Inmarcesible

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¡Aquí lo tienes, mi querida amiga! Espero que te guste este regalo de cumpleaños, siento habeme tardado y espero que sea de tu agrado uwu aunque me cueste reprensentar al gruñón de Scott OAO)9

Notas de autor: Gracias a mi Beta-Reader por apoyarme en este proyecto y soportar mis tonterias xD, recuerden niñ@s Hetalia no es mío ni sus personajes, si lo fuera, TodosxTodos sería canon uwu)/

Psdata: no sé si esto es un drabble o un one-shot Cx






Despertó en la oscuridad, aturdido por completo, respirando agitadamente y temblando. Tenía el cabello empapado por el sudor de las sienes y el que se corría por su cuello, sus dedos tropezaron con la cálida cama de seda azul, intentando liberarse del sueño. Lo había sentido tan nítido, tan vivido, tan real…Jadeó con fuerza, algo desorientado y mareado en la apagada habitación, hace tan solo un segundo atrás estuvo bajo la fría lluvia.

—¿England? —murmuró una voz grave, los brazos del dueño de aquella voz lo apretaban, sacudiéndolo con brusquedad— ¡Vamos, despierta!

Inglaterra se incorporó de un salto, aún estaba confundido por el sueño, para su asombro unas cristalinas lágrimas se escaparon de sus ojos sin previo aviso, empapándole la cara sudada.

—¿S-Scott? —vio la preocupación en los verdes pétreos de su esposo, similares a los suyos, quien había dejado de sacudirlo —no es nada, solo…

—Tuviste una pesadilla.

Tragó saliva, aquello no había sido una pregunta sino una afirmación, agachó la cabeza con las mejillas sonrosadas y sus latidos se normalizaron; repentinamente unos fríos dedos acariciaron suavemente sus rubios cabellos y limpiaron las lágrimas de sus calientes mejillas, cerró los ojos disfrutando de aquel tacto suave.

—Solo fue un mal sueño, no importa.

Aquello era una mala mentira y le molestaba, pero le avergonzaba contarle su pesadilla. Maldito sueño.


—Eres tan malo mintiéndome, conejo —Scott acurrucó a Inglaterra en su pecho, abrazándolo y dándole caricias en los brazos delgados de Arthur— Soñaste con “ese día” ¿verdad?

—No…No fue solo eso…

Scott cerró los ojos, abrazó con más fuerza el cuerpo de Inglaterra, tarareándole una nana antigua, intentando calmarlo. Inevitablemente su mente lo transportaba a viejas épocas cuando el inglés medía menos de un metro y se colaba en su colchón de paja; asustado, cuando tronaban tormentas grises o tenía un mal sueño.
 

—Arthur, mírame—refunfuñó un poco por la terquedad del inglés —Tú no vas a volver a estar solo.

Miró hacia abajo, chocando con los brillantes ojos de Inglaterra, se acercó y paso su pulgar derecho por el pómulo rojizo del menor, este lo miraba con una expresión, increíblemente, dulce, y lo atrajo con un desesperado abrazo, rodeando su cuello con sus manos vacilantes y temblorosas.

—Prométemelo… —después de cortar el abrazo, Arthur finalmente le habló— prométeme que no te irás…perdón, eso no es lo que quiero decir…yo…

Y sin darse cuenta, Inglaterra sentía la boca de su esposo contra la suya, y no pudo evitar corresponderle. Se sentía tan patético por ser tan débil ante el tacto rudo de su hermano mayor. Los labios de Scott invadían los suyos, mordiéndole el labio inferior para robarle suspiros y gemidos ahogados de placer y su lengua invadía cada parte de su boca. Odiaba admitirlo, pero besaba muy bien el desgraciado.   
 

    
—¿Qué diablos…?

—Me estabas aburriendo con tus estupideces así que decidí callarte, será mejor que te duermas o tu sistema neurológico fallará más de lo normal.

Arthur frunció el ceño, todavía le sorprendía lo “romántico” que podía llegar a ser el escocés o su trato “suave y comprensible” típico de él. Y aún así lo amaba, joder, lo amaba con todas sus malditas fuerzas.


—Eres de lo peor, Scott. En serio te detesto.

—Yo también te quiero, querida.




Scott contemplaba el rostro durmiente de su pequeño, le acariciaba las mejillas, los cabellos dorados como el trigo, sus pálidos brazos protegidos por el camisón a rayas y disfrutaba la fragancia a rosas con té que desprendía el cuerpo del menor. Arthur significaba muchas cosas para Scott.

La sangre le hervía al no poder proteger a su conejo de aquellos lobos creados por su mente, jamás le diría que estaba preocupado, era un Kirkland y los Kirkland nunca eran sinceros con las palabras, aunque sí con sus actos y si eso implicaba darle caricias con besos en la frente para proteger sus dorados sueños, con gusto lo haría. En especial en Julio.

No era tonto, Escocia no tenía ni un pelo de idiota, sabía que Arthur había soñado cuando ese maldito "yankee" lo abandonó, sería deshonesto decir que no le causaba celos, pero la mirada de Arthur…aquella mirada…

Mierda, de verdad, estaba muy enamorado de su Inglaterra.

   


No llores más, aquí estoy para cuidarte, mi tonto conejo.


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