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— Acepto.

Oírle decir aquella palabra con rotunda convicción, hizo que mi corazón saltara de emoción dentro de mi pecho. Cuando el monje que oficializó nuestra boda os pidió que nos besaramos, Sesshomaru me cogió de la cintura con delicadeza, me miró fijamente por unos segundos y unió lentamente sus labios a los míos.

Había sido una ceremonia sencilla. Le agradecí internamente el hecho de que halla respetado mi duelo pues se cumplían tan solo seis meses de la partida de mi madre. La recepción se llevó a cabo en un salón de el hotel "Las Ánimas" cuan propietario es nada más que Bankotsu Yoei. El moreno por fin se decidió a invertir en algo el dinero que sus padres le habían heredado.

Mi mejor amigo hacia tan solo dos meses que se había comprometido con Yura Sakazagami, la gerente de nómina recién contratada por Emporio Taisho, quienes fueron nuestros padrinos de boda.

Eran las dos de la mañana cuando hubo terminado todo. Totalmente agotada, exhausta, con mis pies adoloridos; Sesshomaru me cargó hasta la que sería nuestra habitación por lo que restara de la madrugada pues a primera hora de la mañana tomariamos el vuelo con destino a Francia.

— Señora de Taisho.

Me susurró jocoso mientras me depositaba lentamente en la cama. Le sonreí con aquel nudo que poco a poco se fue formando en mi garganta ¡Díos! Me sentía sumamente emocionada, feliz. Me parecía un sueño, algo lejos de la realidad. Ahuequé su hermoso rostro entre mis manos y besé su frente, luego la punta de su nariz respingada y al llegar a sus labios carnosos los rocé con la punta de mi lengua. Pude sentir como todo su cuerpo se tensó.

Cerró los ojos y permitió que lo contemplara, que lo palpara, que me empapara de él, de su esencia, de su yo. Sesshomaru era real...y era todo mío. 

Lo jalé un poco hasta que se acostó en la cama. Me incorporé para luego yo misma quitarme el vestido. Usaba aquel conjunto de prendas íntimas que Sango me había obsequiado un día antes, asegurando que Sesshomaru se volvería loco y no mintió; su mirada felina reflejaba todo el deseo que lo consumía.

Me mordí el labio inferior y me coloqué a horcajadas sobre él. Solté el nudo de su corbata, luego le retiré el saco hasta que logré quitárselo; continué con los botones de su camisa blanca y cuando su perfecto torso estuvo completamente desnudo, accesible para mis manos, lo recorrí entero con las yemas de mis dedos derecho.

Le veía embelesada, embobada...su belleza era indescriptible, tan perfecta que dolía verlo. Te hacía sentir como si el momento era una fantasía, como si de un sueño se tratase. Su piel tan blanca como la nieve, tan suave como el pétalo de una rosa y su aroma tan exquisito, inigualable. Me incliné un poco para besarle una oreja, mordiéndole el lóbulo en el proceso. Sus manos se asieron de mis caderas y sentí presión en ambos huesos de mi pelvis cuando besé su cuello y succioné una parte de su piel tersa.

Me incorporé para quitarme el sostén y le sonreí mientras me acariciaba mis pezones duros. Era mío, completamente mío y quería disfrutarlo, sin prisa, sin ser consciente de el tiempo. Quité su cinturón para luego bajar su pantalón junto con el bóxer.

Tomé su miembro erecto y palpitante con una de mis manos y lo froté lentamente de arriba hacia abajo. Él cerró sus ojos y suspiró en reiteradas ocasiones. Me humedecí los labios para luego introducir su masculinidad a mi boca.

Dió un pequeño respingo en cuanto mi lengua acarició su glande hinchado. Sus manos se sujetaron a mi cabello y marcó el ritmo que deseaba. Con mis ojos cerrados disfruté muchísimo de su sabor, de su dureza, de su aroma. Succioné hasta que mis labios protestaron y su semen caliente impactó mi garganta.

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⏰ Última actualización: Mar 19, 2020 ⏰

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El Jefe (Finalizado) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora