CAPÍTULO 7

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Contemplaba las frías calles de Barcelona a través del cristal del taxi. Sentía mi cuerpo temblar sin que pudiera remediarlo, y mi mente viajaba entre las palabras que acababa de escuchar de su boca. El coche me llevaba a casa tras una noche inolvidable, y es que aunque no hubiera podido disfrutar del concierto entero, no cambiaba lo que había sucedido por nada del mundo.

Me desperté en una habitación llena de espejos y tocadores, encontré frente a mí a un hombre con bata blanca que oscilaría unos cuarenta años. Sonrió al ver que abría los ojos y se acercó a mí con delicadeza.

-¿Estás bien?, escuché algo aturdida todavía.

-Si, si, estoy bien... pero ¿Dónde estoy?,balbuceo tocándome la cabeza tras sentir un fuerte dolor.

-Estas en el camerino de Pablo Te desvaneciste en el concierto y él te trajo hasta aquí.

-¿Él?, titubeé.

-Él, te cogió en brazos para que no cayeras al suelo y te dejó en el sofá. Madre mía, no podía creer que lo que me estaba contando. En mi mente empezaron a aparecer flashes del concierto, recordaba que estaba sentada en la primera fila, justo delante del escenario. Recordaba que había tocado mi canción favorita, y que tras oírla me había pedido que subiera con él.

El médico se acercó a mí con el estetoscopio e inició la auscultación. Tras unos minutos me miró fijamente.

-¿Tienes algún tipo de arritmia o enfermedad del corazón? ¿Perdón?..Pero pero, ¡Qué dice!

-No, que yo sepa, le digo pasmada.

-Estás nerviosa.

-Lo estoy.

-El corazón te late a 140 pulsaciones por minuto, tienes algo taquicardia, así que lo mejor será que te marches a casa y te tranquilices o esto acabará mal. ¿Y cómo no me va a latir a 140 pulsaciones?... suerte que esté viva...

Sin que me diera tiempo a reaccionar me encontraba ya en manos del médico y uno de los trabajadores del recito. Salíamos por la puerta trasera donde me esperaba el taxi. Oí como Pablo corría tras el coche golpeando con brusquedad la puerta y la ventanilla, y sin dudarlo abrí para poder verle. Ordené al conductor que detuviera el coche y oí como Pablo me aseguraba que quería volver a verme, entre balbuceos y trabándose con sus propias palabras, síntoma de que estaba nervioso.

Pensaba mientras el coche trazaba las últimas calles que faltaban para llegar a mi casa, que estaba en un auténtico sueño. Subí a mi habitación y recordé que no había vuelvo a ver ni a saber nada de Claudia. Me dejé caer en la cama y me abracé a la almohada, dicen que es buena compañera en noches de dudas, y esa sin duda lo era. Me incorporé al oír la dulce melodía que desprendía mi móvil. Era ella.

-Te he llamado más de veinte veces, sentí desesperación en sus palabras.

-Lo sé, lo siento, de verdad. Me acordé de ti al llegar a casa.

-¿Ya estás en casa?

-Si, me acaban de traer.

-¿Pablo? Me dijo ilusionada.

-No boba, ¿Cómo quieres que me traiga Pablo? Me ha traído un taxi que me ha pagado el médico que me ha atendido.

-¡Qué susto me diste! Y encima te llamaba y no me contestabas... no sabía donde meterme... busqué a Pablo pero me dijeron que ya se había ido, y no me decían nada de ti, como si se te hubiera tragado la tierra, decía nerviosa.

-Estoy bien, fueron los nervios. Pablo me llevó a su camerino y me dejó en un sofá. Me desperté y me atendió un médico, y me dijo eso, que eran nervios. Me mandó para casa enseguida.

-¿Y no volviste a verle? ¿No volvió al camerino?

-No, bueno sí. No entró al camerino, pero vino a buscarme al taxi.

-Qué mono... suspira.

-Y tan mono... dice que quiere volver a verme.Lo suelto, así, sin más, y espero su reacción.

-¿Perdón? Ya está, imposible que me crea. Espero, espero unos segundos más, a ver si reacciona. -¿Qué te ha dicho qué?, insiste.

-Pues eso Claudia... yo me he quedado tan sorprendida como tú...

-Pues ya sabes. En dos semanas hay acústico y firma en las Arenas... no puedes perdértelo. Quiere verte... Me lo dice, así, como si se tratara de cualquier amigo más, y no. Es él, es mi sueño, es Pablo.

-Estás tarada.

-¿Qué? Te lo ha pedido él. No me digas que no vas a ir.

-Claudia, eso es una forma de hablar. "A ver si nos vemos, eh?", le digo convencida. O quizá no tanto...

-Ya pero ¿a que no te lo ha dicho así? Me ha pillado.

-No, pero... ha venido a decir eso, seguro.Intento autoconvencerme, es imposible que lo haya dicho con otra intención.

Cuelgo tras despedirme. Tengo ganas de dormir, solo de dormir. Demasiadas emociones en un solo día. Quiero dejar de pensar, quiero relajar la mente, no me apetece pensar más en él, en lo que acaba de pasar. El nudo del estómago cada vez es más grande, y cada vez aprieta más...

Pasan los días y sigo, sigo pensando en él. No puedo quitármelo de la cabeza. No como, prácticamente no duermo, no salgo, ni entro. Intento aparentar absoluta normalidad, eso, lo intento. Mi vida ya es él, lo ha conseguido, me ha atrapado más y me voy a poner mala, lo sé, lo noto. No puedo seguir así. La llamo, Claudia es mi única salvación, ella es la única que me entiende.

-No puedo más, me va a dar algo.

-¿Tenías que petar algún día, eh? Lo sabe, me conoce perfectamente.

-Me mata. Solo pensar en él...

-Pues no pienses. Me quedo callada. Ni que fuera tan fácil lo que me pide. Se ríe, sabe que es imposible. -¿Viste lo que puso en Twitter?

-Claudia no ayudas. Te estoy diciendo que no puedo quitármelo de la cabeza y ahora me vienes con que si he mirado su Twitter?

-Lo sé, lo sé. No te lo he querido decir antes para no agobiarte, pero es que es tan mono... mira ya verás. Pero qué pesada es...

-Bueno, te dejo pues, que tendrás cosas que hacer. ¿Te parece si nos vemos esta tarde? He pensado que podríamos regal... Me quedo callada. Otra vez hablando de Pablo.

-Ya, que le podemos regalar algo a Pablo el día 17, ¿no?

-Si, yo... Intentaba decir avergonzada.

-Luego lo hablamos. No te preocupes.

Colgué y volví a la realidad. Los altavoces de mi cuarto me regalaban la dulce melodía de "Solamente tú" y sigilosamente, me acerqué hasta mi ordenador para investigar lo que me acababa de decir mi amiga.

Pablo @pablo

Noche mágica la de hoy y compañía maravillosa en el escenario. Espero verte pronto... Barcelona.

Me senté. Tenía que hacerlo. Me apoyé en la mesa y deslicé mi cuerpo hasta tocar la silla. ¿Cómo podía ser tan mono? ¿Qué esperaba ver pronto a Barcelona? ... Vamos hombre, no se lo creía ni él. Se me escapó inevitablemente una dulce sonrisa. Tenía ganas de que pasara pronto la semana que quedaba. Estaba cada vez más convencida de que debía ir a la firma, si quería volver a verme, allí me tendría. 

LA CHICA DE PABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora