Capítulo 1

208 20 0
                                    

Era Sengoku

Kikyo no está muerta; Kagome logra salvarla y la sacerdotisa se une al grupo para acabar con Naraku. Tras la batalla final la cotidianidad adquiere, con el paso de los días, una extraña normalidad.

Sin distracciones que amenacen sus vidas la tension entre Inuyasha, Kagome y Kikyo se vuelve tortuosa. Para la chica de uniforme resulta obvia la contención de ambos por no mostrar la felicidad de su reencuentro, como tampoco le pasan desapercibidas las noches en que los ve alejarse juntos de la aldea para pasar tiempo solos.

En realidad, Kagome no está extrañada, desde que conoció al medio youkai siempre ha sido consciente de que ella no ha sido nunca, ni lo será, la primera opción. La presencia perpetua de Kikyo solo terminó por confirmarlo y empujó a Kagome a su límite.

"Ya tuve suficiente", se dijo. Decidió que era mejor aceptar de lleno el dolor de la pérdida de Inuyasha que continuar soportando los sube y baja emocionales de los últimos tres años.

_____

10 años después

-¡Señorita Kagome, por favor, venga rápido!- una de las niñas de la aldea irrumpió en su cabaña donde se encontraba estudiando los mapas de la región.

A todo galope habían llegado un grupo de campesinos, uno de ellos herido gravemente.

-¿Qué ha ocurrido? ¿Y los demás?- preguntó Kagome alarmada mientras los hombres bajaban a su compañero del caballo.

-Hemos sido atacados, los demás fueron comidos por las bestias, ¡Pronto estarán aquí!- dijo desesperado uno de los campesinos.

-Rápido, busquen refugio y díganle a los protectores que se preparen para el ataque.

Arco y flecha en mano y con el corazón en la boca Kagome esperó a sus oponentes.

***

Antes de partir de la aldea de Kaede, Kagome se despidió discretamente de Sango, Miroku y Shippo, y les pidió que le dijeran a Inuyasha de su parte que le deseaba toda la felicidad del mundo, ella no fue capaz de decirle adiós.

Acostumbrada como estaba a la Era Sengoku, la vida que le esperaba en la época actual le pareció carente de sentido. Decidió entonces, empacar sus pocas pertenencias y dirigirse hacia la profundidad de las Tierras del Oeste.

Ya han pasado diez años. En su peregrinación Kagome se dedicó a perfeccionar sus poderes de sacerdotisa y sus habilidades sanadoras, deteniéndose por temporadas en distintas aldeas y poblados donde siempre fue bien recibida al ser conocida en la región como la mujer que derrotó a Naraku.

Inuyasha, esta vez, no fue tras ella.

***

Kagome y el equipo de protectores, conformado por una decena de hombres y mujeres entrenados para el combate, contemplaron con horror la avalancha de bestias acercándose a la aldea.

Los ataques, antes esporádicos, se habían convertido en cotidianos desde que estalló la guerra, pero jamás habían enfrentado a tantos demonios a la vez.

Pudieron contener a una veintena, pero les fue imposible parar al resto, e impotentes vieron como quemaron y destruyeron todo a su paso, masacrando a los habitantes.

Los protectores fueron cayendo uno a uno, Akane y Sakura, las únicas dos guerreras aún en pie se apegaron a Kagome.

-¡Debemos escapar!- gritó una de ellas. Las tres, aprovechando que los demonios estaban momentáneamente distraídos devorando a sus compañeros montaron sus caballos y salieron disparadas en direcciones opuestas.

El galope de Kagome fue detenido por una lanza que atravesó las costillas de su animal. La sacerdotisa cayó con el impacto.

Desde el suelo tomó de forma instintiva su arco y flecha, pero el monstruo ya estaba sobre ella. Tenía el porte de un ogro, el rostro afelinado y olía a sangre y orina. El hedor le revolvió el estómago incluso cuando la elevó del piso tomándola por el cuello.

Kagome logró alcanzar una de las flechas que aún quedaban en su aljaba y con un movimiento rápido se la enterró en el ojo. Las cualidades purificadoras de su arma desintegraron a la bestia, pero el alivio duró poco, no alcanzó a levantarse cuando se vio rodeada por lo que le pareció un zoológico.

-¿Esta es la famosa sacerdotisa que derrotó a Naraku?- dijo burlón un youkai serpiente a los demás desatando las risas.

Kagome las cortó acabando con dos de ellos con una sola flecha. Cinco bestias se lanzaron sobre ella. Su escudo protector funcionaba parcialmente, pero logró purificarlos golpeándolos con el marco de su arco.

Unas garras le cruzaron la espalda empapando su kimono blanco de sangre fresca. El olor envalentonó al resto de los demonios quienes la asaltaron con más fuerza.

Kagome llevaba más de tres meses peleando sin descanso y sus poderes estaban desgastados. El pánico la inundó cuando su arco le fue arrebatado por un yukai pájaro. No tenía energías suficientes para purificarlos con sus manos y sabía que le sería imposible escapar. Otro demonio con aspecto de gato la envolvió en un abrazo, a distancia hubiera parecido un gesto de cariño.

-Voy a partirte en dos, sacerdotisa- le susurró en el oído y comenzó a apretar de a poco, disfrutando del miedo progresivo en sus ojos.

"Así no, mi vida no termina así, no así", se repitió como un mantra en la mente de Kagome, pero sus huesos ya empezaban a llorar. Un instinto desconocido se apoderó de ella y sin pensarlo acercó su boca al cuello de la bestia y lo mordió con todas sus fuerzas.

El youkai soltó un aullido de dolor y la lanzó al suelo como un trapo sucio. Kagome escupió, le había arrancado un buen trozo. Sin embargo, la pérdida de sangre por la herida en su espalda no le permitieron levantarse. Sus extremidades no respondían y su vista comenzó a nublarse. Supo que en segundos perdería el conocimiento y sería devorada.

Antes de desfallecer alcanzó a ver un halo de energía y en lugar de las bestias, como esperaba, una silueta con forma humana se acercó a su cuerpo. 

Sensō no hana  (Flor de la Guerra - SesshomaruxKagome fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora