No podría haberle puesto un título a lo que se sentía después.
— Lo siento mucho —Kana me acarició la espalda
Yo solo miraba la tumba de mi madre, el mismo dolor en su abdomen bajo había terminado en un cáncer al cuello uterino que se había ramificado sin piedad por su cuerpo, y tomamos la decisión más dolorosa de la vida, y si iban a ser cuatro últimos meses, y aunque a todos nos doliera hicimos todo para hacerla feliz hasta que tuvimos que despedirla, le hicimos promesas, Katsumi que apenas tenía apenas nueve años, él le dijo que nadaría más rápido que papá, Nami le juro que entraría a medicina, y yo apenas supe prometerle que los mantendría a todos bien alimentados, quizás mi promesa fue la más burda porque yo no tenía nada más que decirle, solo que la quería y que la vida sin ella jamás iba a estar completa.
— Siempre llevarás un pedacito de mi —Me acarició el cabello
— Yo no soy como Nami —Le susurré mirándola
— Tu hermana es igual a tu padre... Tu, tu eres como yo, busca tus sueños, mi amor. Y por favor dale de comer a los tres, que sabes que no fríen ni un huevo —Reímos juntas por última vez
— Quizás la cocina es lo nuestro —Le dije juntando mi frente y la suya
Yo ya había comenzado a llorar, lo cual era raro, pues yo rara vez lloro.
— Creí que eso ya lo sabías, así como sabes que te amo
Hablamos un poco más pero el resto es algo solo para mí, los médicos me anunciaron la hora y la abrace por última vez, nos costó meses poder estar tranquilos nuevamente, Nami era la mayor pero fui yo quien la contuvo a ella... Nada era igual sin mi madre, la casa siempre había tenido mala iluminación pero ahora simplemente era oscura, mi padre había ocultado su dolor y acabó endureciendose, era exigente con nosotros, Hotaru cada vez se esforzaba más en la natación incluso destacándose entre los de su edad, Nami se había presionado para estudiar, ella quería que papá notara que también era especial, que sus notas siempre iban a ser las más brillantes y que lograría llegar lejos, de ella esperaban la perfección, y aunque suene ilógico jamás me sentí incómoda, mi papá quería que entre en el mundo de la natación sin poner un pie en el agua, yo era buena como su secretaria, pero no había nada más en lo que destacara como nadie, si me había vuelto una metódica exigente, pero más allá de eso ¿yo que era? Quizás era una cocinera si es que eso era talento y no práctica, sabía cocinar bien y no descuidar mis estudios, mi padre estaba bastante conforme con mis calificaciones... Sin embargo me preocupaba que eso no era lo que me llenaba, me iba bien, nunca hasta el momento debí preocuparme por salvar una materia y mis notas solían ser de las mejores de la clase, pero no me llenaba, solo lo hacía porque podía y ya... Quería mantenerme ocupada y aquello bastaba para mi, me conformaba con buscar la tranquilidad de alguna forma, y así estaba bien... Yo quería tomar buenas decisiones, si, así estaba bien.
De la forma en que algún día yo tome su mano para apoyarle, el hizo lo mismo conmigo, éramos unos niños aún y nuestro vínculo no era del todo fuerte, pero ahí estuvo para mí.
— No deja de doler nunca, pero siempre debes seguir adelante —Su mano yacía sobre la mía
— Lo prometí, Rin. Prometí que sería feliz —No me sentía lo suficientemente fuerte para alzar la mirada
— Entonces debes serlo. Debes cumplir tu promesa —Apretó mi mano con fuerza
— Claro que lo haré, pero por ahora necesito un recreo —Suspiré sin moverme y dejé caer mi cabeza sobre su hombro
Él en seguida comprendió y solo observamos el sol esconderse en el mar, hasta que este desapareció y el paisaje ya no combinaba con mi cabello, si no con mi pena.
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