Él
Día #18. El viaje estaba llegando a su fin y eso no hacía más que atormentarte. Te habías acostumbrado a ver a Mariana a toda hora, poder abrazarla o besarla cuando quisieras y contar con la certeza de que al despertarte ella seguiría a tu lado. Bariloche significaba viaje de egresados, fiestas, ataque de pánico. Bariloche significaba chocolate caliente con pochoclos, películas y un casi beso. Bariloche significaba libros, chimenea y declaraciones. Bariloche significaba besos, besos y más besos. Bariloche significaba cosquillas, en todo el cuerpo. Bariloche significaba Mariana.
Mariana significaba el amor de tu vida.
-No te creo... -repitió ella al entrar en tu habitación. Eran cerca de las cuatro de la tarde y una tormenta de nieve los había obligado a quedarse dentro del hotel. Con ella habían decidido quedarse en los sillones de Romeo y Julieta, pero una confesión tuya los había llevado a la habitación que compartías con tus mejores amigos, quienes andaban en algún rincón del hotel con sus mejores amigas. Candela y Agustín hacía dos días que andaban a los besos (al menos públicamente) y Eugenia con Nicolás se la pasaban juntos.
-Te lo vos a probar... -le advertiste y ella se recostó en tu cama riendo con picardía. Sabías que en el fondo te creía pero a Mariana le gustaba jugar (a vos también). Abriste tu valija que descansaba en una esquina de la habitación y buscaste los elementos necesarios. Ella abrió los ojos sorprendida, contabas con todo lo necesario para hacerlo. Sonreíste macabramente y te acercaste a ella.
-¿Es posta, Peter? –te preguntó ya seria y asentiste. Ella mordió su labio y se sentó mejor en la cama. Cruzó sus piernas en forma de indio y te recordó cuando la viste por primera vez, tan chiquita y frágil en aquel sillón.
-¿Vos querés? –te aseguraste y ella dudó por unos segundos pero después sonrió tímida y asintió. –Te acercaste a ella y la besaste, su mano se prendió de tu nuca y ambos rieron. Tiró un poco de vos y ella cayó de espaldas arrastrándote, posaste ambos brazos al costado de su cuerpo para no aplastar. Se separaron un poquito y se miraron. –Quedate quieta... -le pediste.
-¿Cómo hago? –te consultó y reíste, no estaban por hacer nada del otro mundo y ella se preocupaba en hacer todo bien.
-Es lo mismo, amor... -respondiste.
-Es la primera vez que hago esto, Peter... si hago algo mal... -dijo apenada y volviste a reír. Te sentaste en la punta de la cama y tomaste todos los materiales.
-La, lo único que tenés que hacer es quedarte quietita y esperar que termine de dibujarte... -ella te sacó la lengua y llenó sus pulmones de aire. Abriste tu cuaderno y buscaste alguna hoja en blanco. Ella masajeaba sus mejillas y mandíbula cuando volviste a mirarla. -¿Qué haces? –le preguntaste riendo y ella se contagio.
-Intentando relajar los músculo para no reírme, pero vos me la ponés difícil... - se quejó y te inclinaste para besar sus labios de nuevo. -¿Me vas a regalar el dibujo? –consultó mientras controlabas el filo de la mina del lápiz negro.
-No sé, lo tengo que pensar... -ella te miró con un puchero bailando en su boca. –Sos mi mejor modelo, quiero tener de recuerdo tremenda obra de arte... -ella rodó los ojos y vos frunciste el ceño. -¿Qué? Lo digo de verdad...
-¿Soy tu mejor modelo? –insistió y vos asentiste. Se acercó hasta tu cuerpo y se sentó sobre tus piernas, acercando su rostro al tuyo. -¿Si? ¿Osea que con todas tus minitas usas la misma táctica? Poco original Lanzani... -murmuró sobre tus labios y te hizo sonreír.
-Sos la primera... no te preocupes celosa... -se alejó unos centímetros de vos y quiso replicar pero no la dejaste. –Shh... besame... -y a pesar de que se lo pediste fuiste vos quien lo hizo. Envolviste toda su cintura con tus brazos y la pegaste más a tu cuerpo.
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