El anuncio de la guerra llegó en la primavera de ese año con diez cadáveres empotrados en estacas. No fue un acto fortuito, fue un mensaje. Tras la muerte de Naraku la paz duró poco; una pulsante energía maligna proveniente del este se sentía más intensa con el paso de los meses, y las invasiones al oeste, tanto a comunidades de youkais como humanos se volvieron constantes.
Cuando llegó el verano lo único claro es que quien fuera que estuviera enviando a las bestias buscaba apoderarse del control de todo el territorio, exterminando a sus habitantes.
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El dolor punzante en la espalda fue lo primero que sintió Kagome cuando recobró medianamente el conocimiento.
-Aghh- se quejó retorciéndose.
-Quédate quieta- la orden vino de una voz ronca y fría.
Kagome recordaba esa voz autoritaria, abrió los ojos a penas para descubrir que estaba siendo cargada por Sesshomaru, el Señor de las Tierras del Oeste.
Por un momento el impacto la hizo olvidarse del dolor e intentó incorporarse, la nueva ola de puntadas se lo recordó. Sesshomaru la apretó contra su cuerpo, restringiendo sus movimientos.
-Si te mueves es peor- le explicó con el mismo tono.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Kagome sin salir de su confusión.
-Las bestias del este masacraron tu aldea, eres la única sobreviviente- dijo Sesshomaru.
-¿Y Sakura... y Akane?- insistió Kagome
-No conozco a tu gente, pero en donde te encontré no había nadie con vida- respondió dando por cerrado el tema.
Kagome miró a su alrededor, ya había anochecido y cruzaban el sendero de un bosque. No tenía idea cuánto llevaban andando. Seshomaru se detuvo ante un claro ocupado casi por completo por una laguna inmaculada. Kagome no la reconoció.
-¿Dónde estamos?- preguntó, pero el youkai de ojos dorados no se molestó en contestarle. La sentó con suavidad en la hierba y le desató el rasgado y sucio Kimono.
-No...- susurró Kagame en un patético intento de detenerlo. El dolor provocado por sus heridas era tan intenso que no le permitió oponer más resistencia.
-Quédate quieta- repitió el Lord.
Con delicadeza terminó de remover sus ropas, la cargó nuevamente y se metió con ella en la laguna. El agua fría fue como un bálsamo para su cuerpo afiebrado. Con sumo cuidado Sesshomaru limpió la sangre seca de su cuerpo. Cuando llegó al rostro se detuvo un instante en su boca y separó sus labios revelando su dentadura.
-No tienes colmillos ¿Por qué usaste tus dientes para defenderte? – Kagome no entendió la pregunta, no recordaba su último ataque y ya no tenía fuerzas para contestar. Sesshomaru no presionó por una respuesta, solo le llamó la atención encontrar una mordedura humana en el cuello de un youkai.
Cuando terminó de lavarla la envolvió en su estola blanca y la sacó del agua. Sesshomaru se acomodó en la base de un árbol y posicionó a Kagome boca abajo con la espalda expuesta. Kagome sintió su respiración en la parte trasera del cuello y sus mano removiendo su pelo y luego, una sensación que no olvidaría jamás: la lengua húmeda de Sesshomaru lamiendo sus heridas.
-¿Qué...?- intentó protestar.
-No te muevas- le ordenó por tercera vez esa noche, esta vez Kagome obedeció.
Seshomaru la alzó con su brazo hasta dejarla en un ángulo que le resultara cómodo para su tarea, a la vez que la mantenía presionada hacia su pecho para evitar movimientos involuntarios.
Con lentitud tortuosa el youkai comenzó a lamer cada uno de sus rasguños. "La sangre de sacerdotisa", pensó Sesshomaru, "sabe distinto". A ella le pareció que la estaba degustando, como si fuera una presa con la cual estuvieran jugando antes de acabarla.
"Va a comerme, voy a ser devorada después de todo", pensó Kagome, pero las heridas de su espalda comenzaron a anestesiarse y después todo su cuerpo se adormeció obligándola a caer en un sueño profundo.
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Sensō no hana (Flor de la Guerra - SesshomaruxKagome fanfic)
RomanceKikyo no está muerta; Kagome logra salvarla y la sacerdotisa se une al grupo para acabar con Naraku. Kagome dice adiós y se interna en las Tierras del Oeste para empezar una nueva vida, entonces, estalla la guerra.