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[ M I R A C L E]

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[ M I R A C L E]

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“  El nuevo clan se estaba en su apojeo. Los Cullen que a pesar de ser tan resientes ya habían empezado a crecer. En este momento la familia se limita de 3 miembros, Edward, Esme y el doctor que convirtió a ambos Carlisle.
Todos creyeron que Esme no tenía ningún don a pesar de ser una vampira, pero que equivocados estaban.


—¡ C A R L I S E ! Ya no puedo, no resisto mas. —Dijo Esme con las pocas fuerzas que le quedaban, sentía que no tenía aire a pesar de que no lo nesesite.

—Solo un poco más Esme. Hazlo por mí, por nuestro hijo.

Esme se encontraba en trabajo de parto por segunda vez en su vida. En su rostro no podías diferenciar si sentía dolor o temor por el tormento que le causaba la idea de perder nuevamente a un hijo.

Ninguna mujer en toda la historia de los vampiros era fértil, pero Esme, ella tenía un don de un solo uso. Eleazar desde que había visto a Esme les contó a cerca del don que la mujer poseía, Esme poseía el don de la maternidad. Solo una vez desde que era vampira podría ser fértil nuevamente y el hijo que consiva nacería humano.

Los gritos de dolor agónico de ella retumban por todo el lugar de punta a punta, que fuese vampira no quiere decir que no sienta dolor. Carlisle finalmente logró sacar al bebé del vientre de su esposa iniciando una nueva etapa para la vida de los Cullen.

—Es... Es un niño Esme. —Carlisle jamás había sonreído tanto alguna vez hasta que cargó a su hijo en brazos — Es nuestro hijo, V L A D.

La nuevamente madre extendió sus manos para recibir a su hijo, lo sostuvo en brazos y lo miraba como lo más valioso en la existencia misma. Estaba aferrada al bebé junto a Carlisle a su lado observando la majestuosa escena de la primera mirada de una madre a su bebé, ese momento no es comparable con nada en la vida.

—Hola Vlad, soy tu mamá —Dijo Esme con el tono más amoroso con el que se ha podido dirigir a alguien alguna vez. — Yo te voy a cuidar, junto a tu padre como el milagro que haz sido.

El bebé ni si quiera lloraba. Parecía más bien estar sonriendo por haber venido al mundo y escuchar la voz de sus padres, sentía protegido.

— Tu papá no puede esperar a que crezcas y enseñarte muchas cosas. El y yo te protegermos como lo más valioso y yo seré tu madre hasta el día en que mueras.

Si los vampiros pudiesen llorar esta pareja estaría inundando la sala a lágrimas de felicidad, habían tenido lo que tanto deseaban y les era negado por la naturaleza a todos los vampiros. Pero que afortunados eran al poder tener su mayor deseo en carne propia.

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