Conservando la cordura...

Caos

Aunque normalmente no es algo que se deba saber, sé que estoy en un sueño. Respiro hondo, o al menos lo hago en el sueño. En mi sueño estoy en una habitación oscura de pesadilla. No puedo ver nada, y siento una sensación de malestar en mi estómago, junto con un mal presentimiento. Además, están las náuseas.

Reconozco muy pronto el sentimiento: es lo que sentí cuando vi el vídeo de Jeanie Quiwards atacando a su prometido. Siendo vagamente consciente de ello, me siento culpable. No sé por qué, porque yo no he hecho nada y sé que no es mi culpa. Pero lo siento.

Suelto una exclamación ahogada al ver dos puntos rojos en la oscuridad, y de pronto, veo a mi madre, herida y con los mismos ojos de ira que Jeanie. Pero no me asusto. A lo mejor es porque un sueño, pero siento el miedo muy lejano de mí ahora. La miro a los ojos, y frunzo el ceño. Está extraña, pero sigue siendo mi madre. Doy un paso hacia ella, como Thompson cuando se acercó a Jeanie, y mi madre salta hacia mí. Tiene sus manos en mi cuello y...

Me despierto con la respiración agitada. Sé que el vídeo de Internet que vi fue duro de ver, pero ya había visto imágenes gore que algún depravado sube a Internet y las cuela en páginas para que la gente lo vea. Además, como los otros chicos y chicas de hoy en día, estoy bastante insensibilizado. No creía que me fuera a durar, y no pensaba que las pesadillas seguirían. Mucho menos con la forma de mi madre.

Voy al baño a lavarme la cara, con la respiración ya regulada pero el pulso a cien. Estoy con la ropa de calle de ayer, ya que me fui a dormir muy temprano y estaba demasiado cansado como para ponerme el pijama. Me quito la ropa sudada y me preparo, con movimientos mecánicos y con la cabeza en las nubes.

Llevo un poco de dinero para comprar algo por el camino, ya que me he despertado tarde. Paso por la sala de estar con la mochila colgada de un solo hombro, y veo a mi madre, sentada en el sofá y mirando la televisión. Tiene las manos cerradas encima de los labios, y está ligeramente inclinada hacia adelante. Tiene el ceño fruncido, un tic de preocupación que yo he heredado de ella. Cuando oye mis pasos, cierra la televisión frenéticamente, se pone derecha e intenta sonreírme.

Casi doy un paso hacia atrás recordando mi pesadilla, y con un poco de sudor en la nuca, pienso: "Joder, tranquilízate, es sólo mamá..." . Aunque, aparte del sueño, no puedo olvidar el histerismo con el que ha intentado ocultarme lo que aparecía en la pantalla.

-Mamá... ¿pasa algo?

-No, no cariño. -Dice dándole vueltas a su anillo de matrimonio con la otra mano.- Sólo que, bueno, tu padre se ha tomado unas cuantas vacaciones...

-¿Vacaciones?

-Vacaciones. -Repite ella, nerviosa. Se nota que quiere ir al grano.- Verás, la abuela Sofía está en el hospital ahora, tenemos que ir a visitarla. -Al mirarme, añade.- Tranquilo, cielo, papá y yo ya hemos llamado al instituto para avisar de que no venías.

Me olvido rápidamente de lo que ha pasado al entrar. Mi abuela Sofía tiene problemas de corazón desde hacía unos años, y ya estuvo una vez cerca de la muerte. Era de parte materna, así que mi madre siempre está haciendo llamadas los fines de semana para ver qué tal está, ya que vive lejos. Sé que mi madre me está ocultando algo, lo noto. ¿Se ha muerto la abuela? Espero que no. Pero no, si lo estuviera mi madre estaría destrozada.

Oigo la puerta, y sé que mi padre está en casa. Casi nunca lo veo, salvo algunos fines de semana, porque va a la fábrica desde muy entrada la mañana y se va por la noche, cuando yo ya duermo o estoy en la cama con el móvil.

-Bárbara, ya estoy aquí.

Miro a mi padre, que es un poco más joven que mi madre. Tendrán los dos la misma edad, y se complementan muy bien. Ella es muy pálida y rubia, y él muy moreno. Mi madre es activa y dinámica, y mi padre calmado. Los dos serían muy guapos, si no fuera por las canas y por las primeras arrugas que les empiezan a aparecer. Mi padre se acerca a nosotros, caminando en pasos largos. Se lo nota no cansado, sino agotado.