Le mostré a Percy algunos talleres, el recódromo, y algunos sitios más aunque era difícil concentrarme cuando había gente mirándonos y señalándonos por todas partes.
No sabía si era porque rumor del incidente en el baño se había extendido o porque yo todavía me encontraba empapada de pies a cabeza. De cualquier manera, toda esa atención extra sobre nosotros no ayudó mucho a mejorar mi humor. Cuando terminamos por regresar al lago y el sendero hacia las cabañas era visible nuevamente, en secreto me alegré de poder deshacerme de Percy.
--Tengo que entrenar --, le dije sin ninguna emoción. -- La cena es a las siete y media-- le indiqué--. Sólo tienes que seguir desde tu cabaña hasta el comedor --. Comenze a caminar para alejarme cuando él me detuvo.
-- Annabeth, siento lo ocurrido en el lavabo --, me dijo, luciendo realmente arrepentido.
-- No importa -- espeté queriendo marcharme de allí lo antes posible.
-- No ha sido culpa mía -- replicó él.
¿En serio? Lo miré escéptica, con mi mejor expresión de:Eso-ni-tú-te-lo-crees. Los baños no solían entrar en erupción por sí solos ni lanzar chorros de agua al azar. E incluso en el hipotético caso de que hubiera una fuga y el agua saliera, era completamente imposible que saliera con la presión necesaria para alejar y empujar a las chicas. Ni siquiera en el mitologico e irreal mundo de semidioses griegos era normal ver explotar los baños.
Pude ver que él también estaba empezando a darse cuenta de eso.
-- Tienes que hablar con el Oráculo--, le dije.
--¿Con quién?
-- No con quién. Sino con qué. El Oráculo. Se lo pediré a Quirón--, Percy parecía completamente perdido. No lo culpo, a veces podía hablar de forma encriptada cuando me lo proponía. Y definitivamente quería hacerlo en este momento.
Estaba mirando hacia el lago, frunciendo el ceño. Vi que había náyades bajo el agua, sonriéndole y saludando. Él les devolvió el saludo con timidez.
-- No las animes--, le aconsejé --. Las náyades son terribles como novias.
-- ¿Náyades? --, repitió en tono flipante --. Hasta aquí hemos llegado. Quiero volver a casa ahora --. Se giró para verme de frente, en su rostro una mirada decidida como si me retara a detenerlo. Suspiré y fruncí el seño.
-- ¿Es que no lo pillas, Percy? Ya estás en casa. Éste es el único lugar seguro en la tierra para los chicos como nosotros.
--¿Te refieres a chicos con problemas mentales?
-- Me refiero a no humanos. O por lo menos no del todo humanos. Medio humanos.
-- ¿Medio humanos y medio qué? -- Wow, ¿este chico es estúpido o se hace el tonto?
-- Creo que ya lo sabes --, le respondí con impaciencia. Parecía abatido y reacio a admitirlo --. Dios --, murmuró --. Mitad dios.
Reprimí mis ganas de alzar los brazos al cielo y exclamar:¡Por fin!
-- Tu padre no está muerto, Percy. Es uno de los Olímpicos.
-- Eso es ... un disparate.
-- ¿Lo es?-- repliqué con ironía -- ¿Qué es lo más habitual en las antiguas historias de los dioses? Iban por ahí enamorándose de humanos y teniendo hijos con ellos ¿recuerdas? ¿Crees que han cambiado de costumbres en los últimos milenios?
-- Pero esos no son más que... -- vaciló --. Pero si todos los chicos que hay aquí son medio dioses...
-- Semidioses -- lo corregí --. Ése es el término oficial. O mestizos, en lenguaje coloquial.
ESTÁS LEYENDO
Annabeth Chase y el Ladrón del Rayo
Fiksi PenggemarAnnabeth Chase es hija de Atenea y ha estado en el campamento más tiempo que nadie. Es la principal consejera de su cabaña siendo conocida y respetada por todos los campistas. Annabeth tiene todo lo que un semidiós podría desear, excepto una misión...