Eres sólo mío

Capítulo once: ¿Lo odio?

Me hizo a un lado y caminó directamente hacia el edificio, mientras yo estaba tratando de comprender lo que acababa de decir. Que podría ser lo suficientemente malo para que él solo pudiera suponer que lo odiaría, sin dar otra opción. Dentro de mi pecho crecían sentimientos hacia Aokaze que ni yo mismo lograba comprender.

Yoruharu llegó hasta el sitio donde me encontraba junto con Koishi, estaban aturdidos por lo que habían presenciado minutos antes y era evidente que querían preguntar que había sucedido entre Aokaze y yo. Me acerqué a mi hermano y lo tomé por los hombros, sacudiendo violentamente, el trató de soltarse en vano me encontraba enfurecido por lo que había dicho anteriormente, quería saber que era aquello que me ocultaban, pero sabía que él no diría nada.

Koishi me miraba atentamente, viendo como intentaba sonsacarle las palabras a mi hermano, sin decir nada al respecto. En mi mente sabía que todos conocían aquella verdad tan amarga y que ninguno de ellos me la diría. Quería estar solo así que salí corriendo sin siquiera despedirme de ninguno, estaba salido de mis cabales cuando entré al apartamento, busqué el botiquín y me limpié las heridas que tenía en el rostro cuidadosamente.

En el pasado no entendía por qué en ese momento Koishi no había intervenido en esa pelea si estaba tan seguro de que ese tipo era malo y también si tan enamorado estaba de mí. Supuse que era por mi bien, para que yo por fin abriera los ojos.

Estaba aún molesto, sin embargo, no podía hacer nada al respecto así que me recosté en el sofá y cerré mis ojos, lágrimas comenzaron a salir lentamente sin que me percatara de ello y no deseaba contenerlas más. Me encontraba sobrecogido por todo lo que me estaba sucediendo, sentía como si estuviera de nuevo en aquella época donde mi vida era una pesadilla constante, sin tener en nadie a mi lado para protegerme.

Escuché la puerta del apartamento abrirse y a mi padre entrar, no quería que me viera en ese estado por lo que me limpie la cara rápidamente y subí a mi habitación con la cabeza baja. Apenas crucé la puerta, la cerré y coloqué el seguro en ella, caí de rodillas y lloré penosamente evitando emitir algún sonido para no llamar la atención. Cuando terminé, me levanté del suelo y me recosté en la cama, quedándome dormido al poco tiempo.

En la mañana ya me sentía un poco mejor de ánimo, pero no quería ver a ninguno de ellos, pero obviamente alguno vendría a buscarme para seguirme envolviendo en esa falsa verdad. Justo cuando bajé las escaleras para llegar a la cocina, Yoruharu estaba sentado en el sofá mirando su teléfono celular totalmente concentrado, sin percatarse de mi presencia o eso quise pensar, no deseaba hablar con nadie y menos con él, porque a pesar de que era mi hermano ahora no se sentía así. Sin embargo, él me dijo en un tono bajo:

—No comprendo lo que paso con Aokaze, pero créeme él no es un mal tipo solo que no sabe cómo contarte todo y yo no puedo ayudarlo con eso por más que quiera. Hay algo que, si puedo decirte para que entiendas un poco mejor, pero después de eso no hablaré mas ¿comprendes?

Su tono de voz me sobresaltó un poco porque nunca lo había escuchado hablar de una forma tan seria y le respondí:

—Entiendo

En eso Yoruharu comenzó a hablar, de manera pausada para que yo pudiera entenderlo bien mientras me sentaba a su lado:

—Recuerdas cuando vivíamos en Hokkaido, cerca de nuestra casa habitaba una madre con un niño pequeño que permanecía sucio y despeinado la mayor parte del tiempo. era tan delgado que se notaban sus huesos, su cabello lucía más oscuro debido al mugre y sollozaba con frecuencia cuando nos los encontrábamos.

Aquel relato hizo que quedara congelado en mi sitio, había olvidado a aquel pequeño chico que pasaba tiempo con nosotros jugando, así que contesté:

—Ahora lo tengo presente en mi mente, pero no comprendo que tiene que ver eso con Aokaze.