Capítulo 36

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El ambiente se volvió pesado y difícil de respirar pero todo seguía "normal" si es que así se le podía llamar pues aun no era nuestra época.

Un sonido sordo atrajo nuestra atención, volteamos a ver lo que sucedía, Ianna corría por la alfombra roja con algo entre las manos.

No lograba ver casi nada pues nuestra única luz era la luna que se filtraba por los ventanales, sin querer apreté la mano de Zarek quien me sujetó más fuerte.

—¡Ianna!

El gritó profano todo el lugar mientras las puertas se estrellaban contra las paredes.

La sacerdotisa seguía corriendo hasta llegar atrás del altar para esconder lo que llevaba en sus manos.

—¡El espejo! —solté sorprendida por el artefacto.

Ianna lo envolvió rápidamente entre mantas rezando unas palabras que no pude entender pero hicieron que el espejo desapareciera, sabía que era un hechizo pero no supe descifrar cual era.

—¡Sal! —gritó nuevamente—. ¡Dame ese maldito espejo!

Me quede quieta al ver quién era el agresor de Ianna.

Nereo estaba parado frente al altar con una espada mientras sus ojos dejaban ver angustia y furia.

—Te dije que lo iba a devolver —sus palabras sonaban apresuradas—. ¿Por qué no me crees?

El joven clavo la espada en el suelo soltando un grito desgarrador.

—No puedes devolver a nadie a la vida. ¡Por favor entiéndelo!

La voz de Ianna resonó por todo el lugar pero solo sonaba angustiada.

Nereo rió suavemente logrando hacer que la piel se me erizara por el miedo que generaba su actitud.

—Es un artefacto de los dioses —dijo negando rápidamente con la cabeza—. ¿No se supone que para eso existes?

Un silenció que parecía ser eterno termino cuando apareció Ianna con una daga brillante en sus manos.

—Nereo vete, no deseo hacerte daño.

La joven suplicaba para que atendieran sus palabras.

Se veía tan vulnerable tan débil y confundida que hasta mi corazón sintió el terror que debía estar pasando por no entender la situación.

Sus manos temblaban suavemente.

—Ianna —llamó Nereo suavemente—. Entrégame el espejo.

—Nunca —sentenció lo más seria que pudo sonar Ianna.

—Entonces corre pues no te dejare ir hasta que me lo entregues.

Al terminar esas palabras Ianna se lanzó como una furia contra el joven quien burlándose de ella la esquivo con facilidad.

Sabía que ella no deseaba lastimarlo sin embargo él tenía toda la intención de hacerlo.

Nereo tomó por el cabello a Ianna tirándola al piso tomando su daga con las manos ensangrentadas que fueron cortadas al tomarla por el filo.

—Entrégamelo.

Su advertencia sonaba a suplica.

—No.

Intente correr a ella para ayudarla pero de nada sirvió, mi cuerpo traspaso a ambos por un momento había olvidado que era un recuerdo.

Lo siguiente que vimos fue desgarrador y despreciable.

Nereo dejó inconsciente a Ianna de un golpe en la cabeza son su espada, se dirigió al final del altar buscando el espejo sin éxito alguno.

Gritó de rabia incrustando la navaja en el altar y una sonrisa paso por sus labios.

—Si el espejo no funciona, siempre quedas tú como vinculo con los dioses.

Tras unos minutos destrozando y remarcando el altar quedo un círculo mágico, uno que conocía.

Tomó a Ianna colocándola en el altar y con su sangre escribió por todo el círculo y en su cara. Se alejo de ella para tomar una antorcha apagada de la pared, sin mucho esfuerzo la prendió y sin pensarlo dos veces la lanzó a la cara de la joven.

Un grito desgarrador resonó por toda la capilla, Ianna estaba quemándose con un giro cayendo al piso para después gritar un hechizo que hizo temblar todo el lugar, un rayó ilumino el santuario atravesando al joven para dejar solo un cuerpo inerte en el piso.

Ianna gritaba destrozando su garganta a cada alarido, eran sonidos de dolor no solo el físico sino uno donde su alma se rompía y su última mirada solo poseía odio y rencor.

Reina de los ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora