Policía (1/3)

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Durante una semana, todas las noticias sobre el mundo del espectáculo hablaban de un solo tema:

La boda de Anthony Stark con Stephen Strange.

Cuando el anuncio se hizo público, los periódicos dedicados a la farándula aprovecharon la noticia para escribir artículos basados en la vida de los dos involucrados, en las predicciones del matrimonio y en cuánta fortuna adquirían los dos novios ante la unión empresaria de sus negocios. Este último fue punto de origen para el chisme más comentado que se escuchaba en susurros indiscretos.

¿El matrimonio de Stark y Strange es un convenio entre dos de la más poderosas familias de América?

Tony odiaba darle la razón a esos segmentos populistas que pasaban en la televisión, pero no podía mentirse a sí mismo y decirse que la razón por la que se unía al doctor Strange era por verdadero amor. Sabía cuál era el motivo y le jodía que no fuera el que siempre quiso, el que deseaba desde que tenía cinco años.

Apagó el aparato con desgano, esperando y suplicándole a todos los dioses existentes, o al menos los que recordaba, que el día de la boda nunca llegara.

Miró el techo y suspiró pensando en el embrollo en el que se había metido gracias a sus padres.

Era su culpa, pudo decirles que no cuando le pidieron que aceptara el plan de la familia Strange, el cual consistía en unir sus fortunas y poder en el mercado financiero bajo el pretexto del amor entre dos de sus dos herederos más jóvenes y de paso, mostrarían una faceta inclusiva nunca antes vista.

Pero no, nunca pudo expresar negación a sus progenitores.

Quizás jamás podría hacerlo.

Seguía pensando cuando el timbre de su celular sonó rompiendo la silenciosa atmósfera que sostenía. Contestó esperando que fuera una llamada que finalizara el compromiso inevitable.

No fue así. Al contestar lo único que escuchó fue la voz de Chris, uno de sus amigos que se había ganado un apodo peculiar: "Thor". Este le venía repitiendo lo mismo durante semanas.

–Vamos, Tony, te vas a casar, necesitas una despedida de soltero –habló a través de la línea con ligera emoción. Dedujo, gracias a la otra voz que emanaba el teléfono, que se encontraba acompañado de Bruce, un científico que también era de sus amigos más cercanos.

–Sì claro, porque me estoy casando con el hombre que más amo en mi vida. Tú sabes que no es real –dijo con tono agotado. No quería hacer ninguna actividad que le recordara al imparable matrimonio.

–¡Mejor aún! Si no es verdadera, puede estar con quien quieras está noche sin miedo de ser infiel. Vamos, ¡es perfecto! –volvió a insistir con más potencia.

Al otro lado de la línea pudo escuchar la voz de un hombre afirmando con gracia y vergüenza la propuesta del rubio.

Iba a seguir negándose pero el toque en la puerta lo distrajo. Colgó la llamada entre pequeñas risas y caminó hasta la entrada esperando que esta vez sí sea un recado que pusiera fin a la reunión que acabaría con su libertad. Para su desgracia, nunca había sido una persona de suerte.

–Estuve llamando por horas, ¿por qué no contestaste? –era quien sería su futuro esposo de por vida. Un hombre alto y delgado, vestido con un traje pulcro que resaltaba su elegancia.

Stephen Strange.

–Sabes qué es de mala suerte ver al novio antes de la boda, ¿no? –cambió el tema esperando ver la reacción aburrida del hombre frente suyo. No esperó ver una pequeño amago de sonrisa que se desvaneció antes de formarse por completo.

En el futuro [Varios Shipps]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora