Capítulo 1: Percy reprueba el examen de torero y termina cómo queso suizo.

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¿Qué es lo que impulsa a las personas a seguir viviendo?

Era una pregunta que muchos podían llegar a considerar absurda e irrelevante. Tal vez lo era para aquellas personas que vivían de forma tranquila y sin preocupaciones más allá de lo cotidiano, como estudiar, trabajar, pagar cuentas y, eventualmente, morir. Tal vez sea por eso que no eran capaces de comprender la magnitud y profundidad de dicha pregunta.

Pero para aquellas personas que vivían con un pie dentro de la tumba, quienes constantemente se veían amenazados ante la perspectiva de no saber si mañana vivirían, era una pregunta que se hacían constantemente.

Esas personas podrían ser personas comunes. Una persona que se encontraba en un estado de enfermedad terminal tal vez podía llegar a comprender lo profundo que era esa pregunta, o alguien que acababa de tener un encuentro cercano con la muerte.

Para Percy, quién ha padecido lo segundo innumerables veces a lo largo de su corta vida, era una pregunta que se había hecho la misma cantidad de veces en la que su vida había estado en peligro. Y, a pesar de haber pensado en ello durante noches enteras sin dormir, la triste realidad era que él no tenía una respuesta.

Y, además, en estos momentos, él no podía sentarse a reflexionar sobre esa pregunta.

De hecho, ninguna persona podría llegar a hacerlo mientras hace su mayor esfuerzo posible de correr por su vida, apoyándose en los pequeños hombros de una niña que no parecía tener más de once años.

Percy no podía pensar claramente. Estaba a punto de desmayarse, tenía sueño y frío. Lo único que lo mantenía despierto era el punzante dolor en su hombro y las palabras de apoyo de la pequeña niña que lo ayudaba a mantenerse en pie mientras caminaban.

-Vamos, falta poco. Solo un poco más-decía ella, aunque Percy tenía la certeza de que lo decía más para sí misma.

Él tenía la sensación de que esa fría y oscura noche sería la última para él. Deseaba atribuir esos pensamientos a lo nublado que se encontraba su juicio debido a la debilidad de su cuerpo, pero no podía mentirse a sí mismo. Últimamente, Percy veía todo con pesimismo y amargura. Aunque, por extraño que parezca, él nunca perdió la esperanza. Estaba allí, en lo profundo de su ser, ardiendo levemente como una fogata en una tormenta de nieve.

Ambos avanzaban a paso lento por las calles adoquinadas del parque. Las farolas ubicadas a los lados del camino iluminaban levemente su andar. En la distancia, Percy pudo ver un rayo surcar el cielo lleno de nubes oscuras que parecían arremolinarse sobre él. Se acercaba una tormenta, el constante y frío viento que le causaba un escalofrío por todo su cuerpo se lo recordaba. Tal vez debió conseguir algo más abrigado que una simple camiseta que en estos momentos se encontraba manchada de tierra y sangre.

Apretó los dientes para evitar gritar de dolor. En todos estos años, su umbral de dolor era bastante alto debido a todo lo que tuvo que soportar. Pero este dolor sin duda alguna se encontraba en el top 3.

Pero no, no desistiría. No se rendiría cuando había alguien que dependía de él. Le asustaba pensar en lo que ocurriría si él se derrumbaba allí, dejando sola a la pequeña niña. Es por eso que seguía adelante.

Percy comenzó a toser involuntariamente. Sentía la garganta increíblemente seca y, cuando tosía, un dolor se instalaba en su garganta que no desaparecería hasta dentro de varios minutos.

- ¿Estás bien? -preguntó la niña, con preocupación en sus ojos -. Podemos detenernos un momento a descansar si quieres.

-No-dijo Percy-. Tenemos que seguir. No sabemos si esa cosa está muerta. Tal vez solo logramos despistarlo.

Libro 1: El Origen de un HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora