Ella se removió incómoda en la cama, girandose molesta hacia la mesita de noche que descansaba a unos centímetros de ella, contemplando el despertador que marcaba las 03:30. Layla suspiro para sus adentros y contempló el espacio vacío junto a ella, allí donde se suponia debia estar su esposo. Desde que era pequeña siempre le habían leído cuentos de hadas, allí donde todos obtienen su final de felices por siempre, donde después de casarse terminaba el cuento, y ahora comprendía por qué los escritores finalizaban allí.
Tras dos años de noviazgo con Will, ambos habían creído falsamente que estaban listos para dar el siguiente paso en su relación, por lo que sin dudarlo al cumplir su mayoría de edad celebraron la gran fiesta de lo que sería su matrimonio.
Layla pensó vagamente que en realidad ninguno de los dos estaba realmente preparado para aquella decisión tan importante, ambos eran demasiados jóvenes en ese entonces y ninguno había pensado en las consecuencias de aquello con claridad, y ahora ella, como una flor marchita miraba entristecida las manecillas del reloj seguirse moviendo.
Desde que se habían unido en matrimonio Will había cambiado, la fama de ser el mejor héroe le habían cambiado, aquel chico que desbordaba vida y felicidad y que solo pensaba en el bien común se había convertido en un completo extraño para ella. Desde que los padres del mejor héroe habían muerto, su legado había sido heredado al único hijo que habían tenido, no supo bien entonces si fue la pérdida de sus figuras paternas o la presión de cargar con los problemas del mundo en su espalda, pero algo en Will simplemente se había roto, algo que ni ella con su amor incondicional podía arreglar. El se había vuelto celoso y posesivo con ella, no la dejaba tener amigos, si ella salia el le recriminaba y si la veía distraída renegaba de no tener su atención. Ella varias veces pensó en la posibilidad de dejarlo, de poner fin a ese tramo enfermo que ahora ambos seguían, pero ella tenia miedo, estaba asustada de no poder salir adelante sola, de ser juzgada por sus decisiones, se sentía tan atrapada en aquel matrimonio sin amor, como una hermosa flor, guardada entre las paginas de un libro, preciosa y de brillantes colores, pero condenada a cercarse en la oscuridad de las palabras.
Una lagrima resbalo por el contorno de su mejilla acariciando con la palma de su mano el espacio vacío. ¿Que vida era esa?
Pronto escucho el inconfundible sonido de la llave en la cerradura y la puerta abrirse, y por último, cristales rotos.
—¡¿Quien colocó esta estupida lámpara en el medio del pasillo?!
Layla suspiro cansada y se levantó de la cama para colocarse una bata alrededor del cuerpo, atando el lazo en la cintura para caminar al salón. Ella oprimió el interruptor de la luz y entonces todo se iluminó. Ella vio a su esposo de rodillas frente a una lampara de pie rota en el suelo.
—Esta cosa horrible se cruzó en mi camino Layla, te dije que no compraras estas cosas pero tu siempre tratando de llevarme la contra.
La voz rasposa y pesada le hizo entender que Will otra vez estaba abrió, algo tristemente normal en su vida de casada. El olor a alcohol le llego a la nariz haciéndola fruncir el ceño. Ella vio cómo su esposo intentaba levantar entre sus manos los trozos de vidrio que habían quedado y ella preocupada se acercó a el para hacerlo soltar aquello de sus manos.
—Ve a la cama Will. Yo me encargo de limpiar esto.
El sonrio de manera estupida e intento besarla pero ella esquivó rápidamente aquel acto, haciendo que el beso terminara en su mejilla, donde minutos antes solo había rastros de lágrimas, el percibió el sutil sabor salado que dejaba el llanto y con un poco de conciencia el hablo.
—Estuviste llorando... ¿por que?... ¿que paso?... creí que eras feliz....
—Will eso ahora no importa, vamos a hablarlo cuando estés sobrio y en tus cinco sentidos. No pienso entablar ninguna conversación contigo en este momento.
—Layla no seas asi. Ven, vamos a hacer el amor.
Este la sujetó con fuerza del antebrazo haciéndola bajar su vista dejando un espacio en su cuello que el masculino aprovechó para posar sus labios, Layla por su parte intentó con sus manos apartarlo pero este no cedió, era claro que ella no podría con el, Will tenia super fuerza.
—Will basta. Por favor, basta.... Will...me haces daño -la presión el el agarre le dolía demasiado, el paso su lengua por la larga extensión de su cuello y ella reprimió un gesto de asco- Will... detente... -ella se canso y con su mano libre le estampó una bofetada que le hizo soltarla- ¡Te eh dicho que no quiero!
El cayo con sus manos sobre los cristales mientras ella sobaba su brazo adolorido, con una profunda expresión de dolor, recostandose contra la pared mientras will comenzaba a llorar de manera exagerada en el suelo, la situación era tan terrible que ella sentía como se le revolvía el estómago.
—Will, ya no puedo mas con esto. Ya no más.
—¿Quieres dejarme?
Ella se quedo en silencio mientras el retiraba las manos con las que tapaba su rostro y la miraba con sus ojos rojos, llenos de rabia y llanto, el rápidamente la miro asustado y se trató de parar, fallando en el intento al tambalear y caer al suelo, arrastrándose por el mismo, sin importarle los cristales, quedando de rodillas frente a ella abrazando sus piernas como si la vida le fuera en ello.
—Por favor, layla no lo hagas, no me dejes, yo puedo cambiar, prometo que voy a cambiar. No tengo a nadie más que a ti en mi vida.
Ella lo miró allí, sollozando y en su más grande bajeza, sabía que nada bueno saldría de esto, pero quería confiar, quería pensar que una esperanza quedaba en aquel destruido matrimonio y trataria de aferrarse a ella para no perderlo.
—Esta bien Will, me quedare contigo. Ya no llores.
Susurro suavemente y en tono maternal mientras acariciaba los cabellos de él, tratando de consolarle, pero lo que ella no noto, fue que Will no era quien lloraba, si no ella.
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Flowers (Layla y Warren)
FanfictionEl amor es el sentimiento más hermoso y egoísta que alguna vez ella pudo experimentar. Ella era ingenua al pensar que nadie lo notaría, un matrimonio fracasado con el más grande héroe que nunca existió daba de qué hablar, pero tener amoríos con el...