El móvil vuelve a pitar de una manera bastante irritante. Mi pie se mueve con rapidez, esperando ansiosamente que Robert contestase.
¿Dónde te has metido, Rob?
Llevo mi mano a mi boca, mis dientes pellizcan alrededor de mis uñas y suelto un grito frustrado cuando el contestador vuelve a sonar.
— Mierda —Gruño.
Estoy apoyada en el callejón de atrás de mi trabajo, donde un par de horas antes, había recibido un mensaje: Robert no estaba bien.
¿Pero qué había pasado? No lo sabía.
Desde que Robert se marchó de casa de sus padres hace años, no ha podido salir de ese mundo que le rodea, tan turbio, siquiera cuando me conoció.
Fue en una fiesta cuando lo vi por primera vez. Ha sido una de las pocas veces que lo he visto sin drogar, y definitivamente, desearía que fuesen muchas más pues verlo en un aspecto denigrante, no era para nada agradable de ver.
No he contado exactamente cuánto hace que Robert y yo nos conocemos, pero el suficiente para haber pasado todo lo que hemos pasado: Un romance, noches infinitas entre sus sábanas y alguna que otra discusión.
Todos confiaban que gracias a mí, Robert había dejado las drogas y que yo le llevaba por el camino de luz, pero algo había cambiado... y la peor de las sensaciones albergaba en mi pecho sin poder evitarlo.
Volví a presionar el nombre de Robert para llevar el móvil a mi oreja y volver a escuchar el contestador. Solté un suspiro y comencé a hablar:
— Robert, soy yo. James me ha mandado un mensaje y me ha dicho que estabas... mal. ¿Puedes llamarme cuando oigas esto, por favor? Estoy preocupada por ti. —Hablo rápido antes de que se corte la señal, y cuelgo para así soltar un gran suspiro, relajarme y volver a entrar a mi puesto de trabajo en la cafetería.
Las horas pasaron. Había estado mirando la pantalla de bloqueo con disimulo para ver si había algún mensaje de Robert, pero no había absolutamente nada.
Tenía un nudo en el estómago debido a la mala sensación.
¿Y si le había pasado algo?
Tras salir de la cafetería y despedirme de mi compañera de turno, cogí mi coche y desvié mi ruta: a casa de Robert. Mis manos apretaban el volante tras los nervios que sentía, no sabía cómo iba a poder soltar todo este ahogo si Robert necesitaba mi ayuda, no le iba a hacer bien que yo me pusiera mal también.
Una llamada rompió todo el silencio sobresaltando mi cuerpo, mierda. Cuando veo el nombre de James, el mejor amigo de Robert, cojo el teléfono rápidamente y lo pongo en mi oreja.
— Hola —Hablo rápidamente. — ¿Sabes algo de él?
— Está en el bar Coyote del barrio sur. Me han pegado un chivatazo, estoy a unos pasos del lugar. ¿Llevas el coche? —Me pregunta, asiento como si me viese.
— S-sí —Murmuro, temblando.
Si estaba en ese lugar... ese maldito lugar.
Por lo que una vez me contó como si fuese una anécdota que contar a sus nietos, el dueño del bar Coyote había montado ese lugar como una tapadera de droga, y de ahí comenzó a adquirir sus primeras dosis.
Siempre que iba ahí, no era para ir a tomarse unas cervezas como la mayoría de clientela que entraba en ese sucio lugar. Era para drogarse, ver mujeres prostituirse y beber como si no hubiese un mañana.
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𝙾𝙽𝙴 𝚂𝙷𝙾𝚃𝚂 | 𝚁𝙳𝙹
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