uno.

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— ¿Tú eres gilipollas o te lo haces?— cuestionó la muchacha, cruzada de brazos. El joven frente a ella la miró ofendido.— No, tío, es que me niego. No te puede gustar el puto profesor de zumba de mamá.

— Pues lo hace.

— ¡Hyuck!— chilló. Sus labios formaron un gracioso puchero. Aunque se veía adorable, se notaba que estaba enfadada, con su ceño dolorosamente fruncido y sus orejas rojas de rabia.— A mamá le va a dar un ataque cuando se entere.

— Por eso no se va a enterar.— explicó el muchacho de cabellos castaños mientras se dejaba caer en el sofá. La chica lo observó durante unos segundos, antes de sentarse en el sofá junto a su hermano.

— No se lo digo si me das veinte euros.

Ante esas palabras, la fémina recibió un puñetazo en el hombro.— ¡Yerim! Venga ya, no seas rata.

— Es que eres idiota. Mamá te va a crujir el cráneo, joder.— la chica le devolvió el golpe a su hermano, dándole un manotazo en el pecho.

— Que sí, que ya lo pillo.— bufó el castaño.— Mira, fea, la cosa es que mamá no puede enterarse. Primero, porque ella está colada por ese hombre. Segundo, porque no sabe que me van los tíos. Y tercero, porque como se entere de que vuelvo a despistarme de los estudios por un lío, me mata.

— A estas alturas, el segundo ya lo sabe. Y el tercero se lo verá venir.— se burló Yerim. DongHyuck rió falsamente.

— Da igual. No puede saberlo y punto.

— Sabes que le daría igual, ¿no?— cuestionó, una de sus cejas alzada con orgullo. Al no encontrar respuesta por parte del contrario, se rió burlona. — ¿Eres idiota? Literalmente ese profe de zumba podría ser su hijo, ni de coña le mola.

— El otro día la escuché hablar por teléfono con sus amigas del gimnasio.— un escalofrío recorrió la espalda del muchacho.— No quieres saber cómo le llaman. Ese chico tiene a todas las señoras enamoradas.

— Pobrecito. Y menudas asalta cunas, joder.

— Vete a saber, igual al chaval le gustan mayores.— comentó DongHyuck.

La chica asintió despacio, para después encarar al adolescente frente a ella y estrujar entre sus dedos uno de los mofletes de éste.

— Pues tu mayor que se diga no eres, niñato pijo.

— ¿A quién mierda le llamas niñato?— preguntó el joven, ofendido. Señaló acusatoriamente a su hermana.— Soy mayor que tú, niñata.

— Ñeñeñe.— se burló la otra. DongHyuck bufó, haciendo que los despeinados mechones que caían sobre su frente se levantasen momentáneamente a causa del aire salido de entre sus labios.— De todas formas eres feo, no tienes oportunidad con ese tío.

— Ni siquiera sabes cómo es. Podría ser feo también.

— ¿Te acabas de autollamar feo?— la muchacha comenzó a reír y reír como una loca. Su risa no tenía fin, y su cara había comenzado a colorearse.

— ¡No, o sea—

— Bueno, literalmente todo el mundo se le quiere tirar encima, sí, definitivamente debe ser feo.— le interrumpió, remarcando lo obvio: el hombre era guapo.

DongHyuck suspiró.

— Vale, es verdad, es guapo y está mamadísimo.

La menor lo miró con cara de asco.— Eh, a mí me hablas en español, ¿qué mierda es mamadísimo?

DongHyuck gruñó. Gruñó como un perro viejo porque sabía que su hermana entendía el término, pero le gustaba hacerse de rogar. Le jodía bastante lo mucho que él y Yerim se parecían.

dance!! ;;ᴍᴀʀᴋʜʏᴜᴄᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora