Renaissance (GiornoxMista)

Parte 1

El otoño se estaba desvaneciendo y sin duda, el clima demostraba ya los efectos del clima de un invierno. Frio, pesado, congelante, crudo. El joven se cubrió bajo sus abrigos, apretó la prenda de cuero contra su rostro, cubriéndose del aire helado, mientras seguía caminando por el lodo, resultado de la lluvia que había cesado ya a altas horas de la noche, y solo la ventisca fría quedaba ahora. Miro una cabaña dentro del bosque, después de ya, mucho tiempo haber estado caminando y a paso discreto se acercaba a su destino.

Los caballos atados relincharon, él ni siquiera se molestó en limpiarse el lodo de los zapatos, camino por el suelo de madera y toco dos veces la puerta, tras las ventanas se miraban luces que luchaban por sobrevivir y tras no escuchar alguna palabra, abrió la puerta y entro al lugar. Todos dormían, o eso supuso al encontrar al primer huésped sobre aquel sillón, no se cubría más que con una sola sabana. Nuestro caminante, recién llegado, de cabello corto, negro y piel tersa, brazos semi desnudos y vistiendo sus prendas negras, resistentes contra el frio, con su peculiar capucha que nunca se quitaba de la cabeza recién llegado se quitó su abrigo, y lo aventó contra la primera silla que se atravesó en su camino, mientras escucho otro par de ruidos cerca del comedor.

-Ya era hora de que llegaras Sir Mista- hablo uno de la pareja, de cabello alborotado y cenizo, era el de estatura más baja que ambos muchachos, y todos sonrieron. Su nombre era Fugo.

-¿Cómo está el ambiente afuera?- le preguntaron a Mista, uno de igual, cabello negro. Fue Bruno, de similar estatura a Mista, quien a diferencia de ambos, él era de tez más clara y a diferencia Mista, él no se ocultaba el cabello negro y lacio, bajo ninguna prenda, teniéndolo un poco más largo que el recién llegado.

-La lluvia ha cedido, pero no hay nada de qué preocuparse más que de los caballos, que han dejado afuera- contesto Mista, señalando hacia la puerta y el dúo reacciono. Uno se quiso hacer sentir culpable, y el otro actuó indiferente ante la acusación, pero fue Fugo quien tomo su abrigo y salió al exterior para llevar a los caballos bajo techo, tras un gesto de Bruno.

-¿Y Giorno?- pregunto Mista tan pronto estuvieron solos él y Bruno, y el muchacho pelinegro ya checaba la leña para mantener el fuego, se encogió de hombros y apunto las escaleras con un gesto del hombro.

-Aún no se acostumbra que ya no viviremos en castillos como antes- hablo Bruno con una sonrisa forzada, mientras miraba el fuego y Mista se cruzaba de brazos -Le cuesta trabajo, pero estará bien, se ha ido a dormir a una habitación arriba, debiste ver como reacciono al ver todo desordenado- río sutilmente, mientras Mista no dijo nada y se marchó dejando al muchacho solo en la sala.

-Mista- hablo Bruno, deteniendo su camino -Fue su decisión seguirnos, no te sientas culpable- comento su amigo, antes de seguir escalera arriba, Mista solo asintió.

Si miraban las páginas del inicio en su libro, ellos eran cinco chicos en total. Amigos desde que tienen memoria, Mista y Giorno; un chico de cabellos dorados, tan vivo como si fuera sol y tan brillante como si fuera oro, fueron los primeros en conocerse. Mista era un plebeyo de cabello negro, corto, travieso, aventurero y valiente quién a comparación de su amigo, tras cada año que crecía, lo dejaban de considerar un niño para tomarlo como una persona de la realeza. Pues eso era el, el primogénito del rey.

Después apareció Abbacchio, un carpintero y Bruno un herrero, quien hizo al dúo hacerse amigo del tercero. Todos compartían una amistad sin importar de donde provenían, o la clase a la que pertenecían. Si tenían sangre real o si tenían sangre común, a ellos no les interesaba, no importaba aunque seguían creciendo, se formaban hombres y descubrían el mundo exterior. Sobre todo cuando llego Fugo, un chico que a diferencia de ellos fue discriminado al primer instante, reprendido, e irrelevante hasta el punto en que todos descubrieron que era muy diferente al resto.