CAPÍTULO 6

176 20 0
                                    


ÉL

Pisaba por fin tierras catalanas. Tras cinco horas de retraso en el vuelo que me llevaba de Málaga a Barcelona, llegaba por fin al destino de mi próximo concierto, el Palau de la Música de la ciudad condal. Pasé por el hotel en el que dormiría más tarde, y me aseguré de que mis padres y mi novia hubieran llegado ya a la ciudad, por suerte me acompañarían esa noche. Me marché directo al lugar del concierto porque tenía que hacer todavía la prueba de sonido e íbamos con todo el retraso del mundo.

Entre una multitud de gente, me adentré en el recinto con prisa, suplicándoles que me esperaran y pidiéndoles perdón porque tenía que entrar a hacer las pruebas de sonido y a prepararme. Todo genial, el sonido, el acústico, los músicos, la decoración espectacular de la sala,... me vestí con unos tejanos, una camiseta negra y una americana gris, mi color favorito. Realizaba los ejercicios vocales que siempre hacía para preparar la voz, oía ya de fondo el murmullo de las centenares de personas que accedían a la sala. Salí del camerino y me uní a la pachanga que tenían los músicos al lado del escenario. Siempre hacíamos el tonto antes de salir, era una manera estupenda de ahogar los nervios y relajar el cuerpo.

Salieron ellos primero, el griterío de la gente me exaltaba más de lo que ya estaba. Cogí mi inseparable guitarra, besé el anillo de mi abuelo que siempre llevaba en los conciertos, y me alboroté el pelo para ir un poco más desenfadado. Salí al oír los compases de una de mis canciones, la gente se levantó de sus asientos para recibirme y los decibelios aumentaron con los gritos de los presentes. Sonreí al acercarme al taburete, al estar más cerca del público. Miré a las chicas que llenaban las primeras filas y sonreí aliviado al ver sus caras de satisfacción y felicidad. Me senté y el público tomó asiento de nuevo.

-Buenas noches Barcelona, grité con fuerza. Oí tras mis palabras centenares de respuestas diferentes, que al unísono sonaban a nada. –Gracias a todos por venir, de verdad, esto para mi es un sueño. ¿Vamos a divertirnos un poquito, no?

Me coloqué la guitarra en el pecho, apoyándola en mi pierna, y acompañé los acordes que tocaban mis músicos para empezar con la primera canción, "Te he echado de menos". La gente respondía a mis canciones y las cantaba acompañándome y provocando mi emoción y que sonriera al escucharles. Me fijé que en la primera fila; estaba lleno de caras conocidas, algunas de ellas eran esas amigas que tengo en Barcelona y que me acompañan a cada uno de mis actos en mis visitas a la Ciudad Condal.

Sonaban ya los primeros acordes de la segunda canción de la noche, "Desencuentro", y observé como una de las chicas de la primera fila, a la que no había visto nunca, cerraba los ojos y tarareaba junto a mí la canción. No podía evitar mirarla, me emocionaba que alguien cerrara los ojos y disfrutara de mis canciones, entendía que estaba sintiendo el significado de cada una de las palabras que cantaba, y eso me conmovía. Observé atento como poco a poco su rostro iba inundándose de lágrimas de sus ojos todavía cerrados. Me sorprendí al verla, le sonreí, mirándola, al acabar la canción y al ver como abría los ojos emocionada. Secaba las lágrimas con sus manos, y sonrió cuando cruzamos nuestras miradas.

-Ven, dije haciéndole el gesto con la mano.

Ella abrió los ojos de par en par y las chicas que permanecían sentadas a su lado la zarandeaban para que reaccionara y subiera al escenario mientras el público enloquecía. Se puso en pie ayudada por la gente y me acerqué hasta el borde del escenario para ayudarla a subir. La agarré con firmeza y se echó a mis brazos abrazándome con fuerza.

–Tranquila, le susurré al oído al comprobar que todo su cuerpo temblaba. Me separé de ella y la cogí de la mano acercándola hasta el taburete. Me senté y se quedó a mi lado. -Veréis, dije acercándome al micro. –Llevo todo lo que llevamos de noche viendo a esta chica llorar, vivir y sentir mis canciones como jamás había visto, así que tenía que dejar que ella me acompañara en el próximo tema. Ella me miró sorprendida. -¿Cantas conmigo?, titubeé.

LA CHICA DE PABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora