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Al medio día almorcé en el restaurante y cerca de las 2 de la tarde regresé a mi departamento. No era muy grande pero si el ideal para mí. Cómodo, clásico, decorado a mi gusto. Las paredes de la sala estaban adornadas con unas cuantas pinturas propias que había realizado y algunos cuadros de mis artistas favoritos, entre ellos Da Vinci, Giorgio de Chirico, Miguel Angel, Picasso, René Magritte, Max Ernest, Van Gogh, pero mi favorito era Salvador Dalí. Sus pinturas surrealistas eran maravillosas. Solo tenía dos habitaciones: mi dormitorio y la otra la había convertido en mi estudio.

Guardé en el refrigerador y la despensa unas cosas que había comprado en el supermercado antes de venir, dejando fuera mi bote de helato. Fui hasta mi habitación y me desplomé en la cama. Probablemente no haría más nada el resto de la tarde y noche. Sabía que estas vacaciones serían aburridas, pero trataba de hacer lo que sea para que no lo fueran tanto. Mis abuelos trabajaban todo el día y claramente llegaban cansados a su hogar. Estaba sola. Casi siempre lo estaba. Me había acostumbrado, me gustaba mi compañía, pero también me hacía sentir triste.

Mi teléfono de mesa comenzó a sonar y me estiré a contestar al mismo tiempo que le daba una cucharada a mi helado.

¡Gianna!

—¡Hola, mamá! ¿Qué cuentas? —Sonreí al escuchar su voz, tenía semanas que no hablábamos.

Estoy bien, mi amor. Llegando a casa del trabajo.

—¿Cómo te va? —pregunté con interés. Ella era diseñadora de modas y estaba actualmente viviendo en París. Iba y venía entre Francia e Italia pero se había radicado definitivamente en París porque ahí tenía su boutique. Mi mamá, Claudia, era preciosa, su cabello era lacio negro aceituna y poseía los mismos ojos azules que mi abuelo y yo.

Realmente bien, Gi, ¿Y tú qué has hecho?

—La verdad no mucho, solo ir a la plaza a dibujar. Estoy algo sola y aburrida —solté un suspiro enredando mi dedo en el cable del teléfono.

Chérie, seguro harás amigos o conocerás a alguien, el verano apenas comienza. Estás en Roma —Ella me alentó y por un instante pensé en el rizado de infinitos tatuajes. —Todo puede suceder, no te desanimes. Sé que es duro estar sola, yo lo estoy también, y entiendo que tus abuelos trabajan mucho. ¿Qué hay de tus amigos de la universidad?

—Solo tengo dos y están de viaje ambos —me reí haciendo una mueca.

¿Y no hay ningún chico por ahí? —inquirió con curiosidad y picardía.

—No, mamá, no tengo novio, estoy más soltera que la misma palabra —Me reí y ella chaqueó la lengua riéndose.

Somos dos.

Mamá y papá se habían divorciado cuando yo estaba en la secundaria. Fue un divorcio difícil pero entendí que si no estaban felices era mejor que cada uno tomara sus rumbos. Al graduarme mi mamá y yo nos regresamos a Italia y mi papá se quedó en Canadá. Hace un año que no lo veía cuando vino a mi cumpleaños, está ocupado con su trabajo y vivimos lejos así que lo entendía, pero siempre me llamaba constantemente y nunca ha dejado de ayudarme económicamente. Amo a mi padre pero soy más cercana a mi mamá, porque aunque ha sido y es un buen papá, no fue un buen esposo con ella.

—Pero ayer conocí a un británico guapísimo que desayunó en el restaurante de los abuelos y lo volví a ver hoy.

¡Uy, cuéntame! Los británicos son sexys.

sparks fly [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora