Caminaba hacia la casa después de clases cuando todavía era una niña y las cosas eran un juego, era primavera y las flores de cerezo caían sobre la piscina de la escuela como cada año, a veces me paraba en el borde durante los recreos en que los niños del club no practicaban, hasta aquellos días no me había animado a tocar el agua.
— Yuna, ko qa¿Vamos? —Mientras me amarraba el cabello, mi padre preparaba sus cosas para el trabajo
En diferentes horarios y de lunes a sábado mi padre trabaja en el club de natación entrenando niños y jóvenes, algunos entraban por diversión, y otros soñando en grande
Aunque mi padre fuera una inspiración, con el jamás me atreví a tocar una de esas piscinas; La vida da muchas vueltas.
— ¿Iremos con Hotaru y Nami? —Ya con mi enorme coleta lista, corría emocionada hacia el
— Esta vez solo somos tu y yo —Caminamos hasta el auto— Y eso significa helado
Tras unos aplausos le dí un beso a mi madre y me subí al auto, había escuchado decir a mi padre que planeaba llevarme para ayudarlo con algunas cosas de los entrenamientos, siempre fui silenciosa y muy calmada, y mi padre apostaba que en el futuro también sería una metódica exigente, quizás por eso le había servido mi ayuda, y fue así como conocí a Rin.
Mi padre era su entrenador.
La forma en que Rin miraba el agua parecía una completa ambivalencia, en cada movimiento que él hacía había un dejo de pasión y esfuerzo que jamás lo dejarían pasar desapercibido, sin embargo había algo en él que no estaba completo.
— Estoy muy cansado —Bufó dejándose caer a mi lado
No supe que responder y de hecho no lo hice, le regale mi caja de jugo y el me dedicó una amplia sonrisa con sus dientes de tiburón, y aunque siempre me gustó observar, observar a Rin avanzar en el agua como un mismísimo tiburón era la vista más interesante que la vida me había regalado, y nunca tuve reparos en decirle que a mi me encantaba como nadaba. Mi padre jamás puso objeción a como Rin y yo de vez en cuando hablábamos, a él le gustaba que nos llevasemos bien, pues a mis trece años apenas tenía amigos en la secundaria.
— ¿Vas a venir a verme nadar el sábado? —Aún mojado por haber salido de la piscina se sentó a mi lado
— Tengo mucha tarea —La verdad es que temía ir sola
— Pero sería genial que pudieras ir —Protestó acercándose a mi
En ese entonces aún no estaba acostumbrada a su cercanía. Creo que fue ese mismo sábado en el que comencé a quererle. Ese mismo sábado mi padre no podía asistir a dicho concurso, y me avergonzaba muchísimo pedirle a mi hermana que me acompañara, así que titubeando en la entrada (y con mi enorme cabello amarrado) me senté en la tercera fila de la gradería, y no tarde en ubicarle, pero me interrumpieron.
— ¡Yuna! —Kana, mi compañera de banco apareció misteriosamente en el lugar
De inmediato comencé a ponerme nerviosa. Le hice un espacio a mi lado y comenzamos a charlar, me sentía realmente incomoda dedicándole pequeñas sonrisas a Rin desde la galería sin que Kana me descubra. Me gustaba guardarme aquello para mi misma, sentía que de algún modo lo hacía más especial.
— ¿Quieres venir a cenar? Mi padre ya viene por mi —Me tomó del brazo a la salida
— Quizás otro día, yo espero aquí —Dije tras un suspiro
— ¿No te asusta quedarte sola? —Hizo una mueca de terror
— No realmente
Yo no estaba sola, yo le esperaba.
Pasaron al rededor de quince minutos en que estuve sola en la acera contando los auto y de pronto lo escuche llamarme.
— Felicidades Rin —Susurré encontrándonos de frente y le entregué una caja de jugo con en nuestro primer encuentro
Él se lanzó a abrazarme y al estar hecha un manojo de nervios, no pude contestar. Caminamos por el mar hasta que nos sentamos en la arena, aún quedaba mucho tiempo para el atardecer.
— Tu padre dice que te gustan los secretos
— Eso también es un secreto —Hice una raya sobre su dibujo en la arena
— ¿Quieres que te cuente uno? —Sus ojos de pronto se aguaron
Yo asentí y deje de mirarlo.
— No puedo dejar de necesitar a mi padre —En el fondo eso era obvio. Rin podía ser muy duro, pero no lo suficiente para engañarme, era muy sensible
No podía imaginarme el sentimiento de perder a mi padre tan joven.
— Está orgulloso de ti —Le sonreí— Tu secreto está a salvo conmigo, no estés triste por favor
Me levanté y extendí mi mano.
— Vamos a nadar, Rin —Me miró dubitativo y finalmente sonrió
— Pues corre, Yunaa —Me tomó la mano y corrimos a toda velocidad hacia el mar que aún se encontraba frío y sereno
Yo nadaba muy lento para tener un padre entrenador, recuerdo haber salido empapados y con los dientes castañeando en dirección a nuestras casas, nos sentimos libres y sin miedo por primera vez en mucho, sin importar que pasara después disfrutamos cada momento bajo el agua como si fuera el último, hasta que nuestros labios se tornaron morados y fue hora de llegar volver a casa.
— Estás loca, Yuna —Mi hermana abrió la puerta encontrándome empapada
Mis dientes castañeaban y sentía que iba a morir congelada, pero estaba feliz.
— ¿No se te ocurrió que podrías acabar así? —Me madre me regañó trás haber cogido un resfriado
— Fue divertido —Le sonreí desde la cama
— ¿Te gusta ese chico? —Rió sentándose en la cama
— Solo somos... Amigos —Afirmé
Ella me creyó, pero es obvio que no para siempre