ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 ℑ𝔙

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—¿Todo listo, Dinah?—preguntó Alexis.

—Sí, pero ¿crees que llevo todo lo necesario?

—Vamos a casa de Bruce, no a un viaje de varios días por el desierto— respondió Alexis mirando las bolsas que había preparado Dinah—. Si necesitamos algo podemos volver a buscarlo. Son menos de diez minutos en coche.

Hacía menos de media hora que los otros se habían ido. Tenían que reunirse todos en la mansión Wayne en otra media hora. Alexis llevaba solo lo necesario. Ella y Dinah irían en su coche (reforzado a prueba de balas debido a su posición). Si era necesario llevaba la pistola escondida en su cintura. Podría defenderse con sus poderes pero no. Para eso eran las armas: una chica "indefensa" en Gotham necesitaba algo para sentirse segura.

Tras esos diez minutos de viaje en coche, llegaron a la mansión Wayne. No era la primera vez que estaban allí pero a Alexis le seguía impresionando la arquitectura del lugar (ella se había criado en su sitio más humilde). Fue Alfred quien les abrió la puerta.

-—Señoritas —las saludó—. Me alegra ver que han llegado sanas y salvas.

—¡Venga ya, Alfred! —respondió Alexis riendo—. Somos nosotras, no hace falta tanta ceremoniosidad. ¿Y Bruce?

—En la nueva sala de operaciones —contestó Alfred con una sonrisa—. Dejadme que os lleve hasta allí.

La mansión no era menos impresionante por dentro que por fuera. Debía de haber estado llena de vida cuando Bruce era niño pero en la actualidad parecía muy silenciosa y vacía. Aún así, por los pasillos las numerosas obras de arte daban vida al sitio. Los muebles de madera tenían pinta de ser realizados por un gran maestro y las alfombras igual. Cuando llegaron a la sala que Bruce había establecido como sala de operaciones del equipo, Diana ya estaba allí. Alfred y Dinah se fueron y Alexis se sentó en una de las sillas.

La sala estaba ocupada por una gran mesa rodeada de sillas. Solo tenía una ventana y en ese momento su cortina estaba cerrada. En la mesa, delante de cada asiento, había una tablet. Al fondo de la sala había un monitor.

—¿Podéis contarme algo más de la Cajas Madre antes de que llegue el resto? —les preguntó Alexis—. Siento que soy la más desinformada en estos instantes.

Diana asintió.

—Hace miles de años, Steppenwolf, un conquistador planetario, invadió este planeta con sus legiones con ayuda del poder de las Cajas Madres —empezó a relatar Diana—. Un ejército de amazonas, humanos, atlantes y dioses consiguió detenerlo. Para dificultar sus planes, tras la batalla se entregó cada Caja a una facción distinta. Steppenwolf ha conseguido robar por ahora la de mi pueblo y la de los atlantes.

—La de los humanos se perdió con el tiempo y nadie sabe a ciencia cierta dónde está —finalizó Bruce—. No sabemos qué efectos pueden producir si se vuelven a juntar pero debemos impedirlo.

Al poco llegó Victor, luego Arthur y finalmente Barry, que se sentó al lado de su hermana con toda una gran muestra de valentía.

—Bien, ahora que estamos todos podemos empezar —anunció Diana—. Mi pueblo nos ha cedido unos valiosos manuscritos que nos pueden ayudar con las Cajas Madre. He traducido lo que he podido con ayuda de una máquina de Bruce. Necesito que alguien me ayude a revisarlos.

—Puedo hacerlo yo. —Se ofreció Alexis levantando la mano como si estuviera en una clase.

Diana le sonrió agradecida.

—El resto podéis investigar dónde se puede encontrar la última Caja, la de los humanos  —concluyó Diana—. Puede que los textos no nos ayuden con eso.

Andeväsen ~Aquaman~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora