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—Ya es hora de irnos, Stacy. Todos se han ido ya —dijo Annie desde la puerta, luego con vacilación agregó—: Te ves cansada.

La abogada apartó la mirada de su portátil y miró a Annie, quien parecía preocupada.

—Me llevé algo de trabajo a casa ayer. —Stacy colocó un mechón de su cabello rubio detrás de su oreja—. Tuve que analizar evidencia de un caso. Es tedioso repetir el video una y otra vez para analizar cada movimiento de los involucrados, sus posiciones, gestos e intentar adivinar lo que pudieron estar diciendo.

—Entiendo. Uno de mis profesores nos colocó un extraño reto donde analizábamos videos y debíamos notar que había de mal en ellos. Las primeras veces no vimos nada fuera de lo común, pero después de la tercera vez todo nos pareció extraño.

—Sí, al principio no notas nada extraño, pero después te vuelves paranoica y crees que un simple parpadeó pudo haber significado algo.

—Deduzco que te refieres a la evidencia que Melissa tenía para ti, pero llevas cansada toda la semana. ¿Algo te preocupa?

A Stacy le agradó la preocupación desinteresada de Annie. —Me preocupa un caso —admitió—. Me especializo en esta clase de demandas y no acepto casos donde solo se busque la ambición. Me gustan los casos justos. En este caso no llevo las de ganar.

—Me he dado cuenta. —La chica decidió no seguir de pie en la puerta y fue a sentarse frente al escritorio de Stacy—. Cualquier otro abogado le hubiera dicho a la señora Williams que debía conseguir más dinero por la posición de ventaja en la que se encontraba, pero tú no lo hiciste.

—Sí, la señora Williams era un cliente de otro abogado. Él intentó convencerla de que sacara mejor provecho en otra demanda, un caso sencillo, y ella dejó el bufete. Nunca he visto tan enojado al viejo McCloud, él cuida que sus clientes no se vayan con la competencia. —Stacy se estremeció con el recuerdo—. Durante una semana todos caminábamos de puntillas porque todo le molestaba. Casualmente, ella asiste al mismo gimnasio que yo. Hablé con él, le dije que quizás yo podía convencerla de volver al bufete y seguir representándola a ella y a su compañía.

—¡Y la convenciste! —Annie sonrió de oreja a oreja—. ¿Cómo lo lograste? Parece ser una mujer materialista, pero cuando la conoces es muy dulce.

—Convencerla no me costó mucho, tenerla de cliente fue lo que más me costó. ¿Has notado que Taylor y yo no somos muy buenos amigos?

Annie asintió muchas veces. —Él te trata con mucho respeto, pero tú... a él no. Pareciera que tú eres su jefa y no al revés.

—Oh, no te dejes engañar. Es el lobo dentro del traje de caperucita roja —dijo con resentimiento Stacy—. Durante mucho tiempo sentí algo por él. En ese entonces lo consideré amor, pero hoy sé que no fue así.

—Qué bueno que estoy sentada, porque no lo hubiera creído. Una de mis amigas de la universidad una vez se escondió detrás de unos botes de basura para que su ex novio no la saludara. Si en ti es posible, saltarías de cualquier piso del bufete para no estar cerca de él.

—Lo haría —aceptó Stacy—. En mis años en la universidad veía a Taylor como el partido perfecto, al igual que las demás secretarias. Era carismático, encantador y caballeroso conmigo, me hacía sentir la única mujer en el mundo.

—¿Y qué pasó?

—Ni siquiera salimos oficialmente, nunca hubo besos, abrazos, ni caminamos de la mano. Pero yo creía que estaba pretendiéndome. Aunque el viejo McCloud me tuviera en alta estima porque conocía a mis padres, Taylor ayudó a que me dieran el puesto. Cuando entré al bufete, como te lo comenté, no fui bien recibida. Era agradable llegar a mi oficina y que él apareciera minutos después con mi café favorito, me esperara para ir a comer juntos y me considerara lo suficiente inteligente como para pedirme mi opinión en sus casos.

ComplicatedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora