Alas y recuerdos rotos.

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Siempre quise creer que los monstruos y los héroes sólo pertenecen al mundo de los cuentos, pero me temo que al menos los monstruos realmente existen.

Quise protegerte de todos ellos, pero tú ya habías conocido a tantos en tan poco tiempo...

***

Steven se había despertado aproximadamente a las dos de la tarde. Sentía extraño estar sobre aquel pequeño sofá en esa sencilla sala. Pero le resulto cómodo, más cómodo y cálido que su pequeña guarida que le servía de refugio. Un tipi hecho de cartón y retrasos de lona que servían de material aislante.

La sala en la que despertó le resultó linda, le era semejante a estar en el tipo de casa en la que hubiese querido vivir. Ni hablar de que olía rico, le olía a comida.

Tenía ganas de levantarse o al menos de rascarse la nariz, pero no hacía ni uno ni otro. Debido a que su propio cuerpo le dolía al punto de ser una molestia paralizante. Además las vendas que le cubrían y a la vez le ataban los brazos al torso, se le asemejaron a una extraña camisa de fuerza casera, que le impedía despegar sus manos de su pecho.

Una momia- Pensó el chico al ver cómo la joven de ojos azules lo había envuelto. No era para menos que Lazuli recurriera a esa medida preventiva, no después del inusual e inesperado intento de escape de la noche anterior.

Pese a tener los pies libres sus intentos de levantarse y liberase terminaban infructuosos. A lo mucho podía incorporarse para después nuevamente caer rendido al sofá, sin poder respirar por el esfuerzo.

El pequeño se perdía en sus pensamientos con la mirada en el techo al que le hacía falta una mano de pintura.

Se pregunto si acaso la esbelta chica de cabellos y ojos azules le haría algo más que tenerlo atado. Cerro los ojos y negó con un suave movimiento de cabeza. Steven despejó sus miedos de detrás de las complejas intenciones que pudiera mal interpretar.

Mientras giraba la cabeza iba descubriendo que aquel lugar parecía un pequeño taller de arte. Cerca de él se encontraba un pequeño mueble y sobre este una guitarra y algunos pinceles. Sobre un librero, se amontonaba algunos estuches y pinturas para óleo Y como cereza sobre el pastel, en medio de la sala una extraña escultura que se podría asemejar a un árbol o un monstruo cactus.

La puerta de la habitación no se abrió hasta unos minutos después. Lapis salió del cuarto a la sala y después a la cocina, venía con un paso apresurado a apagar la estufa, luego sin decir palabra paso de regreso y se metió al cuarto. Steven no podía evitar mirarla de reojo. Le era curioso que en aquella ciudad existiera alguien que gustará de teñir su cabello de aquel color, le agradaba a Steven, por qué creía que le quedaba muy bien a la joven.

-Azul... ¿Por qué azul? Pensó para sus adentros el jovencito mientras prestaba atención al detalle del tenue bronceado presente en la piel de la Lazuli. Era por mucho menos morena de lo que le había hecho creer la luz rosa de la noche anterior.

Por el modo en el que Lapis lucia, parecía haber tomado un baño caliente. Vestía apenas unos shorts y una blusa de color negro. Parecía que le gustaba estar cómoda y poco le importaba que él estuviese de visita, aunque él parecía más su rehén que una visita.

-Disculpe... LapisLazuli- Con algo de pena llamo el chico la atención de la joven. ¿Podría ayudarme?

Ella se acercó y lo observo con curiosidad.

El cantar de los caídos. Lapiven AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora