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Asturias año 200 a.C.

Ephona corre entre la gente, las llamas inundan todas las casas, destruyendo todos los recuerdos dulces y felices construidos por las risas despreocupadas de los niños y las noches de historias en alrededor de una hoguera. Hace que la atmósfera de tensión se increpe metiéndose en el pecho d la gente ahogándolos de puro terror.

Los hombres de la tribu rival alientan a sus caballos para que recorran en pocos segundos sumándose más caos a la situación, si es posible. Para la Xana todo ocurre a cámara lenta, los gritos de las mujeres y niños, los penetrantes relinchos de los caballos parecen estar pasándole una mala jugada prolongando su terror. A lo lejos observa como una pequeña de pelo color oro esquiva como puedo las grandes e imponentes patas de los excitados caballos.

Por un momento todo se detiene a su alrededor, todo se disipa cuando escucha esa voz familiar en su cabeza.

"Ephona, ¿dónde estás?"

"Cerca del centro de pueblo, todavía hay muchos de los nuestros perseguidos por los jinetes."

Una gran llamarada destruye por completo el esqueleto de madera de la casa que tiene justamente enfrente haciendo que se cubra con el brazo la cara como forma de protección. Como un enviado por la Diosa Luna, el caballo blanco aparece entre un fondo que parece el mismísimo apocalipsis:

"Vamos te están esperando."

Ella solo puede asentir cuando el caballo se arrodilla para ayudarla a subir. Los dos salen a galope tendido del poblado, esquivando cadáveres de su anterior vida, dando paso a un nuevo comienzo dejando atrás la estela roja para pisar el verde y húmedo bosque.

En todos los siglos de historia de esta raza protectora de los ríos y mares, han tenido que huir formando una nueva vida a partir de los antiguos recuerdos parcialmente destruidos. Formando un fuerte complejo en sus almas al no tener nada estable a lo que pode llamar hogar,

Cada mujer tiene un don otorgado por la Diosa Luna desde el día de su nacimiento en la orilla de cualquier fuente de agua.

El bosque está sumido en un mortal silencio, un silencio que precede a la tormenta. Los pasos de Domer retumban rompiendo la armonía, los pájaros salen volando asustados de sus nidos delatando la posición del equino y su amazona. En cuanto más se acercan al corazón del bosque pueden escuchar el canto de invocación de las Xanas reunidas alrededor del lago.

Unos rayos de sol calan fuertemente por las densas hojas de los árboles iluminando la superficie del profundo lago. Cuando sus ojos se acostumbran a los fuerte rayos, Ephona puede distinguir las figuras vestidas con mantos blancos invocando al unisono el poder de la Diosa Luna. Los cuerpos se mueven al compás formando pequeños círculos dejando que los cabellos se deslicen delicadamente por su pecho.

A un lado del circulo ve a su madre y hermana, las únicas supervivientes de su familia. Con cuidado se desliza sobre la blanca crin de su caballo susurrando delicadamente en su oído:

-Quedate aquí, quiero que vigiles si viene alguien yo hablaré con ellas.

La mujer se baja despacio del caballo, cuando sus pies desnudos tocan el húmedo suelo no puede evitar mover los pequeños dedos de los pies de forma graciosa. Sus pasos son delatados por el crujir de las ramas y hojas caídos por el otoño entrante.

Su madre y su hermana se giran a verla con lágrimas, de tristeza, en los ojos.

-Pequeñas, todo ha acabado, solo nos queda volver a empezar de nuevo después de este viaje. Nos reuniremos con vuestra tía Lala, ahí estaremos a salvo.

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