1. Un momento lleno de Jacinto Morado (dolor)

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Era un día de Invierno, a finales de junio, en Buenos Aires, Argentina. Daniela caminaba alegremente hasta su departamento, que se encontraba algo lejos del centro de la capital. Volvía de su trabajo, en una pequeña empresa de turismo, que era lo que había estudiado durante cinco años.
Se detuvo en una tienda y suspiró viendo como su aliento caliente se enfriaba en el aire helado. Compró unas gomitas de ositos, las cuales eran sus favoritas y siguió su camino.
Antes de subir al segundo piso donde quedaba su departamento, revisó si le habían enviado alguna carta o bien alguna factura y efectivamente, tenía unas cuantas. Subió por las escaleras, ya que el ascensor no era algo que adoraba y al abrir la puerta su gato blanco de manchas negras, la recibió maullando y refregandose en sus piernas.
-¿Como está mi pequeño Buttercup?- alzó al felino y este maullo. Admiró sus ojos. Uno azul y el otro verde con algunos toques del anterior. Tenía heterocromia. Esa fue razón sufienciente para enamorarse completamente del pequeño gatito- Seguro tienes hambre, bebé- habló con ternura poniendo al gato en el suelo y caminó hasta el mueble donde dejaba la comida del animal, puso un poco en el recipiente e inmediatamente el pequeño corrió a su lado- Toma- dejó el plato en el suelo- Veamos que llego esta vez- se sentó en el sofá de color marfil, que adornaba el salón. Era lo suficientemente largo y grande como para que ella cupiera en el sin problema, hasta sobraba espacio ya que era demasiado baja- Factura- dejó a un lado una de las cartas- Otra factura- dejó otra- ¡Una carta de Estados Unidos!- gritó de la emoción. Tenía escrito el nombre de uno de sus amigos y aunque le extrañaba el hecho de que no le hubiera mandado un mensaje. Sentía una alegría de saber noticias de ellos, las cuales no había tenido en un mes- Veamos que dice- sonrió
Abrió con cuidado la carta, tratando de no romperla. Sacó de su contenido más de un papel.
"Lee esta primero" decía una, de forma prolija. Extrañada abrió la carta y comenzó a leer. Cubrió su boca con su mano derecha y al instante sus ojos se aguaron. Buttercup subió al sofá, acostándose en su regazo maullando.
-Estoy bien- suspiró. Su estómago empezó a doler, sentia que el aire le faltaba. Respiró hondo- Estoy bien- intentó tranquilizarse. Acarició la cabeza del felino de forma temblorosa y con la otra sostuvo la carta. Comenzó a releer con una presión fuerte en el pecho y sus ojos llenos de lágrimas que sabía que no iban a detenerse.

"No hubieras apoyado mi desición o tal vez si, quien sabe."
"En mi situación tal vez ni sabrías que hacer con exactitud pero yo quiero que él sea feliz."
"Viaja cuando estes lista y háganse compañía."
"Dile que lo quiero y mucho"
"No te pediré que sonrías ahora mismo pero si prométeme que lo harás luego de unos días."
"Sabes que siempre estaré contigo."

Pequeñas frases se quedaron resonando en su mente. Esa misma noche decidió viajar a Estados Unidos cuanto antes y al llegar, la realidad le llegó como un vaso de agua fría.

Querida Dani:

Sinceramente no se como empezar esta carta pero quiero de alguna forma grabar todos los recuerdos que poseo.
Empecemos por el momento en que te vi por primera vez. Recuerdo perfectamente que ibamos en la misma escuela pero yo era unos dos años más grande que tú. Ibas en el mismo salón que mi hermana y por ella es que actualmente eres mi amiga. Me acuerdo que cuando estaba a un año de terminar, a los de mi año se les ocurrió la idea de comprar aerosoles de espuma para mojar a cualquiera que pasara por los pasillos en el horario del receso. Yo fuí la persona que te mojó y cuando lo hice recuerdo tu cara de odio con la que me viste por llenarte de espuma el cabello. Por varios días lo único que vi cuando pasaba por tu lado era molestia y míranos ahora, somos muy buenos amigos.
Nuestra amistad comenzó un día cuando viniste a hacer un trabajo en grupo a mi casa y no tenías como volver a la tuya, por lo que no me quedó de otra que llevarte.
-Ya me tengo que ir- escuché como la amiga de mi hermana menor hablaba en la habitación- Se me va a hacer tarde- antes de que pudiera entrar a la mía, ella pasó por mi lado. Una chica a la cual podría considerarse una niña pequeña por su baja estatura y sus pequeñas extremidades, cabello lacio y rubio, de tes blanca y poseía unos anteojos los cuales tenía entendido que no podía dejar de usarlos, que escondían unos ojos color verde oscuro, con algún tono café- ¿Te abro?- le pregunté. Asintió con timidez. Al llegar a la puerta me saludó alzando su mano pero se detuvo antes de cruzar la calle- ¿Está todo bien?
-No se como volver- parecía incómoda y avergonzada
-Entra- señalé con mi dedo pulgar el interior de la casa- Voy a hablar con mis padres
Después de hablar con ellos, mi madre decidió que la mejor idea sería que yo la lleve y que de camino comprara algo para la cena.
-Dani- la llamé. Me sentía raro al hacerlo. Yo tenía el mismo apodo porque me llamaba igual que ella solo que en su versión masculina. Daniel- Mi madre dijo que te lleve- tomé las llaves de mi auto
-Nonono-negó repetidas veces- No es necesario- tomó su celular- Llamaré a mis padres para preguntarles si pueden venir a recogerme o puedo pedir un uber
-Oye- la detuve- No me molesta- sonreí- Además debo de salir
Salí de la casa seguido de ella y presioné el botón de las llaves para que las puertas se destrabaran. Mi auto era un Nissan Note, color plata el cual me habían regalado hace no tanto, cuando cumplí mis dieciocho años.

Un ramo de sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora