se estaban moviendo más rápido de lo que había calculado, mermando el control de su madre sobre buena parte de los nobles con promesas de las riquezas que lloverían sobre ellos cuando ella fuera derrocada en la guerra.
Los splicers mellizos seguían recibiendo cada día nuevos splices para sus fuerzas, procedentes de sus propias fábricas y de las de los numerosos miembros del gremio. Los entrenamientos duraban desde que los dos soles salían hasta que se ponían, e incluso los que no habían sido diseñados para ello estaban recibiendo instrucción de combate, a la espera de ser llamados a defender los intereses de sus creadores.
Cuando se vieron preparados para dar el siguiente paso, piratearon una de las frecuencias bajo el control imperial y emitieron un comunicado que debía alcanzar todos los confines del universo habitado. El heredero de la familia Utipp estaba preparado para reclamar su puesto como jefe del imperio con las fuerzas splices de su lado. Vakt lo había dispuesto todo para que cualquier noble que le fuera leal o deseara apoyar su causa fuera secretamente invitado a acudir al complejo que los splicers habían montado en el planeta Luyten, desde el que dirigiría la contienda, en la constelación de Canis Minor, y en el que estarían "seguros".
Un rebaño de rehenes nobles siempre podía serle útil.
Al finalizar la transmisión, Vakt se permitió cruzar sus manos sobre su regazo un momento y felicitarse por el desarrollo de las eventos tal cual él los había previsto. Sabía bien que no podía permitirse perder de vista su objetivo. Un movimiento a destiempo podía suponer la diferencia entre la victoria y la derrota.
La guerra estaba a punto de comenzar y Seraphi y él moverían sus piezas por el tablero tal como sus antepasados lo habían hecho.
Pero, por el momento, debía prepararse para recibir a sus nuevos invitados.
ESTÁS LEYENDO
Las Guerras Splicer. Parte II. (El Destino de Júpiter)
Hayran KurguSINOPSIS La guerra se recrudece. Los planetas del Círculo Exterior se han convertido en campos de batalla en los que La Legión se ve superada por los efectivos de los líderes splicer mientras Aegis se encarga de mantener la paz en Orous y el Círculo...