Capítulo 8

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...
Respiro profundo.

Ese momento, segundos con él, bajando las escaleras agarrados de las manos como si fuera mi esposo, con esa melodía suave de fondo, me hizo recordar esa vez que baile con Thomas, me hizo sentir sensaciones extrañas en mi cuerpo a pesar de no ser parte de él. Éramos sólo dos personas fingiendo algo que no éramos, eso me hacía sentir mi pecho apretado, un sentimiento profundo en mi pecho sin poder descifrar, desde ese momento que lo vi Justo aquí, mi corazón latió con mucha más intensidad por él.

—Buenas noches Señor y Señora Collins —dijo Rodolfo y Magali haciendo que mis pensamientos se fueran a otro lado.

Aclaró un poco mi garganta.

Thomas aún seguía con su mano entrelazada con la mía hasta que vio a un señor de canas blancas con una chica joven a su lado e inmediatamente él soltó mi mano y se acercó a esas personas.

—¡Que agradable sorpresa! —dijo Thomas envolviendo al señor de canas en un abrazo.

—¡Que gusto verte de nuevo! —dijo el señor.

—¿Te acuerdas de mi hija?

—Si, por supuesto —dijo él mirándola con afecto.

—Ya no eres esa niña que conocí —dice el saludándola con un beso en la mejilla.

A esa mujer se le notaba que gustaba de mi Thomas.

Aclaró un poco mi garganta para llamar su atención.

Cuando mis ojos lo ven, duele, duele que no me vea como yo lo veo a él, igual mi mundo se desplomaba cuando esos ojos azules me miraban así no me pertenecieran.

—¿Y esta señorita tan hermosa quien es? —dice el señor de canas desviando su mirada hacia mi.

—Yo soy la esposa de Thomas —suelto así nomas extendiendo mi mano con una sonrisa plena en mi rostro.

El rostro de esa chica se tensó cuando me escucho decir eso.

—¡Mucho gusto! —dijo el señor amablemente.

Thomas me miro por cortos segundos sorprendido y yo le hago un gesto como queriéndole decir : quedamos en seguir fingiendo ¿no?

Yo soy El Doctor Daniel, y ella es mi hija Claudia.

—Mucho gusto —digo a ambos.

—Y aprovechando que estás con tu esposa, quiero invitarlos a cenar antes de irme, la semana próxima regreso a New York.

Thomas me mira y por su expresión en su rostro sabía que no había escapatoria.

—Si, claro —dijo Thomas cordialmente.

—Cariño, ya regresó —dije mirándolo con afecto para guardar las apariencias.

—Tu esposa es muy hermosa —logró escuchar decir al señor cuando di la vuelta.

Eso me hizo sentir bien, lastima que no pude ver la cara de Thomas.

Una hora después....

—Pensé que solo estaríamos nosotros, es decir los que estamos hospedados aquí —le digo a Magali mientras platicábamos de varios temas.

—Mi esposo quiso invitar a otras personas, y entre ellas el doctor Daniel, que resultó ser conocido de su esposo.

—Y esa muchacha no le quita el ojo a su esposo, deberías estar al lado de tu marido —me dice con ese tono peculiar en ella que ya conocía.

—Solo están platicando —digo disimulando mi enojo delante de ella.

—Bueno, solo digo, esa muchacha al parecer no respeta que tú eres su esposa —finaliza diciendo ella con cierta ironía.

Eso fue lo último que escuché cuando me alejé de ella y me acerqué a Thomas.

—¿Interrumpo?

—No, para nada —dice ella con cierto sarcasmo.

—Cariño, vamos a bailar —le digo agarrándole la mano y dándole un pequeño beso en sus labios.

—Esto de fingir me está gustando —pienso en el momento que le robe el beso a Thomas y una sonrisa se dibujó en mis labios.

Thomas se despidió gentilmente de esa chica y nos retiramos de su cercanía.

—¿Porque hiciste eso? —dice acercándose lo más que pudo a mi con cierta molestia en su voz.

—¿Hacer que? —digo haciéndome la loca.

Estaba apretando mis labios para no reírme.

—No te hagas la desentendida —dice clavando esos ojos hermosos en mi.

—¿Por el beso? Eso fue algo insignificante —digo restándole importancia pero por dentro estaba saltando de la felicidad.

—Además, lo hice porque Magali te estaba observando, tú estabas riéndote y coqueteando con ella descaradamente.

—¿Perdón? —dice el aclarándose la garganta con una risita.

—Tu y yo no somos nada —suelta así nomas.

Eso fue un golpe bajo directo a mi corazón.

—Yo se que no somos nada, tú quisiste seguir fingiendo, así que ahora asume las consecuencias —digo con firmeza en mis palabras.

Su rostro se tensó y una sonrisa torcida se dibujó en sus labios viéndose hermoso como siempre.

—De verdad que no has cambiado nada —dice negando levemente con su cabeza y con esa sonrisa en sus labios.

—Sigamos fingiendo —digo con picardía agarrándolo por la mano caminando hasta la pista de baile.

No le quedó de otra que aceptar, Thomas colocó su mano en la parte baja de mi espalda y con la otra sostuvo mi mano.

—¿Te encanta esto verdad? ¿Te estás divirtiendo? —dice apretándome más a su cuerpo de forma posesiva y eso me provocaba escalofríos entre mi entrepierna.

—La verdad que si, a mi me encanta bailar —digo mirándolo divertida con una sonrisa de lado.

Justo en ese momento me soltó y me dio una vuelta y luego me tomo por la cintura atrayéndome de nuevo a su cuerpo.

—¿Y esto te encanta? —dice mirándome divertido con esos ojos que me hechizaban.

Mi pulso comenzó a acelerarse y mis manos comenzaron a sudar.

—Yo.... —

—¿Me permites bailar con tu esposa? —dice el señor Daniel.

Thomas me mira a los ojos fijamente sin soltarme aún.

—Solo será una canción, luego te la devuelvo, tú la tienes a ella para toda la vida —dice en tono gracioso el señor.

Para mi sorpresa atrás del señor Daniel estaba su hija, la cual no dudó ni un segundo para decirle a Thomas que bailara con ella.

De reojo miraba a Thomas y a ella mientras bailaban.

Cuando termino la canción, Thomas ya no estaba en la pista de baile, estaba tomando una copa de vino con ella y riendo muy a gusto.

Me quede viéndolos desde lejos mientras yo también me tomaba una copa, después de un largo rato decido irme a mi habitación, la misma habitación que compartía con Thomas.

Subo las escaleras sin voltear a verlo, desde el fondo de mi corazón quería gritar a los cuatro vientos que todo era una mentira, hacer mis maletas e irme de aquí. Cuando cruzo el pasillo siento la mano de alguien sobre mi hombro, eso me hizo girar de inmediato.

—Pamela.

Esta vez sus ojos azules cielo me miraban con afecto.

—Thomas.

...

Thomas CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora