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En este mundo, en donde tu casta define tu lugar en la sociedad, no hay lugar para los débiles; en pocas palabras, no había lugar para los Omegas. Y eso era un problema para Hinata Hyuga, él que se suponía seria el líder de un clan tan prestigioso  como el Hyuga, había nacido Omega. Algo poco visto en ese clan, que era tan antiguo como la luna misma, y ese era uno de los dos motivos por los cuales se reproducían entre ellos, para perdurar la sangre dominante y el perfecto equilibrio en su familia, en donde solamente había omegas para reproducción; el segundo motivo era ese poder ocular tan envidiado, el byakugan debía conservarse puro, nadie tenia que conocer sus secretos, así que desde que nacían, se comprometían con alguien del mismo clan; y al llegar sus primeros celos, la boda se llevaba a cabo; un hecho aberrante que nadie intento detener.

Pero ahora, tenia un niño Omega como parte de la familia del líder; el consejo del clan se encontraba en el salón que se usaba  para reuniones, y frente a ellos se encontraba Hinata, incapaz de mirarlos a la cara, sintiéndose mal por los resultados como si fuera culpa de él; podía sentir la mirada burlona de su primo mayor, este era un momento increíble para él, pues de nueva cuenta demostraba que a pesar de ser parte de la rama secundaria era superior al heredero de la rama principal.

Los resultados de sus exámenes, fue algo que les había caído de sorpresa; siempre lo consideraron débil, pero mantenían la esperanza de que si era Alfa pudiera despertar su lado dominante; esto era una deshonra, en su mayoría los sirvientes y miembros de la rama secundaria eran omegas, que el hijo del líder del Clan fuera de una casta tan débil, era algo que los llenaba de vergüenza.

— Esto es algo que no podemos permitir— dijo uno de los ancianos del Clan.

—Se le debería poner de inmediato el sello del pájaro enjaulado— propuso otro, haciendo que su cuerpo temblara de miedo. 

— Podríamos formar un matrimonio a nuestra conveniencia.

— Podríamos casarlo con Neji.

Todas las propuestas eran horribles y hacían que las ganas de llorar aumentaran en el pobre chico de tan solo doce años.

/Dios mío, ayúdame\

Fueron sus pensamientos mientras cerraba los ojos con fuerza, suplicando un poco de piedad.

(...)

Al final de aquella reunión, le permitieron retirarse a su habitación pero claro que él cambio su rumbo, corriendo mientras las lagrimas salían de su rostro por fin;  hasta que como si tuviera una maldición, se estrello contra un niño mayor que él y para su desgracia, era el mismo grupito de niños que lo molestaban desde que era un niño más pequeño, antes eran insultos verbales, que con el pasar de los años se convirtieron en humillaciones físicas, lo golpeaban, tiraban de su cabello, obligado a ponerse de rodillas mientras se reían de como lloraba y suplicaba; y por supuesto que esta no seria la excepción, de hecho tembló cuando vio como sonreían, estuvo a punto de irse corriendo pero ellos fueron más rápidos y lo sujetaron de un brazo. 

—Miren a quien tenemos aquí, al pequeño Hyuga— contesto el que era el líder de aquel grupo de niños.

Si así se metían con él sin saber su casta, no quería imaginar como le iría cuando esa noticia se conociera.

A rastras, incapaz de soltarse o de gritar, lo llevaron a un arrollo que había en la aldea, pensó que de nueva cuenta solo lo golpearían, jamás imagino que sufriría algo mucho peor; tan solo sintió como sujetaban su cabellos.

— Espero que sepas nadar.

Hinata no tan solo pudo abrir los ojos de miedo, y antes de que pudiera gritar o algo, su cabeza fue sumergida en el agua impidiéndole respirar; pataleaba con fuerza pero no era suficiente y cuando sentía que perdería el conocimiento, sacaban su cabeza con fuerza para que tomara aire, desesperado mientras lloraba con fuerza. Esto se repitió como unas cinco veces.

/Dios mío, sálvame\ 

Volvió a suplicar en su mente mientras sentía como sus ojos se cerraban y justo cuando estaba por desmayarse, aquellas aguas comenzaron a comportarse de manera violenta haciendo que los niños se miraran extrañados, olas que eran imposibles de crear en un lago se alzaron luciendo poderosas asustando a los niños, y más al ver que una especie de remolinos se lanzaron con fuerza contra ellos; con terror y gritos aquellos niños dejaron a Hinata con la cabeza en el agua y huyeron llamando a sus padres. 

Por supuesto que el niño de ojos perlados no saco su cabeza, sintió su cuerpo liviano, por su mente paso el pensamiento de que tal vez era lo mejor, que él muriera, esto quedaría como un trágico accidente en donde su byakugan estaría a salvo; pero justo cuando estuvo dispuesto a aceptar la muerte, sintió como era jalado de su chamarra con fuerza, sin embargo no tuvo la fuerza para respirar, era como si sus pulmones se hubieran puesto en pausa. Hasta que sintió un fuerte golpe en la espalda, haciendo que de una sola bocanada, agarrara todo el aire que se le había negado y en el proceso escupía toda el agua que había tragado mientras tocia ruidosamente. 

Cuando pudo respirar con un poco de normalidad, miro a quien lo tenia sujetado todavía, grande fue su sorpresa al ver a un hombre de una belleza que jamás imagino que pudiera ser real, cabellos rubios alborotados que le daban un toque angelical y unos ojos tan azules como el mismo mar que miraban el suelo; nunca en su corta vida había visto a un ser tan hermoso, pero de inmediato su cara se puso roja al ver que ese apuesto hombre usaba unas extrañas ropas pegadas al cuerpo que no dejaban nada a la imaginación, y aquel color rojizo de sus mejillas se hizo más fuerte al sentir como el rubio pegaba su nariz a su cuello y aspiraba haciéndolo sentir escalofríos.

— Un omega— dijo en voz baja.

Y sin decir nada más soltó a el pequeño Hyuga sin nada de delicadeza  y comenzó a caminar  de regreso a el lago, mientras las olas comenzaban a envolverlo, con una elegancia difícil de describir. 

— Espera— susurro Hinata mientras trataba de ponerse de pie pero fracaso y termino de nuevo en el suelo, y aun así no se rindió y trato de alcanzar al misterioso hombre —Gracias— susurro. 

El rubio se volteo haciendo que el de ojos perlados lo admirara. 

—Fuiste tú quien pidió ayuda.

Hinata quedo más que sorprendido, casi sin poder creerlo.

—¿Dios?— logro decir con dificultad.

—Uno de muchos— le volvió a dar la espalda y cuando estuvo apunto de desaparecer en aquel lago solo giro la cabeza y con los ojos sin verlo, pronuncio algo que marcaría la vida de Hinata.    —Soy, Poseidón.







Nota:

En la multimedia una imagen de  Poseidón, admiren su belleza 7u7 

Amor de dos mundos (Poseidón x Hinata male) (Yaoi) (Omegaverse) EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora