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Akihito no dejaba de llorar. Madara y Hashirama se miraron. Las dos veces anteriores se había levantado Hashirama, así que está vez era el turno de Madara.

Se levantó con pesar y caminó la corta distancia desde la cama que compartía con su esposo hasta la cuna de madera donde yacía su bebé. Intentó calmar su llanto meciendolo en la cuna y arrullandolo con su voz, aún que sabía que no tendría resultado. Si estas tres semanas le habían enseñado algo, era que la única forma de calmar a Akihito era el contacto físico.

Con mucha delicadeza, Madara alzó a su bebé de la cuna y lo tomó entre brazos. Casi al instante su llanto disminuyó en volumen, más no en intensidad. Madara comenzó a mecerlo suavemente, pero Akihito siguió llorando desconsolado.

Madara suspiró cansado, ya no sabía que hacer. Estaba por despertar a Hashirama cuando una vieja melodía le vino a la mente. Era una canción que su madre solía cantarle a Izuna cuando éste no podía volver a conciliar el sueño después de una pesadilla.

Sin pensarlo mucho, empezó a tararear la canción. No recordaba mucho de la letra, pero podía seguir la melodía sin mucho esfuerzo. Cerró los ojos, y con Akihito en brazos, se dejó llevar.

No supo cuánto tiempo pasó cuando un brazo enrollandose en su cintura lo devolvió a la realidad. Sintió un pecho arrecostado a su espalda y el roce de cabello contra su mejilla. Volteó ligeramente su rostro y se encontró con Hashirama, observándolo con ternura.

-¿Dónde aprendiste esa canción? -preguntó Hashirama, susurrando para no molestar a su hijo, quién finalmente había parado de llorar.

-Mamá solía cantarle a Izuna cuando era pequeño.

Madara miró de nuevo a Akihito, ni siquiera se había dado cuenta en que momento había cesado su llanto.

Ninguno de los dos volvió a hablar. Se quedaron un rato más meciendose en su lugar, Madara en los brazos de Hashirama y Akihito en los brazos de Madara.

Cuando supieron que Akihito estaba dormido, Madara lo volvió a depositar en su cuna. Esperaron un instante, para ver si el bebé volvía a llorar, pero Akihito siguió profundamente dormido. Aliviados, los esposos se dirigieron a su propia cama, a tratar de recuperar el sueño que habían perdido estás últimas dos semanas.

Hacía nueve meses ya, le habían pedido a Mito un gran favor. Un niño fruto de su vientre, para cementar la alianza entre Konoha y Uzushio y para asegurar un heredero para los Senjus... y, también, (por mucho que a Madara la hubiera costado admitirlo) por ellos mismos, su oportunidad de formar una familia.

Mito había aceptado, con dos condiciones. La primera, ser tía, nunca madre; y la segunda, ningún tipo de responsabilidad hasta que el niño cumpliera 2 años. Luego que diera a luz, Hashirama se sintió culpable de separarla de Akihito tan pronto y quiso acompañarla hasta que se recuperará del embarazo.

Duraron una semana hasta que Mito y Tōka los echaron de su casa. Madara entendía perfectamente el por qué. Si alguien hubiera intentado invadir su casa con una patética criatura que solo sabía chillar y producir desechos, Madara también los habría echado. Pero había dejado que su esposo lo convenciera de tener un bebé, y ahora era él el pobre iluso que se tenía que hacer cargo de dicha criatura.

Ni él ni Hashirama habían logrado dormir más de tres horas desde el nacimiento de su hijo. Tenían suerte si lograban que Akihito durmiera más de dos horas seguidas. El resto del tiempo se la pasaba llorando. Lloraba si tenía hambre, o si tenía frío o calor, o si quería que lo alzarán, o si el viento soplaba muy fuerte, o si lo cargaban mal, o si Madara elevaba la voz, o a veces simplemente porque no tenía más nada que hacer.

A pesar de todo, Madara podía tolerar el llanto. Incluso podía tolerar el vómito. Pero dibujaba la línea en cambiar pañales. Lo había hecho una sola vez, y juró que jamás lo volvería a hacer. Había limpiado a Akihito lo más rápido posible y había incinerado el pañal desechado. Luego le dijo a Hashirama que más le valía encargarse él, o tendrían que buscar a alguien más para hacerlo. Hashirama solo había soltado una carcajada y asumido la responsabilidad. Madara sabía que por algo lo amaba.

Madara suspiró, acurrucandose más contra el pecho de su esposo. Dentro de poco tendrían que volver a trabajar, Izuna y Tobirama habían acordado hacerse cargo de sus deberes sólo durante el primer mes, dándoles la oportunidad de quedarse las primeras semanas en casa con su bebé. Pero no podían darse el lujo de ausentarse como Hokages por más tiempo.

No era como si Akihito se fuera a quedar desamparado. Mito y Tōka se habían ofrecido a cuidar de él cuando por un par de horas cada día, Izuna y Tobirama se encargarían de él cuando estuvieran desocupados, y Hashirama ya había empezado a construir un pequeño espacio para su hijo en la oficina de modo que pudieran traerlo con ellos mientras trabajaban. Aún así Madara se sentía un poco frustrado al saber que tendrían poco tiempo para dedicarle a Akihito, pero sobre todo la última opción lo reconfortaba bastante.

Como si pudiera leer su mente, Hashirama lo estrujó con el brazo que yacía sobre su cintura y le besó la nuca- Deja de preocuparte y vete a dormir.

Madara sintió un ligero escalofrío. A veces Hashirama era demasiado perceptivo.

Entralazo sus dedos con los de su esposo. Hace unos años atrás jamás se habría imaginado aquí, en los brazos de Hashirama, preocupándose por su su hijo, en la aldea que habían construido juntos, pero no lo cambiaría por nada del mundo.

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⏰ Última actualización: Apr 17, 2020 ⏰

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Drabbles HashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora