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A la mañana siguiente varios hombres irrumpen en la adormilada casa de Ephona, tapándole la boca para que no pueda alertar a los lobos que patrullan, mientras la llevan a rastras por todo el pueblo. Los dos hombres caminan sin hacer ruido alguno, acto que la alerta tanto como las amplias capuchas le impiden ver el rostro de sus captores; con una rapidez inhumana, al igual que su fuerza, se infiltran en el bosque sin aminorar la fuerza de su agarre en los amplios brazos de la joven Xana.

Uno de ellos murmura algo ininteligible para la morena haciendo que su gran compañero aminore el paso para colocarle a la secuestrada una bolsa de tela espesa en la cara y atarle las manos con cuerdas; los sentidos de la Xana se agudizan antes de reanudar la marcha hasta que varios minutos desatan sus manos y la empujan hacia el interior de algo que, por el sonido de una puerta al abrirse, parece una casa.

Nada más empujarla sus captores cierran la puerta rápidamente colocando un líquido viscoso entre la puerta y el resto de la jaula con forma de casa. La morena se quita rápidamente la bolsa de la cabeza encontrándose en la oscuridad total; con cuidado se levanta y camina lentamente hacia una de las paredes donde coloca la mano en la madera para recorrer el lugar adivinando su dimensión y su forma rectangular. Al llegar a una esquina se tropieza y cae sobre una fina manta que han colocado a forma de cama, sin más mobiliario.

Mientras tanto en el pueblo, ajeno a todo lo que ha pasado con su pareja Kenneth, termina su guardia por lo que está deseoso de correr hacia la casa de su cachorra y dormirse junto a ella. Sus pensamientos le producen una gran sonrisa en la cara mientras camina hacia la casa, cuando abre la puerta se lleva la gran sorpresa de que su morena no está. Su lobo se alarma, pero se tranquiliza al pensar en que Dégora la ha podido llamar y están en su casa, por lo que se dirige hacia allí, dando a apariencia de estar tranquilo aunque internamente no lo está; con fuerza impacta los nudillos contra la puerta de madera que es abierta por un adormilado Aridones. Esto hace que todas sus alarmas se enciendan, el Hijo de Ares al ver la cara de su amigo se acerca a él:

-¿Pasa algo? Tu cara no presagia nada bueno.

-Ephona no está en su casa, pensé que tu mujer podría haber tenido otra visión y la había llamado -Aridones abre los ojos ampliamente invitándolo a pasar antes de ir a despertar a su mujer-.

Dégora al escuchar todo lo que le cuenta Aridones se levanta rápidamente de la cama, como si le hubiesen pegado una patada y hubiese salido disparada. Rápidamente se coloca un vestido nuevo antes de reunirse con un cada vez más preocupado lobo.

Al llegar a la sala de estar la mujer, sin miramientos, le relata todo lo sucedido el día anterior con los Ancianos haciendo que la preocupación se transforme en furia, la que hace que sus ojos, normalmente dorados, se vuelvan de un marrón oscuro por la ira.

El lobo sale corriendo de la casa ignorando los gritos de la pelirroja que le ordena a sus hombres que sigan al transformado lobo para que no haga algo de lo que se pueda arrepentir. Dégora mira a Aridones, ya vestido, el cual le relata los planes que tiene de avisar a toda la manada para que intenten frenar al colérico lobo, plan al que se apunta sin pensarlo dos veces su pareja saliendo los dos, como almas que persigue el diablo, de esa casa.

Kenneth llega a la vivienda donde se alojan los cuatro Ancianos, totalmente transformado, haciendo que los guardias se pongan alerta alzando las afiladas lanzas.

Las voces de sus compañeros transformados, pidiéndole paciencia, inundan su cabeza alterándolo aún más; todas estas se enmudecen cuando la voz del Alfa interrumpe. El lobo mueve con fuerza su cabeza hacia los lados intentando deshacerse de estas sin éxito, por lo que decide destransformarse no sin antes lanzar por los aires a los dos guardias que chillan atemorizados.

Xanas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora