-¿Cómo siguen tus heridas Kagome?- preguntó Rin mientras caminaban.
-Ya no me duelen, creo que esta noche podré quitarme los vendajes, muchas gracias Rin- respondió la miko, incapaz de quitar la mirada de sus marcas en el cuello.
-¿Te gustan Kagome?- dijo la joven llevándose la mano derecha a la nuca. La otra chica movió su cabeza avergonzada.
-Lo siento, no debí...-
-De qué estás hablando- la interrumpió Rin riendo- estás marcas son un orgullo para mí, quiero que todos las vean y las admiren, porque son el reflejo de la persona que amo.
-Oh... entonces tus marcas... ¿no son de temporada?- la combinación de palabras le sonó extraña, estaban intentando reproducir parte de la explicación de Akane y Sakura. Rin volvió a reír.
-No, las mías son permanentes. Yo ya he elegido a mi compañero de vida, Kagome- respondió con una sonrisa.
Un sentimiento extraño se alojó en el pecho de la sacerdotisa, algo parecido a la pena aunque más amargo. Sin embargo, se las arregló para devolverle la mueca.
"¿Por qué es que de pronto me han entrado ganas de llorar? ¿Estoy acaso celosa de Rin y Sesshomaru? No tiene ningún sentido, qué me pasa", Kagome movió la cabeza apartando sus pensamientos.
Continuaron andando hasta la carpa central del campamento, mucho más grande que las demás. Su interior estaba iluminado por antorchas. La carpa estaba rodeada de heno y pieles que Kagome dedujo que se utilizaban como asientos en las reuniones. Al centro una mesa grande estaba cubierta de mapas y sobre ellos varias piedras de colores.
Rodeando la mesa se encontraba Sesshomaru junto a tres youkais quienes movían las fichas planeando la estrategia de la próxima batalla.
Rin salió de la carpa dejando sola a Kagome con los demonios, sus miradas de depredadores se posaron en ella. Sin saber qué hacer o qué decir Kagome les devolvió la mirada desafiante. Si las intensiones de Sesshomaru eran sinceras, sobre ser parte del comando, no podía demostrar temor ante un grupo de bestias.
-Señores, esta es la sacerdotisa de la que les hablé- la presentó escuetamente Sesshomaru.
-¿Una humana? ¿Has perdido la cabeza?- espetó uno de los youkais escupiendo. Los demás gruñeron en asentimiento.
-¿Cómo sabes que no utilizará sus poderes contra nosotros o que no es una espía del Este?- insistió otro.
El tercero no dijo nada, pero Kagome notó como la analizaba con la mirada, una mirada negra que le causó repulsión.
Antes de que Sesshomaru pudiera interceder la joven caminó con paso firme hacia la mesa. La diferencia de contextura y altura entre ella y los demonios se hizo evidente, pero ella mantuvo su cabeza alzada, orgullosa:
-Mi nombre es Kagome, y soy la sacerdotisa más poderosa de las Tierras del Oeste, fui yo quien acabó con la existencia de Naraku, un enemigo que ustedes ni si quiera le hicieron frente. Estoy segura que puedo ayudarlos a derrotar al enemigo del Este, sea quien sea, pero primero van a tener que respetarme- sentenció.
"Qué carajo Kagome, de verdad te quieres morir", la recriminó su voz interior, "No. Después de todo lo que he pasado no voy a soportar que un grupo de bestias me insulten", pensó mientras se concentraba en contener la mirada incrédula de los cuatro youkais.
-La miko será parte del comando. Quien se oponga puede ir a proteger su territorio por separado- dijo sereno Sesshomaru. Los demás pusieron mala cara y uno de ellos resopló, pero no se atrevieron a contradecir la orden.
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Sensō no hana (Flor de la Guerra - SesshomaruxKagome fanfic)
RomanceKikyo no está muerta; Kagome logra salvarla y la sacerdotisa se une al grupo para acabar con Naraku. Kagome dice adiós y se interna en las Tierras del Oeste para empezar una nueva vida, entonces, estalla la guerra.