7. Intento aclarar las dudas del novato...¿y lo confundo aún mas?

186 14 1
                                    

Le mostré a Percy  algunos talleres, el recódromo, y algunos sitios más aunque era difícil concentrarme cuando había gente mirándonos y señalándonos por todas partes.

 No sabía si era porque rumor del incidente en el baño se había extendido o porque yo todavía me encontraba empapada de pies a cabeza. De cualquier manera, toda esa atención extra sobre nosotros no ayudó mucho a mejorar mi humor. Cuando terminamos por regresar al lago y el sendero hacia las cabañas era visible nuevamente, en secreto me alegré de poder deshacerme de Percy.

--Tengo que entrenar --, le dije sin ninguna emoción. -- La cena es a las siete y media-- le indiqué--. Sólo tienes que seguir desde tu cabaña hasta el comedor --. Comenze a caminar para alejarme cuando él me detuvo.

-- Annabeth, siento lo ocurrido en el lavabo --, me dijo, luciendo realmente arrepentido.

-- No importa -- espeté queriendo marcharme de allí lo antes posible.

-- No ha sido culpa mía -- replicó él.

¿En serio? Lo miré escéptica, con mi mejor expresión de:Eso-ni-tú-te-lo-crees. Los baños no solían entrar en erupción por sí solos ni lanzar chorros de agua al azar. E incluso en el hipotético caso de que hubiera una fuga y el agua saliera, era completamente imposible que saliera con la presión necesaria para alejar y empujar a las chicas. Ni siquiera en el mitologico e irreal mundo de semidioses griegos era normal ver explotar los baños.

Pude ver que él también estaba empezando a darse cuenta de eso.

-- Tienes que hablar con el Oráculo--, le dije.

--¿Con quién?

-- No con quién. Sino con qué. El Oráculo. Se lo pediré a Quirón--, Percy parecía completamente perdido. No lo culpo, a veces podía hablar de forma encriptada cuando me lo proponía. Y definitivamente quería hacerlo en este momento.

Estaba mirando hacia el lago, frunciendo el ceño. Vi que había náyades bajo el agua, sonriéndole y saludando. Él les devolvió el saludo con timidez.

-- No las animes--, le aconsejé --. Las náyades son terribles como novias.

-- ¿Náyades? --, repitió en tono flipante --. Hasta aquí hemos llegado. Quiero volver a casa ahora --. Se giró para verme de frente, en su rostro una mirada decidida como si me retara a detenerlo. Suspiré y fruncí el seño.

-- ¿Es que no lo pillas, Percy? Ya estás en casa. Éste es el único lugar seguro en la tierra para los chicos como nosotros.

--¿Te refieres a chicos con problemas mentales?

-- Me refiero a no humanos. O por lo menos no del todo humanos. Medio humanos.

-- ¿Medio humanos y medio qué? -- Wow, ¿este chico es estúpido o se hace el tonto?

-- Creo que ya lo sabes --, le respondí con impaciencia. Parecía abatido y reacio a admitirlo --. Dios --, murmuró --. Mitad dios.

Reprimí mis ganas de alzar los brazos al cielo y exclamar:¡Por fin!

-- Tu padre no está muerto, Percy. Es uno de los Olímpicos. 

-- Eso es ... un disparate.

-- ¿Lo es?-- repliqué con ironía -- ¿Qué es lo más habitual en las antiguas historias de los dioses? Iban por ahí enamorándose de humanos y teniendo hijos con ellos ¿recuerdas? ¿Crees que han cambiado de costumbres en los últimos milenios?

-- Pero esos no son más que... -- vaciló --. Pero si todos los chicos que hay aquí son medio dioses...

-- Semidioses -- lo corregí --. Ése es el término oficial. O mestizos, en lenguaje coloquial.

Annabeth Chase y el Ladrón del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora