CAPÍTULO 5

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Una pequeña muñequita frágil y preciosa. Rubia, el pelo descendía hasta el fin de sus senos, los preciosos ojos aguamarina estaban enmarcados por infinitas pestañas larguísimas y intensamente oscuras. Sus labios, perfectamente perfilados, eran pequeños pero a la vez gruesos. Una sonrisa preciosa, y un cuerpo absolutamente perfecto. Así era ella, así era Raquel su novia.

Acababa de volver con ella. Tras unos meses separados, habían vuelto de nuevo. Su corazón volvía a estar ocupado, y Raquel era la chica perfecta para él, así lo entendía yo. Mi cabeza intentaba decirle a mi corazón que dejara de causarme dolor, que él era feliz y eso era lo único que importaba.

Faltaban ya pocos días para su concierto. Mi cuerpo se debatía entre un millón de sentimientos totalmente opuestos que jugaban en mi cabeza a todas horas. Preparaba aquella tarde la ropa que me pondría la noche del concierto. Antes de que pudiera darme cuenta, tenía a Claudia por allí.

-Ha vuelto con Raquel, espeté seria.

-Tenía la esperanza de que no te hubieras enterado.

-Los vi esta mañana en el quiosco, salió en el HOLA.

-Si, yo también lo vi en la revista. ¿Estabas probándote ropa ya? Si quedan todavía diez días.

-Lo sé, pero prefiero pasar el rato pensando en qué me voy a poner, que pensando en Raquel.

-Tienes razón. ¿Y si nos vamos de compras?, me dijo de pronto. Yo no sé qué voy a ponerme tampoco, tal vez encontremos algo mono que ponernos, ¿no?

-Genial, vamos a airearnos un rato.

Pasamos la tarde por el centro de Barcelona. Entramos en todas las tiendas del paseo de gracia y aunque Claudia se había dado con la mitad de todas las tiendas, y había decidido ya lo que se pondría, yo seguía con las manos vacías y sin saber qué ponerme.

-La última ya, ¿eh? No puedo más, me dijo Claudia cargando con decenas de bolsas.

-Te lo prometo, si no encuentro nada aquí, nos vamos a casa.

Nos adentramos en la tienda, era enorme. Se acercó a nosotras una de las dependientas ofreciéndonos ayuda.

-¿Puedo ayudaros en algo?

-Si, se adelantó Claudia. –Buscamos algo muy especial, para una ocasión muy muy especial, para ella, dijo señalándome y guiñándole el ojo a la chica. Ella amplió su sonrisa y nos hizo seguirla.

-Tengo lo que buscas, me dijo adentrándose en la tienda.

-Solo quiero algo bonito, tampoco quiero parecer..., decía caminando. Callé de golpe al ver el lugar en el que se había parado ella.-Es...

-Perfecto, exclamó Claudia abriendo de par en par los ojos.

-Claudia yo no sé si...

-Pruébatelo, ya verás que bien te queda, me dijo la dependienta.

Auto convenciéndome que era demasiado para asistir a un concierto. Entré en el probador para satisfacer a mi amiga. Me desvestí y me puse aquél vestido tan bonito. Me quedé mirando fijamente al espejo, me enamoré de aquél vestido y de lo bien que me sentaba. Abrí las cortinas y salí para que Claudia me viera.

-Morirá al verte, me dijo con la boca abierta.

-Boba, reí mirándome de nuevo al espejo.

-Estás preciosa, en serio, insistió.

-¿Así te lo que quedas?, me dijo la chica de la tienda.

-Se lo queda, volvió a adelantarse Claudia.

Era incapaz de poder dormir. Bajé a la cocina a por un café en el que ahogar mis nervios, ya que no podía conciliar el sueño, el café me ayudaría a estar "más despierta" por la mañana. Me envolví en la bata para combatir el frío, y me senté delante del ordenador con la intención de "pasar la noche". Navegaba entre sus entrevistas, videos de fans, conciertos, actuaciones, mensajes directos, firmas de discos, promociones... llegué a ver más de cincuenta vídeos aquella noche. Estaba absolutamente inquieta, no era capaz de relajarme, de quedarme quieta, de relajar la mente y no pensar en nada.... Sentía como si un nudo marinero, uno de esos que nadie salvo el propio autor pude deshacer, se hubiera instalado en mi estómago. Sentía un sinfín de náuseas y rondaba por toda la habitación sin quedarme más de cinco minutos en un mismo lugar.

Traté de hacer algo para ocupar mi mente y el tiempo. Cogí el bolso que llevaba siempre a la facultad y revisé que estuviera todo dentro; la carpeta, el estuche, la botella de agua, pañuelos de papel, la agenda, las gafas, el protector de labios, el paraguas, el pastillero, ... maldita sea... estaba todo... Abrí el armario con la intención de colocar toda la ropa bien doblada... estaba todo en perfecto estado... tenía preparado hasta el pintauñas con el que me pintaría esa noche, tenía el bolso que me llevaría al concierto con todo lo necesario dentro, mi habitación estaba perfectamente limpia, y las tareas de la facultad totalmente terminadas. "Estupendo" mustié ansiosa. Eran solo las cuatro y media de la madrugada y el despertador sonaría tres horas más tarde para ir a la facultad.

Me encaminé definitivamente a la facultad tras pasarme horas y horas vistiéndome y poniéndome guapa, total, no tenía nada más que hacer, y así me entretenía. Me senté en mi asiento de siempre en el vagón, y mientras el precioso paisaje se proyectaba ante mis ojos, mi mente volaba sobre las nubes rememorando un día afín al que estaba viviendo. Había pasado la noche también sin dormir, había ido a clase y pasé la tarde viendo sus fotos. Luego llegó Claudia, el hotel, la llamada... Mi corazón latía cada vez más deprisa pensando en que se pudiera repetir aquella horrible pesadilla.

Intenté pasar desapercibida en clase, no iba a estar atenta, así que ¿porque ponerse en los pupitres de la primera fila como solía hacer? Las tres horas de docencia se me hicieron eternas. Volví a casa sola, no tenía ganas de encontrarme con nadie y tener que contarle que iba al concierto de Pablo, ya tenía yo bastantes nervios encima como para que alguien me pusiera todavía más histérica.

Llegué por fin a casa y aunque me senté junto a mi familia a comer, apenas probé bocado, demasiado grande era el nudo que permanecía en mi estómago como para dejarme espacio libre para comida. Subí enseguida a mi habitación y me metí en la ducha, a falta de cuatro horas hasta que viniera Claudia a por mí. Me embadurné de crema, me perfumé, me pinté las uñas, sequé mis ondas intentando dominar su forma para que el pelo me quedara decente. Me maquillé poco, no me gustaba hacerlo, pero quería estar perfecta. Me puse finalmente el vestido que me había comprado, lo acompañé con una chaquetita de punto negra, y unas bailarinas rosáceas, aunque con aquél vestido era un crimen no llevar zapatos de tacón, no iba a soportar tantas horas en pie hasta entrar a la sala de conciertos y sentarme por fin.

Oí la bocina del coche de mi amiga y me miré al espejo por enésima vez en el día. Cogí el bolso y me despedí de mi familia tras asegurarme que lo llevaba todo. Estaba preparada ya para lo que esperara que fuera una gran noche.

LA CHICA DE PABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora