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Frank se giró sobre sus talones, sus ojos posándose en el tipo sentado en aquella mesa a medida que se iba acercando hacia allá.

Para ser honestos, Frank estaba exhausto; era tarde y no había dormido bien las últimas noches. Estaba todo sudado y acalorado por el show, pero ver a Gerard cuando iban por la mitad de las canciones le dio la energía que necesitaba para terminar el resto. Gerard era un tipo interesante a simple vista, con el pelo alborotado y negro y (por supuesto) varias capas de bufandas.

Parado a unas pocas mesas de distancia, Frank miró al otro chico de arriba a abajo. La perra gris que tenía a su lado levantó la cabeza para mirarlo con cara de pocos amigos, y Frank tuvo que resistir físicamente la urgencia de acariciarla. Sobre todo, Gerard era un tipo bastante normal. Tenía puestos un par de auriculares baratos, y sus ojos marrones claros estaban concentrados en un punto ligeramente bajo. Parecía tan... normal.

Frank no estaba seguro de lo que estaba esperando, pero no había supuesto algo así. ¿No llevaban los ciegos un bastón? ¿No llevaban gafas de sol? Después de todo, era una discapacidad, ¿verdad?

— Sé que estás ahí, Frank −dijo Gerard divertido, quitándose los auriculares, y a Frank casi se le cayó el pelo del susto. Joder. ¿Cómo lo supo?

— Uh, hola −dijo quedamente. Esto era tan incómodo−. ¿Qué tal?

— Creo que Stella te odia −comentó Gerard, tratando de hacer callar a su perro furioso−. No tengo ni idea de por qué, usualmente es muy amable.

— ¿Es porque soy gay? −se dirigió Frank a la perra, que le gruñó enseñando las encías por encima de sus afilados dientes− Porque eso es bastante homófobo, Stella.

Gerard sacudió la cabeza, aguantando la risa. Frank lo encontró adorable.

— Si ella fuera homófoba, me hubiera llevado al medio de una carretera para dejarme morir allí hace años.

Frank se sentó a su lado, pasando sus manos por su cabello.

— Tío, Stella es tan hermosa. Hasta su maldito abrigo es brillante, sabes.

— No, Frank, no lo sé −le corrigió Gerard, y Frank gritó internamente. Joder, era demasiado malo en esto–. Adopté a Stella después de quedarme ciego, obviamente, así que nunca la he visto –A pesar del creciente miedo de Frank de ofender a Gerard, el  chico cubierto en bufandas parecía estar disfrutando–. Apuesto a que es hermosa. Todos preguntan si pueden acariciarla siempre, y me parte el corazón decir que no. Aunque probablemente ella les arrancaría las manos de un mordisco.

— Espera, ¿nadie puede acariciarla? –preguntó Frank, sorprendido– ¿Qué hizo? ¿Comerse a un bebé?

El otro chico rio de verdad esta vez, y Frank no pudo evitar esbozar una sonrisa propia.

— No, Frank –respondió–, no es por eso.

Inseguro de qué hacer entonces, Frank se levantó girando sobre sus talones.

— ¿Quieres ver, uh, tocar mi guitarra? Todavía tengo que recoger mis mierdas, pero podrías venirte conmigo.

— Sí, claro –Gerard se levantó y Frank habló de nuevo.

— ¿Quieres que te guíe o algo así? –preguntó y Gerard sacudió la cabeza.

— No, Frank –sonaba exasperado mientras la perra se levantaba a su lado–. No estoy paralizado, puedo caminar.

— Perdona –se disculpó Frank rápidamente, caminando hacia entre bastidores–. No quería decir eso.

Gerard lo siguió, caminando junto a Stella.

— ¿Tocas muy a menudo en este sitio? –preguntó, y Frank negó con la cabeza.

— No muy seguido. Normalmente tienen bandas reales, pero de vez en cuando algunas cancelan sus shows y nos dejan colarnos.

Frank le mantuvo la puerta abierta mientras entraban. El olor a cigarrillos llenaba la pequeña habitación de madera, y Gerard se sentó en uno de los sofás. Frank agarró su guitarra, dándosela a Gerard. No estaba enchufada, pero eso no importaba.

— Toca algo.

— Uh –Gerard se mordió el labio–, creo que sobrestimaste lo mucho que sé. Puedo tocar un Do, y ya está –terminó, tocando un acorde que de ninguna manera parecía un Do–. O tu guitarra está desafinada, o soy una mierda en esto.

— Espera, yo te ayudo –Frank alargó los brazos, moviendo los dedos de Gerard sobre los trastes–. Ahí lo tienes, pruébalo. Eso sí es un Do.

— Genial, gracias –Gerard asintió–. No usaré esto, exactamente nunca –Tocó el acorde de nuevo, antes de pausar y escucharlo detenidamente–. Mierda, es 'Astro Zombies', ¿verdad? Esa que es en plan... –Tarareó el principio de la canción, y Frank alzó una ceja.

— Está bien, mierda, sí que sabes cantar –sentenció–. Segundo, 'Astro Zombies', comienza en el octavo traste, pero claro, supongo que es un Do.

Gerard rio, y Stella lo miró con cautela.

— Deberíamos formar una banda punk.

— ¿Con ese acorde? –Frank resopló– ¡Ni siquiera sabes si soy punk!

— Eres definitivamente punk, y seguro que tienes un piercing en la nariz –dijo Gerard.

No lo tengo –se burló, porque ¿cómo mierda iba a saber Gerard que era mentira?

Gerard se levantó de repente, dejando la guitarra a un lado en el sofá y alargando la mano hacia la cara de Frank, sus dedos acariciando sus mejillas y labios. Estaban incómodamente cerca ahora que los dos estaban de pie, y Frank podía sentir sus mejillas enrojecer. Pero, uh, no homo.

— Tío, qué mierda estás... –empezó, pero fue interrumpido por la risa de Gerard cuando su mano llegó a la nariz de Frank.

— ¡Mentiroso! –se carcajeó– ¡Tienes un piercing en la nariz y otro en el labio!

— Eso es completamente irrelevante –se quejó Frank, pero en el momento en el que cerró la boca Gerard lo besó, acercándose para conectar sus labios antes de apartarse. Frank se asombró de ver que no había fallado. Imaginen si le hubiera besado el ojo o algo así.

Gerard todavía estaba cerca de Frank, y para estar ciego, sus ojos se las arreglaban para mostrar mucho terror.

— Tú, uh, tienes que vocalizar tus emociones ahora –dijo, un poco avergonzado–. No puedo verte y no tengo ni puta idea de lo que sientes.

Frank no dijo nada, tomando la cara de Gerard en sus manos y besándolo de vuelta en su lugar. No fue algo tan increíble (acababan de conocerse), pero para Gerard fue suficiente. Se relajó instantáneamente, y estaba sonriendo cuando Frank se separó de él.

Stella estaba haciendo un ruido ahogado, como si alguien la estuviera apuñalando o algo así, y Gerard tuvo que tomarse un momento para tratar de calmarla y convencerla de que no, Frank no le estaba devorando la cara.

— Así que... –dijo Frank, y Gerard sonrió.

— ... Así que...

— La semana que viene es mi cumpleaños, y vamos a juntarnos a cenar –Frank se encogió de hombros, bajando la mirada. Gerard se sentó de nuevo en el sofá, agarrando la guitarra como si nada hubiera pasado. Frank se sentó al lado suyo.

— Si esa es tu malísima excusa para invitarme, cuenten conmigo –respondió, y Frank lo hubiera abrazado allí mismo.

— Maldita sea, Gerard.

— Ahora –comenzó Gerard, devolviéndole la guitarra a Frank y aclarando su garganta–. Sobre esa banda.

✰✰✰
fin.

watch me [frerard ; español] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora