3. Sintiéndome en Brezo morado (soledad)

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-Señorita- tocaron su hombro y miró a su alrededor viendo al doctor Warner frente a ella. Al caer la noche y después de viajar, el cansancio la había vencido por lo que decidió recostarse en uno de los sofás color ocre que había en la habitación. Se había quedado dormida- Debería irse al departamento del joven Gómez
-No necesito ir allí- se incorporó, intentado acostumbrarse a la luz. Se negaba a dejar el hospital
-Pero debe descansar- insistió
-Usted también debería descansar y sin embargo aquí está- lo miró con molestia. No era la persona más linda del mundo cuando recién despertaba y menos le gustaba que le dijeran que debía hacer. Suspiró- Lo siento. Se que debería descansar pero no quiero irme- recapacito sobre su manera de dirigirse a él. Se arrepintió
-Mire- revolvió su cabello que parecía tornarse cada vez más blanco- Vaya a la casa de Daniel, descanse y vuelva en la mañana- tocó su hombro- Le prometo que le diré si algo pasa- sabía exactamente que no quería dejar a su amigo solo, sabiendo el estado en el que estaba- Acaba de llegar y no ha dormido nada seguramente
-No necesito dormir- negó con la cabeza y miró al mayor casi suplicandole que ya no siguiera insistiendo
-Insisto en que debería irse- dijo firme al ver como la menor apenas podía mantener sus ojos abiertos

Los días pasaron y cada día sentía que estaba peor. Apenas podía levantarme de la cama.
Literalmente, había momentos en los que ya no podía. Mi pecho dolía cada vez más, mi respiración se volvía irregular continuamente y los músculos no me respondían. Dormía una hora por día o a veces ni lo hacía. Sentía que con el pasar de los días moría una parte de mi.
Una tarde más dentro de mi departamento. Seguía recostado en la cama. Intenté moverme pero me sentía demasiado cansado. Mis parpados pesaban. Una lágrima cayó por mi mejilla al pensar en que esto me consumía y que moriría un día de estos pero que nadie lo sabría. Estaba solo.
Mi teléfono sonaba todos los días sin falta pero nunca pude contestarlo. Me sentía fatal. Seguro era alguien de mi familia o del hospital o tú o mis amigos o simplemente una simple propaganda de la compañía de mi celular. En ese momento descartaba la idea de la llamada de alguien querido, no sentía como que a alguien le importara.
Sentí un golpe en la puerta, no tenía ni fuerzas para gritarle a la persona detrás de ella para que se fuera pero aún asi lo intenté. Nada salió de mi boca. Estaba seca y mi garganta dolía.
-Daniel Gómez- escuché un grito agudo y luego un portazo- Muchas gracias, señor- unos pasos a lo lejos poco a poco se acercaban- Menos mal que convencí a tus padres de no venir. No sé ni como lo logre- escuché las protestas y suspiré sabiendo de quien se trataba. La puerta se abrió dejando ver a Daniela quien se quedó en el marco de la puerta cruzada de brazos-Te dije que me contaras como ibas y que le hicieras caso al doctor- me miró con más detenimiento y su ceño se aflojó- Dani- se acercó a donde yo estaba. Su mirada era de preocupación- Deberías estar en el hospital
-No- emití como pude dichas palabras las cuales salieron en un, apenas audible, susurro
-Lo siento pero no puedes quedarte aquí y menos solo- tomó su celular- Eres un desastre, Gómez- Siempre usaba mi apellido cuando quería regañarme por algo. Suspiró con cansancio- Pero me alegra que estes bien
-Te extra-y no pude terminar la frase que ya me encontraba tosiendo
Según me contaste, viajaste después de no obtener respuestas ni mías, ni de mis padres, ni de tu amigo sobre mi y de como estaba. Llamaste al portero para que te abriera la puerta de mi departamento, antes de derribarla tú misma. También dijiste que si no fuera porque estaba mal me hubieras golpeado hasta el cansancio por lo estúpido que fuí al irme del hospital y tomar la decisión de seguir mi vida como yo quisiera. Aunque luego de eso, admito que no sabía que me mataría primero si tú o la enfermedad.
No sé si quererte o no por lo de aquel día. Sabías que no quería volver allí y aún así llamaste al doctor para que mandara una ambulancia y asi, poder sacarme de mi casa.
-Buenos tardes, ¿con el Hospital Asclepius?- llamó con tranquilidad y uso un tono amable pero su rostro mostraba seriedad- Desearía hablar con el doctor Alvarez, por favor- asintió- Está bien, muchas gracias- permaneció unos segundos callada mientras me miraba y tomaba mi mano. La acarició- Timoteo- sonrió. Pero esa sonrisa estaba lejos de ser una del todo verdadera- Necesito que mandes una ambulancia a la casa de Daniel, ahora- otra vez se quedó callada. Había mantenido su ceño fruncido pero este parecía relajarse- No hay tiempo para reproches de porque no te avise que vendría, tonto- suspiró otra vez- No está bien, niño. Manda a quien sea a buscarlo- asintió- Hasta al rato. Ayu- dijo dulcemente y finalizó la llamada
Después de que lo llamaste me quedé dormido o bueno eso creo. Cuando desperté tenia un respirador, estaba conectado a una máquina que media mi pulso y me estaban inyectando suero, ya que en días no había comido.
-Por dios, Dani- Daniela se encontraba a mi lado sentada en una silla y a su lado el doctor Alvarez
-Gómez- se dirigió a mi con voz firme- Le dije que debía cuidarse más a partir de ahora- Dani lo miró mientras hablaba y luego dirigió su mirada hacia mi. Una mirada triste se dibujó en su rostro- Lamento informarle que estará aquí por mucho tiempo
Me arrepiento de las decisiones que tome esos días. Tendría que haberlo escuchado.
Te ofreciste a cuidar mi casa por un tiempo ya que debías de volver a Buenos Aires. Me dió curiosidad cuando vi la confianza con la que se hablaban entre ustedes, el saber si ya se conocían desde antes. Me contaste que eran amigos desde hace mucho tiempo, que se habían conocido a través de redes sociales a corta edad y que a pesar de la distancia entre México y Argentina, nunca dejaron que ese fuera un obstáculo para continuar con su amistad. Me aseguraste que estaba en buenas manos, que él nunca me lo diría pero había terminado la carrera de medicina en menos años de lo esperado debido a su gran capacidad en los estudios pero que para todo salga bien, debía escucharlo. Nunca fue mi fuerte seguir las reglas al pie de la letra pero hice lo que pude.
-Parece un niño cuando se trata de la comida - suspiró con cansancio. Mientras estuve en cama y comenzaba a recuperarme, él era el encargado de darme de comer pero para su mala suerte era un poco selectivo con la comida y no me fascinaba la idea de tener prohibidas ciertas cosas o bien el hecho de consumir alimentos más saludables y menos grasosos.
-Esto no tiene gusto- me crucé de brazos. Literalmente parecía un niño
-No puede comer nada que contenga sal ni grasas- acercó el tenedor el cual contenía un poco de pollo y pure de zapallo
-Me importa una mierda- le grité y al ver su expresión sorprendida, me arrepentí. Él solo quería ayudarme.
-Escucheme solo intento ayudarle- sonaba molesto y cansado por mi actitud. Dejó el tenedor sobre el plato- Comprendo que odie este lugar y que probablemente me odie a mi pero hágalo por usted, por las personas que lo aman- suspiré y moví mi brazo hasta poder llegar al utencillo. Lo tomé y lo introduje en mi boca, metiendo todo el contenido en mi boca. Asintió con aprobación
¿Cuántas veces repetiré que odio los hospitales? Si de por si la comida era mala, mi dieta no ayudaba en nada a que fuera más apetitosa. Sin embargo, poco a poco me quejaba menos de las comidas y ponia esfuerzo cuando salíamos a caminar.
-Comencemos con solo una vuelta- dijo con una pequeña sonrisa. Se habia sacado su bata de doctor, dejando ver su ropa totalmente "normal". Unos jeans azules, zapatillas negras, una camiseta azul oscuro y posteriormente agregó una sudadera color gris. Estando sin ella podía notar algunas pulseras en ambas muñecas, de distintos colores y con distintas formas pero en una portaba un reloj negro. Podía notar como de su cuello colgaba una cadena con un pequeño elefante. Me sorprendía de la cantidad de cosas que usaba y que nunca pude llegar a ver bajo esa bata, a excepción del reloj. Cruzamos la calle para ir al parque porque decía que era perfecto para dar paseos, el cual estaba lleno de árboles enormes y lo recorría entero un angosto camino de piedras
Aceptaba lo que debía comer, lo que debía hacer y todo con el fin de mejorar. Realmente sentía que con el paso de los días, lo estaba logrando pero a pesar de todo, me sentía solo. Lo poco que estuviste me alegró de cierta forma pero luego ya no tuve compañía, ya no tuve a nadie con quien compartir, ni familia ni amigos. Solo los doctores pero no eran personas a las cuales les tenía afecto. Solo teníamos el trato típico de doctor-paciente y eso no es lo que necesitaba en esos momentos.
-Estoy solo- me repetía cada noche antes de intentar dormir
Estaba deprimido, aceptaba todo pero con desgana. Comía lo que debía pero poco, sentía que me llenaba de solo un bocado y que estaba más cansado que de costumbre.
Caminábamos por el parque y de repente hizo que me sentara en una banca de hierro color negra. Lo miré extrañado pero no me opuse.
-No debería entrometerme pero ¿se encuentra bien?-se sentó a mi lado poniendo su cuerpo en mi dirección. Sus manos estaban juntas y sus codos apoyados en sus muslos haciendo que se encorbara- Parece que aceptar su tratamiento con el paso de los días pero se lo ve triste
-Estoy solo, doctor- miré a las distintas personas que caminaban por ahi o las que solo estaban sentadas sobre el césped- No me malentienda, se que usted está conmigo ahora mismo pero no tengo a nadie de mi familia y amigos, nadie que conozca realmente, nadie con quien compartir
-Entiendo- se quedó pensativo- Podría contarme algo de su vida si asi lo quiere, aquí estoy para escucharlo si asi lo necesita- dirigí mi vista hacia él, parecía realmente interesado y atento a lo que yo pudiera llegar a decir
-Necesito a mis verdaderos amigos- le sonreí falsamente y me levanté para caminar rumbo al hospital
El primer día que salimos me comporté como un tonto. Solo intentaba darme apoyo, se interesó en mi y yo rechacé su ayuda. Soy un idiota.

Caminó fuera del hospital hasta la casa de su amigo, no sin antes pasar a comprar algo en una tienda y asi poder comer. Al llegar tomó una camiseta de uno de sus amigos y se metió al baño para tomar una ducha tibia, casi fría debido al calor que hacia allí. Cenó la pasta con desgano y luego se sentó en el sofá,  prendió la televisión para ver una película en Netflix. Eligió "Love, Rosie" una de sus tantas películas favoritas y antes de darle a "play" tomó unas gomitas que se le habían antojado. Solo le faltaba su jugo favorito y su noche depresiva estaría completa pero no estaba en su país para comprarlo.
Después de acabar la película y llorar pensando en que ya no volvería a divertirse asi con quien consideraba amigo, decidió dormir temprano para ir al hospital cuanto antes. Cuando entró a la habitación, sintió sus manos temblar y su garganta se cerró. Caminó hasta la cama matrimonial y se metió entre las sábanas, no sin antes prender el aire acondicionado. Cerró los ojos y respiró. Su olor aún quedaba en las mantas y en la almohada. Había perdido la cuenta pero esa noche había vuelto a llorar, murmurando lo mucho que le hacia falta.

Me propuse el ser más amable con él pero llego un momento que ni yo pude controlar lo que sentía. Era un descontrol, era como si no fuera capaz de controlar mi estado de animo.
Seguiré pidiéndole perdón por cada vez que lo trate mal, por cada vez que me comporté como un idiota cuando el quiso ayudarme. Pídele perdón de mi parte, pídeselo una última vez.

Después de muchos intentos, logró consiliar el sueño pero para su mala suerte, eso no duró mucho. Se despertó, sentándose en la cama, con la respiración acelerada al igual que su corazón, miró a su alrededor asustada, buscando consuelo y al darse cuenta que estaba sola, comenzó a llorar. En su pesadilla podía ver a la perfección la perdida de su amigo y lo que más deseaba es que eso fuera. Simplemente una pesadilla.

Un ramo de sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora