Capítulo quince: Estoy harto

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Apenas terminamos, Aokaze se levantó de la cama y se vistió mientras me decía:

—Es hora de que te vayas, creo que has tenido suficiente de todo esto.

No comprendía porque lo hacía por lo que le contesté:

—¿Exactamente a que te refieres?

Sin mirarme y en un tono bajo que denotaba que estaba avergonzado contestó:

—Me refiero a tu experimento, ahora ya sabes que es tener sexo con un hombre, así que no hay necesidad de que te quedes más. Como ya te dije antes, no tengo deseos de estar contigo solo para tener sexo y no pretendo que alguien como tú que evidentemente no siente ningún tipo de atracción por mi más allá de esto, se esfuerce, porque al final será demasiado doloroso para mi cuando te vayas.

Sus palabras hicieron que mi corazón doliera, porque en parte tenía razón. En un principio pensé que era completamente imposible tener algo más que sexo con aquel tipo, pero justo en este momento no quería reconocer que me gustaba porque era cobarde. Lo mejor que podía hacer en aquel momento era cambiar de tema por lo que le pregunté lo más seriamente que pude:

—Ahora sí, quiero que me expliques el porque te de venganza contra mí.

Él pareció sorprendido por el cambio de tema, pero asumió que todo había concluido. Se quedó unos minutos en silencio hasta que por fin hablo, su tono mostraba rabia latente:

—Te conocí cuando vivías en aquel pueblo, antes de que te mudaras para acá.

Tal vez no me recuerdes, pero me la pasaba siguiéndote para todo lado con la mirada mientras jugabas alegremente con tu hermano, te admiraba, sabes. Eso cambió el día en que aquel hombre me encerró en una pequeña habitación, no comprendía porque me sucedía todo esto. Cada día, ese bastardo llegaba hasta allí para usarme como su maldito juguete sexual, se excitaba al humillarme y después de eso me obligaba a practicarle sexo oral, por repugnante que esto me pareciera garantizaba que no me golpeara hasta dejarme inconsciente, lo hacía hasta que eyaculaba en mi boca, luego de esto me agarraba del cabello y me arrojaba al piso sin importarle si me hacía daño.

Quede en blanco al escuchar esto. Era un niño que había sido abusado por un degenerado que disfrutaba viéndolo sufrir. Jamás imaginé que este tipo hubiera pasado por algo así, dije:

—Por eso tienes tantas cicatrices ¿verdad? Ahora comprendo porque decías que no querías ser usado de nuevo. Me siento tan miserable justo ahora.

El asintió ante mi pregunta dándome a entender que estas eran producto de haber desobedecido a ese bastardo. Continúo hablando con voz entre cortada:

—Apenas él tipo se marchaba, mis lágrimas caían como cascada y debía tragarme la angustia que sentía en aquel momento, porque estaba solo en ese lugar. Los días eran una tortura, aquel tipo se aprovechaba de las circunstancias para tratarme como una basura e incluso hacia todo esto en frente de su hermano pequeño, sin importarle lo que este pudiera pensar.

Un día aquel niño trajo consigo un amigo, eras tú. Apenas te vi, sentí una emoción inmensa porque creí que me ayudarías, pero todo eso se fue a pique cuando ese imbécil abusó de mi como siempre y tú solo mirabas con esa cara de espanto y de asco. Acaso no me recuerdas, yo era aquel niño amarrado en ese sótano, aquella piltrafa humana que tenía la cara mugrosa y el cabello tan largo que ocultaba parte de mi cara dejando ver solo mis ojos llorosos que suplicaban ayuda. Mientras ese asqueroso sujeto se acercaba para golpearme y hacerme todo tipo de cosas horribles.

Tenía varios cortes en los muslos y brazos, golpes en la cara, algunos recientes, otros se notaban que eran de varios días y las muñecas presentaban llagas donde rozaban los grilletes. Me encontraba en la esquina de aquella fría habitación, era tan solo un niño, sin embargo, estaba encadenado a la pared para evitar que huyera antes de que terminara de pagar una deuda que ni siquiera era mía.

Eres sólo míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora