Capítulo doce: Pasado

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Dudaba que realmente quisiera tener una relación conmigo y más teniendo en cuenta el hecho de que ambos éramos hombres, sin embargo, decidí preguntarle:

—Aokaze, podrías decirme ¿Cuál era tu objetivo conmigo?

Tomando un pequeño sorbo de café, lo pensó durante unos segundos, luego respondió:

—Te lo he dicho antes ¿no? Es simple, quiero que pagues lo que me debes.

Estas putas palabras no significaban nada y me enojaba, pero decidí seguirle el juego. Luego de esto conversamos sobre cosas triviales y descubrí, para mi sorpresa que teníamos varias cosas en común.

Al salir del café, Aokaze entro en estado de pánico total, no podía comprender que era lo que había sucedido si tan solo minutos antes estaba bien. Miré alrededor para tratar de descifrar que pasaba, pero solo vi a Koishi conversando con un hombre, en ese momento Aokaze me tomó del brazo y me arrastro de vuelta al café, al ver su comportamiento tomé coraje y le pregunté con un leve tono de burla:

—¿Qué te pasa? acaso viste algo que te asustó...

Él me lanzó una mirada asesina y no respondió, por lo que comprendí que realmente había algo a lo que incluso un sujeto como este le tendría tanto miedo.

Al cabo de un rato, volvimos a salir del café, solo que esta vez ya no estaba Koishi por ningún lado ni tampoco el hombre que lo acompañaba. Aokaze pareció tranquilizarse de repente y me dijo en voz baja:

—Vi una parte de mi pasado que he tratado de superar desde hace mucho y ahora apareció de nuevo, probablemente me quiera de vuelta.

Jamás imaginé escuchar este tipo de palabras de él, pensé que tal vez era solo alguien con el que había tenido problemas, pero no, esto parecía una venganza y sentía que me estaba metiendo en algo sumamente peligroso y deseaba con todas mis fuerzas escapar. Era consciente de que el miedo se apoderaba de mí, pero no podía dejar a Aokaze solo en una situación así, tomamos un taxi de vuelta al edificio y antes de llegar al tercer piso me dijo:

—Por favor, duerme conmigo esta noche.

Ante su voz suplicante no pude decir nada para rechazarlo, por lo que el agarró mi mano y me llevó hasta su habitación, la cual no era grande, pero era lo suficientemente cómoda para acoger a dos personas. Pidió que me acostara en su cama indicando que él se acostaría en el piso, no me pareció correcto por lo que le dije:

—No seas imbécil, hay suficiente espacio para los dos en la cama.

Al escuchar esto, Aokaze se acomodó junto a mí y se quedó dormido sobre mi hombro, parecía un niño pequeño por lo que no pude resistir la tentación de pasar mi mano por su mejilla, la cual era bastante suave al tacto. Sentir su calor cerca de mí me abrumaba un poco, pero logré acomodarme y dormir profundamente.

En la mañana Aokaze ya no se encontraba en la habitación, por lo que me di prisa para volver a mi apartamento, pero antes de llegar a la puerta advertí que él se hallaba de arrodillado en la puerta en un estado de shock total, sollozaba suavemente y sus lágrimas habían mojado su ropa. Verlo en ese estado me destrozaba, por lo que me acerqué un poco y traté de consolarlo, pero en ese momento gritó con una mezcla de pánico e ira:

—Tú viste esa maldita escena sin hacer nada al respecto, tan solo abandonándome a mi suerte y por eso, decidí hacerte pagar.

Mi mano se detuvo en el aíre y cayó pesadamente sin tocarlo, no entendía a que se refería con esa frase, pero tenía miedo. Retrocedí un par de paso, cuando él me agarró fuertemente del tobillo y me hizo caer, luego de unos minutos recobré el sentido para darme cuenta de que me había atado las manos y me estaba tratando de dar un líquido para que lo bebiera, cerré fuertemente mi boca, pero él consiguió abrirla y verter aquel fluido extraño por mi garganta, en un par de minutos caí en un profundo sueño.

Cuando desperté me dolía la cabeza y me sentía mareado aquel liquido era un potente somnífero por lo que pude deducir después, intenté levantarme, pero me di cuenta de que estaba amarrado de pies y manos sobre una cama angosta por lo que solo pude elevar la cabeza, la habitación estaba tan oscura que no podía ver si había alguien alrededor, después de algunos minutos mis ojos se adaptaron y pude distinguir la pequeña mesa de noche junto a ella. No recordada bien como había terminado en estas circunstancias más allá del hecho de que me estaba con Aokaze, en eso sus palabras vinieron a mi mente y me asustaron más que el hecho de estar atado.

Entró de nuevo en la habitación. El aura que transmitía indicaba que todo sería distinto ahora. Él entró nuevamente a la habitación, se mostraba un tanto cansado de la situación. Se aproximó a la cama. Se arrodilló entre mis piernas, que se encontraban totalmente abiertas y busco pacientemente el orificio entre mis glúteos, me sobresalte cuando sentí su dedo hundirse lentamente dentro de mí, moviéndolo rápidamente. Me dolía por lo que le dije:

—¡Para! Duele demasiado

Sin embargo, no pareció escucharlo porque el movimiento no solo se detuvo, sino que al contrario se hizo más violento mientras me revolvía tratando de frenarlo, él gritó:

—¡Quédate quieto o te dolerá más!

Chille en respuesta:

—No me molesta que hagas esto, pero sí que no utilices lubricante.

Su mirada me intimidaba, pero escuchando mi respuesta quedó en blanco. El dolor era insoportable por lo que se acercó a la mesa de noche y sacó un frasco que contenía un líquido trasparente que unto generoso en sus dedos para volver a meterlos en mí. Después de varios minutos él sacó su dedo, levantando mis caderas para poder pasar su lengua por aquel orificio, me congelé en el acto cuando esta se metió dentro de mí. Aokaze me retuvo con fuerza, hundiéndola rítmicamente hasta que estuviera lo suficientemente húmedo para volver a introducir sus dedos. Sacó su lengua, metiendo nuevamente sus dedos mientras tomaba mi miembro entre sus labios, los movimientos se acompasaron paulatinamente, mi respiración se hacía más errática y olas de placer me sacudían sin cesar cada vez con más fuerza hasta que no pude resistirlo más, mi mente se quedó en blanco mientras me venía en su boca otra vez. Él parecía complacido y dijo sin mirarme:

—Realmente me encanta hacerte esto, aunque preferiría que tú lo desearas tanto como yo.

Yo jadeaba escuchando sus palabras, cuando él me vio en ese estado su rostro se desfiguró con una mueca de asco diciendo:

—Maldita sea, tanto te desagrada esto. Pues apenas comienza, mañana te espera un gran día.

Eres sólo míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora