Historia de un Soñador

Capítulo 4; Isla Aubre

Todo era mar hasta que llegamos a una isla, o bueno eso es lo que pensaba cuando por fin nuestra balza tocó tierra y se detuvo todo el ondeaje en nuestros cuerpos. Para ser sincero me impresionó la cantidad de días que logramos resistir en la balza, fueron 16 días de camino para llegar a una parada del largo camino que aún nos quedaba por recorrer. ¿Mencioné cuantos jóvenes éramos en la balza? Éramos 15.

Cuando los dos hombres terminaron de arrastrar la balza a la orilla del mar la ataron a un tipo poste y la amarraron con la soga para obviamente evitar que la balza se fuera debido a la gran fuerza del arrecife, y de eso me di cuenta que llegábamos a tierra, por los fuertes golpes del arrecife que me despertaron a causa de la debilidad con la que me encontraba a causa del calor y la poca comida con la que nos alimentaban esos dos hombres.

Cuando uno de ellos se subió para vigilarnos comenzó a tocarnos de uno por uno en nuestros cuellos, y si no presentan ninguna reacción eran sacudidos para saber el estado de la persona. Cuando el hombre tocó mi cuello solo lo mire a los ojos, puesto que todos estabamos acostados y además me volteó porque estaba acostado boca-abajo debido a que estaba atado de manos y pies, y boca tapada con una soga alrededor de mi cabeza para que no pudiera hablar, ni siquiera cerrar la boca, y no era para nada cómodo estar en esa postura. Mucho menos con dolores de fracturas que aún no podía creer que seguía vivo a tal desangramiento que sufrí. Cuando me miró, solo vi una expresión de risa como un "fmm", cómo si pudiera leer su pensamiento diciendo "Aún sigues vivo", o era tal vez como un "La que te espera..", o no lo sé, solo que tenía miedo porque no sabía si me golpearía pero eso no sucedió, sino que siguió checando de uno por uno.

Pude ver como tocó el cuello de Joseph y lo sacudió y su reacción fueron quejidos de dolor, y siguió tocando cuellos por más raro que se escuche. Pude ver cómo fue con una chica que estaba casi al otro extremo de la balza, puesto que era muy grande, y vi como el hombre la tocó, sacudió, le gritó en su cara, hasta la golpeó. Pero la chica no se movió, ¿por qué? respuesta fácil, estaba muerta. El hombre dio el aviso a la otra persona que la acompañaba gritando y aquel hombre respondiendo con gritos también en su dialecto. Cuando el hombre llegó y vio que la chica estaba muerta, se enojó y comenzó a gritarle a su compañero. El hombre que tocaba los cuellos la cargó en sus hombros.

Cuando la tenía cargada mi mirada comenzó a ponerse nublada y mi corazón se aceleró porque entró gran miedo en mí pensando en que tal vez acabaría de la misma manera en que terminó la chica. Joseph volteó a verme mientras lloraba, y pude escuchar a varios más que lloraban o se susurraban entre sí. Antes de que el hombre hiciera algo llegaron tres personas más a la balza. Estas personas viven en la isla en la que paramos y fueron a ver qué es lo que estaba pasando.

La chica estaba atada como todos, pero atrás en su espalda tenía marcado un número como si fuese una cortada con cuchillo, y ella era el número 14. Todas esas personas se bajaron de la balza. Cuando se bajaron de la balza me acomodé boca arriba y mientras lo hacía tenía un dolor insoportable. Cuando mi espalda tocada el suelo de la balza comencé a ejercer presión de una u otra manera sobre mi espalda con dolor por varios instantes y empecé a llorar.

Cuando los dos hombres subieron a la balza desataron del poste al que estabamos asegurados y el que hablaba español me miró que lloraba, mientras que, para él, hacía movimientos extraños con mi cuerpo, como si intentara escapar o desatarme.

- ¡Oye! ¿Intentas escapar?, no seas idiota, estás en medio del mar y piensas huir de nosotros. - me lo dijo gritando enojado. Cuando termino de decir eso, él sujeto mi cabello y me estiró hasta sentarme - Piensa bien lo que haces o si no terminaras como ella- Apuntó a la chica muerta. Mientras apuntaba a la chica, desvié mi mirada hacia donde estaba acostado y con sangre de mi espalda estaba marcado el número 8. La persona terminó de regañarme y me tiró al suelo de la balza una vez más.