02

24 2 2
                                    

Después de varias semanas de descanso y casi reposo absoluto, Ephona consigue aclarar sus ideas; la pequeña terapia de largos paseos por el bosque y el peristilo de la magnífica villa fue lo que le ayudó a procesar toda la información que ha recibido de golpe.

La reunión de hoy mantiene su cuerpo extrañamente alerta, las razones son completamente desconocidas para ella. Uno de los puntos que más le preocupa, de forma inconsciente, es la llegada a la casa del hermano de Quinto, el marido de Claudia; por lo que las esclavas le han contado es un hombre atractivo pero egocéntrico.


El bosque esa mañana está apacible, el piar de los pájaros llena todo el lugar de un canto armonioso que envuelve el cuerpo de la Xana cual pañuelo de seda. Los primeros rayos del sol iluminan todo el ambiente, resaltando el verde de la hierba recién crecida. Su pequeño paseo matutino es interrumpido por la llegada de uno de los guaridas de la casa, que sale de detrás de los árboles como un cazador que pretende abalanzarse sobre su presa.

-La Señora Claudia requiere su presencia en la biblioteca -los ojos azules del joven escudriñan a la Xana-.

-Sabes que puedes tutear, Julo. Además, siempre sabes dónde estoy todas las mañanas.

-Tengo que ser formal, si no pueden prescindir de mi servicio y eso sería mi ruina.

Los dos deciden poner un rumbo lento hacia la casa, una charla amena se crea entre los dos jóvenes. A causa de esto no son conscientes de que el sargento al mando de la protección de la Curia les observaba escondido entre la maleza, apoyado en el tronco de un árbol cercano. Sus ojos negros brillan por el éxtasis de descubrir la rutina de una de las hermanas; su mirada se desliza de la pareja hacia el búho, colocado en una robusta rama de la parte superior de este viejo roble, el cual alza el vuelo dirigiéndose hacia el campamento de su amo. Este está ubicado en el valle que se forma entre dos altas montañas, todo a su alrededor está cubierto por ceniza dando un aspecto lúgubre al lugar. De todas las tiendas de campañas formadas por telas negras, sobresale las más amplia, curiosamente, colocada en el centro del campamento.

En su interior, el líder del escuadrón sonríe al ver al búho posarse en la robusta silla en la cual está sentado. Con un pequeño salto el majestuoso búho se posa en el centro de la habitación, transformándose en un gran hombre rubio, de espaldas anchas, y ojos mortalmente azules. Las venas negras resaltan sobre la piel blanca curtida por grandes cicatrices; una mujer entra en la cabaña por una pequeña entrada, posando sobre la amplia espalda del guerrero una gran capa de terciopoleo rojo vino. La rubia se retira al igual que ha entrado, con sumo silencio. Lo único en lo que se fija constantemente el rubio es en la gran cicatriz que tiene Queronte que cruza su rostro desde la oreja hasta llegar a la nariz.


-Querido, cuéntame todo lo que sabes -el rubio asiente aceptando la copa de vino que su jefe le ofrece-.

-La más joven de las dos, la morena, pasea todos los días por la mañana en el bosque. Sola, sin protección alguna, excepto hoy que la ha ido a buscar uno de los guardias de la casa; tenían una reunión en la biblioteca.

-Hoy nuestro contacto llegará a la casa, así podremos tener información de donde se alojan las Xanas -el moreno se frota las manos impulsivamente mientras su sonrisa se agrada a cada palabra que pronuncia su súbdito- Como te prometí serás recompensado generosamente por tu valiosa acción ¿Qué es lo que deseas?

-A Ephona, es a quién deseo, quiero que sea exclusivamente mía.

-¿Has interactuado con ella? -el rubio niega con la cabeza.- Entonces ¿a qué se debe todo eso?

-Es la mujer más bella que he visto, me importa poco lo que pase con su hermana, pero ella la quiero para mí. Tenías que haber visto su cara al interactuar con una cierva y sus crías. Seremos la pareja perfecta.

Xanas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora