III. Amor ad ventus.

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Dicen que los jóvenes somos siempre los más inexpertos en la guerra, y que nos envían ahí con el propósito de hacer una masa de guerreros más grande frente a las hordas enemigas. Pues se equivocan, ya que yo he peleado en varias guerras.

Peleé en la guerra del vivir, y la gané. Nací sietemesino, pero a día de hoy, mantengo una salud casi perfecta y sin percances mayores. Viviendo en esta época, hay pocas formas que uno tiene para tratar salvar la vida, pero eso no me impide luchar para mantenerme en pie.Peleé en la guerra del saber, y la perdí. Cuando fue momento de expandir mis conocimientos en todo, fui el peor alumno habido y por haber. Por ello, mi mente está casi vacía, desprovista de conocimientos mínimamente útiles. Al menos, sé lo que debo hacer para seguir con vida.

Peleé en la guerra del amor, y nadie venció. He amado tantas veces en esta vida, a pesar de ser tan solo ocho peniques del chelín y no tener el rostro de un adonis. Me han amado y he amado, pero ahora no sé muy bien qué es el amor. Hasta que lo sepa, daré la guerra por concluida.

Y ahora, estoy luchando en una auténtica guerra de hombre contra acero, donde verdaderas vidas están en juego. El día en que me llamaron para pelear, estaba del brazo de mi amada desde hace un año y poco más, a punto de retozar alegremente de su mano. La carta llegó sin anuncio ni remitente, pidiéndome arriesgar el cuello por la nación de poca monta en queme tocó vivir. Tuve que partir esa misma noche, despidiéndome con melancolía de mi amada. No ha habido un solo momento desde entonces en el que no piense en ella.

Deseé que mi último mensaje hacia ella fuese más cariñoso, más romántico, más significativo en vez de un beso y un simple "adiós". Quería expresarle lo mucho que extrañaría el brillo de su dorado pelo cada que el sol me deslumbrase por las mañanas, y cómo desearía tener sus labios en los míos con cada trago de dulce vino tinto. Versos vacíos, habría dicho mi madre. Pero mi madre no tiene control sobre lo que soy ni lo que hago.

No recuerdo nada de mi llegada al frente de guerra, solamente recuerdo haber conocido amis dos mejores amigos de aquel terreno bélico: un muchacho rubio con pecas en toda la cara, de nombre Rokk; y un joven de piel oscura y rostro chueco llamado Poshyr. A losdos, los quise con toda mi alma, apenas los conocí. ¿Por qué? Porque también tenían a sus amores esperándolos en casa.

Al día siguiente era la pelea, y me dormí escuchando al viento soplar entre las hojas de los árboles y el corto césped del (próximamente) campo de batalla. Sentía que el viento me estaba hablando, me estaba susurrando tantas cosas que quería que supiera. Me habló sobre lo que había que hacer para sobrevivir en la guerra, de cómo luce la sangre, de cómo sabe una ciruela bien dulce y cómo saber si una abeja está viva o muerta. Cuando le reclamé al viento su repentina desviación en el tema, dejó de hablarme. Ese es el único problema del viento: que es siempre cambiante.

Y llegó el gran día de la batalla. No me dieron casi nada con lo que pelear, exceptuando un peto de cuero con cota de malla debajo, un simple yelmo de infantería, una espada y un escudo. Eran las únicas armas que tenían para los soldados más jóvenes, y en ese saco iba yo, a pesar de haber vivido ya diecisiete primaveras. La armadura me quedaba pequeña,pero he llevado cosas más incómodas encima que una cota de malla bajo un paupérrimo peto de cuero duro.

La batalla era contra el reino del oeste, siendo nosotros el reino del sur, detalles. No entendía por qué peleábamos, como ya me era costumbre. Éramos aproximadamente unos cinco mil reclutas, y delante de nosotros iban otros mil caballeros de élite. Éramos muy pocos. Afortunadamente, a mis lados se encontraban Rokk y Poshyr, y sus presencias me infundían valor suficiente para pelear. Y saber de la existencia de mi amada me daba valor para sobrevivir. Sonó un cuerno, y todos cargamos hacia adelante.

Estrellas caídas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora