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Me gusta que nos miremos.

Nicolás

Al mudarme nuevamente al lugar donde tenía mi niñez, sabía que tenía que reincorporarme a las clases. En mi antigua escuela, era alguien que no tenía mucha popularidad. Después de lo que había pasado, me cerré tanto conmigo y con los demás, que no hablaba con personas que no sean mis amigos: Leonardo, Bryan y Sofía; y agregando a esto, con los profesores.

Ellos, desde antes, ya se conocían, así que se podría decir que yo era el último miembro. Sofía era la persona que me había visto vulnerable más de lo que alguien puede ver a otra. Ella había sido mi pañuelo, y mi hombro. Y hasta ahora, a pesar de que ya no vivíamos tan cerca, seguimos comunicándonos. Es una gran amiga.

Al llegar a la escuela, comencé a buscar mi salón de clases, y en eso, vi a Camila caminando, y detrás de ella, un chico que la venía molestando. No llegué a ver quién era ya que estaba de espaldas.

-  Parece que hay mucha grasa estorbando en el camino - dijo ese chico, detrás de Camila-. Gorda.

¿Qué clase de persona insulta así a alguien? Y lo peor, ¿Qué tan patán puede ser una persona para referirse así a otra por una característica física?

Me molestaba que siempre alguien tenga "una opinión" sobre un cuerpo ajeno. Yo lo había vivido en carne propia cuando comenzaron a burlarse de unas profundas ojeras que cargué por un tiempo, hasta el punto de crear falsos rumores diciendo que yo me drogaba, cuando yo solo tenía depresión. Las personas son cuchillos andantes que cuándo abren la boca para decir cosas innecesarias, solo cortan y lastiman a la otra.

Quise acercarme, pero Camila ya le había contestado, y al parecer le daba igual. No tenía idea de porqué le decían gorda, cuando no era así. Sí, no era como esas chicas súper esbeltas, pero era ella. Era linda.

Y creo que la estaba mirando tan fijamente que sentí la mirada juzgadora de algunos que se habían percatado de eso.

Me puse la capucha, desordené mi cabello, y seguí caminando a mí salón.

***

- ¿Crees que podamos pasar por mi casa? Quiero recoger algo.

- Sí, está bien, de todas formas iremos a la biblioteca, ¿No? - dije.

- Claro que sí, Nico.

Cuando llegamos a su casa, ella me invitó a pasar. No supe si entrar o no, pero al final, terminé accediendo. Su mamá nos recibió.

- Hija, ¿Me presentas a tu amigo? - le dijo a ella, con un tono que usan las madres para incomodar a sus hijas.

- Mami, lo conoces- su mamá la miró extrañaba-. Es Nicolás.

- Nicolás, ¿El niño que tenías de vecino? - preguntó.

- Sí, soy yo,. Mucho gusto, nuevamente.

- ¡Qué rápido pasan los años! Nicolás, por favor, estás en tu casa.
No sé, ¿Quieres algo de tomar? 

- Agua, sí no es mucha molestia.

- Voy en seguida.

Camila estaba riéndose despacito, que cuando volteé a verla, estalló en carcajadas, poniéndose roja.

- ¿Estás bien? - le pregunté riéndome.

- Sí- reía-. Solo que fue gracioso escucharte decir: "Mucho gusto, nuevamente". Y más gracioso fue la reacción de mi mamá.

- No te burles eh, Además, ¿No venías a buscar algo?

- Ah, sí, sí, espérame aquí.

- ¿No te puedo acom...

No pude terminar la oración porque ella ya estaba subiendo las escaleras, quizás yendo a su habitación.

La mamá de Camila me entregó el vaso, y nos pusimos a charlar un rato. Me preguntó de mi mamá, le conté sobre la pastelería, hasta que bajó ella.

- ¿Nos vamos?

- Un gusto, señora, gracias por todo.

Se despidió de nosotros con la mano, y nos fuimos.

- ¿Qué era eso que fuiste a buscar?

- Tu casaca, bobito - la levantó-. No me la ibas a regalar, ¿No?

- Me había olvidado de ella, pensé que ya eran parte de tus pertenencias.

- Aún no, quizás después- sonrió.

Y sonreí.

***

Salimos de la biblioteca, luego de estar inmersos cerca a dos horas leyendo. A pesar de no hablar en ese tiempo, sentía que estaba cada vez más cerca de ella. De vez en cuando, levantaba mi vista de las páginas para observarla leer. A veces se reía, hacía gestos de frustración y molestia y creo que en una parte quiso llorar. Estaba leyendo Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen.

La esperaba en la puerta de salida, ya que ella había prestado el libro para acabarlo en su casa, pero al verla venir a mí, venía con un libro más.

- ¿Un libro más?- dije señalando los dos que ahora traía.

- Sí, le llevaré este de Neruda a mi tío Gus, creo que lo conoces, ¿Cierto?

- Claro, también a tu tía, pero no me acuerdo su nombre.

- Ah, Leti, sí, ella falleció hace unos años.

- No sabía eso,  lo siento mucho.

- Está todo bien, ahora lo que me importa es tío Gus, ¿Vamos?

En camino a nuestras casas comenzó a llover. El clima de Lima era horrible, sobre todo si estaba en época de cambio de temporada.

- Toca mis manos.

- ¿Qué? - le dije.

Y en ese momento Camila puso sus manos en mi rostro, y sentí lo fría que estaba.

Me saqué la casaca que ella me había devuelto.

- Oye, te vas a morir de frío.

- Camila, yo aún tengo mi polera, tú solo llevas encima ese chompas delgada.

Comencé a ponérsela. Y cuando se la puse por completo, nos quedamos frente a frente.  Mirándonos.

Nos besamos inconscientemente.
Sin saberlo, sin notarlo.
Con miradas, con nuestras manos.

Nos besamos y es suficiente.
Nos besamos, y nuestros labios jamás se tocaron.

Aún no.

Lo que me gusta de ti || Novela (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora