5. Me avergüenzo de un idiota

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Una cabaña llena de ladrones oportunistas me fulminó con la mirada cuando entré.

 Algunos miraron con un brillo travieso en dirección hacia mis bolsillos, pero puse mi mano amenazadoramente sobre la daga que descansaba en mi cinturón para dejarles sus límites claros.

-- Ni lo piensen-- les dije y sonrieron. --¿Dónde está Luke?

-- Entrenando en el ruedo-- me respondió Travis Stoll, haciéndome sospechar al instante. Yo nunca podía adivinar cuando ese chico estaba mintiendo o decía la verdad. -- En serio, realmente está entrenando-- insistió, al ver mi duda.

-- Muy bien...-- dije lentamente, sin saber qué hacer ahora. --Regresaré en un rato-- agregué mientras me giraba y me iba. Hubo algunas risillas detrás de mio y suspiré.

-- Quitenme lo que sea que hayan pegado en mi espalda-- ordené con voz calmada sin darme la vuelta.

La cabaña entera pareció gemir cuando Connor Stoll, de mala gana, arrancó un trozo de papel pegado con cinta diurex en mi espalda que decía Miss sabelotodo. Les dí mi mejor mirada de muerte antes de darme la vuelta y partir. Una vez afuera, no supe qué hacer. 

No quería molestar o interrumpir a Luke durante su entrenamiento, pero también necesitaba cumplir con las órdenes de Quirón y yo no confiaba en ningún otro hijo de Hermes para encargarle el recibir a un campista nuevo. 

Pensando en alguna excusa para entretenerme fui y tomé un libro escrito en griego antiguo llamado "Arquitectura griega especializada" de mi cabaña y regresé casi de inmediato para sentarme en el primer escalón de la cabaña de Hermes a esperar el regreso de Luke mientras leía. Por cierto no sé si ya les mencioné que como semidioses griegos la dislexia nos impide leer el inglés pero nos permite leer y escribir perfectamente bien el griego antiguo, por eso mi libro se encontraba escrito en griego.

Ya había leído este libro varias docenas de veces antes, por lo que lo me sabía las palabras de memoria, más adoraba leerlo y releerlo. Solía relajarme y en estos momentos, cuando el mundo estaba en inminente peligro de ser destruido por riñas de dioses todopoderosos, quería relajarme un poco.

Leí los primeros dos capítulos y después cerré el libro para intentar recitarlos de memoria, las primeras tres mil palabras ya me las sabía de memoria pero al pasar de las tres mil comenzaba a buscar sinónimos para las palabras y me era más difícil concentrarme, efectos del TDAH. A pesar de amar la lectura la gran mayoría de los hijos de Atenea también padecían Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad o Dislexia, e incluso algunos como yo padecíamos ambas lo cual nos frustraba a la hora de intentar relajarnos y concentrarnos por completo en el libro.

 Un truco que yo desarrollé para no desesperarme debido a mi TDAH era que cuando leía un libro mientras sujetaba las paginas con la mano izquierda con la derecha movía mi daga en círculos sobre mi mano y la aventaba hacia arriba para después atraparla por el mango y repetir el ciclo de nuevo. De esta forma mis reflejos de batalla estaba ocupados pendientes de mi daga mientras la otra mitad de mi cerebro se sumergía en el mundo de la lectura.

Aquella daga era muy preciada para mí ya que tenía una historia especial y era el primer obsequio que recibí como semidiosa. Sonreí para mí misma al recordar a la persona que me la había regalado, y de inmediato me vi a mi misma con siete años, escondida y llorando bajo una lámina, después estaba en un parque infantil acompañada de otros dos niños mayores: uno rubio y una chica de pelo oscuro y corte punk. 

Aún recordaba a la perfección como ellos me enseñaron a usar mi daga, dejé de leer para recordar una ocasión donde robamos una tienda en busca de comida: como yo tenía siete años mi trabajo era la distracción mientras mi héroe rubio se encargaría de llenar nuestra mochila de comida y Thals se encargaría de provocar una descarga eléctrica que provocara que la corriente eléctrica fallara. Aquella ocasión tuve que aprender a actuar ya que cuando la luz se fue mi trabajo era mantener distraída a la señora de la caja registradora, tuve que llorar y fingir estar perdida lo cual realmente no era muy difícil y aquella misión para conseguir comida fue todo un éxito. 

Annabeth Chase y el Ladrón del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora