Hoy la noche canta en susurro, el sol echó a dormir profundamente. Hoy siento a mi cuerpo encogerse, como casi nunca lo había sentido.
Gota a gota te fui queriendo, como gota a gota la lluvia iba y venía...
Desgraciadamente, aún siento tu tacto en mi mejilla, que acostumbrabas acariciar mientras tu sonrisa escondía el vacío del que te llenaba la mía.
La gota de la nube deprimida ha caído nuevamente, para perderse en la infinitud de la duda que la acompañaba buscando su rumbo. La paz se agota, y aquella gota llora y escribe en su punto final que no ha alcanzado su destino. Agotada, la luz de la estrella nuestra brilla menos. Agotado, el tiempo tararea su historia, mientras bebe de su propia amargura.
Tal vez su tristeza te hizo olvidar que me querías. Quizás aquella tristeza era más radiante que mi más grande alegría.
Recuerdo tus ojos besando mi boca, mi boca mirando tus ojos. La noche se te hizo larga. Me mirabas apenada, ida, con una lágrima atrapada y seca. Llevabas días mirando el cielo, pensando en el vacío, y terminabas abrazándome. Qué tontería pensar que era amor, ¿verdad?
Recuerdo la luna brillando débil, tu voz brillando débil. Tus lágrimas contaban una historia, un misterio, más que un sencillo sentimiento.
Recuerdo tus manos temblando y la página en blanco arrugada, sobre la mesa, esperando por un poema más.
Recuerdo que notaste la elegancia de la noche como una salida para tu desahogo. La verdad yo notaba solo la tuya.
¿Y si las estrellas no brillaban después de verte tan preciosa y morir su brillo de celos?
Claro, seguías siendo preciosa, yo seguía cayendo.
Recuerdo ese beso final, mi cabeza perdida y mi locura a punto de estallar.
Susurraste que no eras feliz, que ya no lo eras, que no sabías si lo habías sido. Mi corazón susurraba a punzadas que quería dormir para no despertar más.
Susurraste que no me querías, que no me amabas, que nunca debiste haberme conocido. Mi corazón gritaba que no podía más. Mis manos heladas solo temblaban, mi rostro pálido sentía su propia confusión.
Tu llanto estalló y me golpeaste el pecho, me gritaste que me odiabas. Intenté besarte, seguía sin entender.
Tus manos apretaron las mías, me mirabas con ternura. La noche y su dulzura se perdían otra vez, aunque tal vez solo te veían.
Te pregunté en voz baja por qué me dejabas, por qué apagabas la luz que aún prometía más brillo. Te soltaste, te alejaste, tiraste el jarrón de la mesa, me gritaste a la cara que yo no era suficiente.
Mi llanto ya se había apoderado de mí cuando intentaba calmarte. Te prometí que te amaría más...me gritaste que no era suficiente.
Te traje un vaso con agua, entre lágrimas te recité un poema, te acaricié el rostro, te recordé los momentos hermosos, te dije que no valía la pena irte...y me gritaste que no era suficiente.
Recuerdo... Me arrodillé ante ti, humillado, sin saber qué decir, qué hacer. Tomé tu mano, la besé. Una lágrima tuya cayó sobre mi hombro, te arrodillaste conmigo. No sé si era un juego, no sé si fue la ansiedad.
Me dijiste que te quedarías, cansada, con los ojos hinchados, me pediste otro vaso de agua.
"Dime que me amas", te suplicaba.
"Por favor, dime que me amas", me volvía loco.
"Te amo, dime que tú me amas", rogaba, cansado, y la vena de la cabeza me palpitaba.
No tenía caso.
Sabía que te irías, así que te volví a besar antes de ir por el vaso. Recuerdo y siento ese beso, recuerdo tu ropa, recuerdo el color de tus uñas, tu mano sobre mi espalda, apretándome por última vez.
Fui por el agua, pero no volví. Cuando entré a ese cuarto, escuché la puerta tirarse.
Un grito se escuchó desde la calle: "¡Maldita sea, no eres suficiente!".
Era un grito ahogado en lágrimas, en gotas profundas de lágrimas.
Tomé un trago y eché a escribir en el papel arrugado. Desde entonces se ha vuelto costumbre hacerlo. Cada noche te espero, afuera o adentro, en la lluvia o en el frío, en el calor de la tarde, en la inmensidad de mis sueños. Todavía te espero, todavía no muero.
Recuerdo... Escribí un soneto, serví café, lo dejé sobre la mesa y dormí profundamente. Era la última vez que dormía consciente.
Se ha enfriado un poco. Lo he vuelto a calentar, por si llamas al timbre de nuevo.
Todavía recuerdo tu voz gritándome, tus ojos odiándome, tus labios apiadándose de mí.
En mi insomnio, un jarrón se oye crugir en pedazos; una puerta se cierra fuerte y yo aún siento el calor de tus brazos.
Una voz rota suplica: "Dime que me amas"... Vuelve a llorar, vuelve a suplicar, sin respuesta...como un grito al silencio.
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Como un grito al silencio
PoetryMis noches eran desvelo y llanto. Sin pensarlo, me perdí en la poesía, en una poesía muy mía, que se alimentaba de mis recuerdos y de la necesidad de volver a respirar. Entre lágrimas escribía lo que recordaba, en metáfora. La tristeza me invadía; y...