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Días después...

Es jueves ¡Un maldito jueves que no olvidaré! Mi teléfono se murió, ya no dió para más después de dos años que me acompañó en mis días de soledad, tristeza y decepción "qué dramática" veo mi reloj, ese que me regaló Bankotsu un día después de la tonta discusión que tuvimos en la noche, exactamente las ocho de la mañana. Se supone que debería de estar colocando mi taza de café sobre mi escritorio y digo se supone porque en este justo momento ¡Apenas estoy cerrando la puerta de al apartamento!

Desperté por pura casualidad pues de un momento a otro la cama me pareció fría y el alma se me salió de el cuerpo en cuanto mis ojos adormilados vieron la hora en el reloj. Me duché en tan solo cinco minutos ¡Cinco minutos! Eso no fue más que una simple remojada. Abrí las puertas de el armario y cogí lo primero que encontré; un jeans desteñido, roto en las rodillas, una camisa negra de tirantes gruesos con un oso estampado en el frente y convers. Nadie pero absolutamente nadie creería que en estás fachas iré a trabajar pero no puedo fallarle a Naraku, no a él.

A las nueve y media de la mañana piso la acera peatonal de el edificio. Suspirando me acomodo la correa de mi bolso nuevamente en el hombro y me dispongo a entrar. El agente de seguridad ni siquiera disimula su sopresa al verme y avergonzada me limito a mirar siempre hacia el frente.  Cuando el elevador se abre en el último piso salgo disparada de su interior y corro por el pasillo hasta llegar al área de recepción, de reojo noto que Sango hace gestos extraños con su rostro y manos pero no me detengo. Abro la puerta de la oficina de mi jefe y entro con confianza y naturalidad.

— Naraku lo...

¡Mierda! La sangre se agolpó en mis pies y sentí una fuerte punzada en mi pecho. Naraku no estaba allí y en su lugar, sentado, recostado al respaldo de el sillón, con aquella expresión imperturbable, se encontraba Sesshomaru Taisho. El magnate Japonés arqueó una de sus perfectas cejas y me miró de arriba hacia abajo y viceversa. Tragué duro.

—Señorita Higurashi — su voz ronca retumbó en las cuatro paredes de la oficina —  ¿Por qué no tocó antes de entrar?

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—Señorita Higurashi — su voz ronca retumbó en las cuatro paredes de la oficina —  ¿Por qué no tocó antes de entrar?


Muda, completamente muda. Las palabras salieron huyendo de mi boca, mi cerebro colapsó y mi corazón en cualquier momento explotará ¿Dónde demonios está Naraku? Mientras acumulo el valor suficiente para hablar, él se levanta erguido y avanza lentamente hacia mi, como si tal fuese un león acechando a su presa. Trago duro y mi cuerpo se vuelve aún más rígido, tanto que solo puedo mover mis párpados.

— Le hice una pregunta.

Está tan cerca que puedo sentir su respiración relajada. Cómo es que puede lucir tan tranquilo cuando yo estoy apunto de sufrir un paro cardíaco.  Me humedecí los labios y ordené el caos de oraciones que se aglutinaron en mi mente.

— Pen... pensé que sería Naraku quien...

— No ande pensando nada — me interrumpió fulminandome con la mirada — su obligación es llamar a la puerta — la apuntó con su dedo índice derecho sin dejar de verme.

El Jefe (Finalizado) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora