Todos los de la mesa larga se levantaron de sus asientos estupefactos. La explosión había sacudido las paredes y había derrumbado polvo del techo en los platos y las tazas. Rosemary miró a Guss.
—¿A esto te referías?
—Efectivamente —contestó Guss—, así que nos iremos de aquí. ¿Quieres participar en una guerra o salvar tu vida?
—Oye una guerra no estaría nada mal.
El Rey alzó la voz:
—¿Qué ha sido eso?
La Reina, a su lado, salió corriendo hacia el pasillo que conducía a las habitaciones y el Rey la llamó.
—¡Anastasia! ¿Adónde vas?
En ese momento todo sucedió tan rápido que los presentes ni siquiera tuvieron tiempo de pensar. Primero sucedió que, hacia donde se dirigía la Reina, a los pasillos de las habitaciones, apareció el Rey de Florentina, ante la estupefacción de todos. ¡El Rey de Florentina estaba en el castillo de Diamantino! Y lo que era más extraño aún, estaba con las piernas descubiertas, en calzoncillos y con sólo una camisa blanca holgada. El Rey Max, de Diamantino, lo miró sin entender nada. La Reina Anastasia estaba entre él, que se había detenido de pie, y el Rey y la multitud de la mesa.
—Es...esto... —farfulló la Reina, hacia el Rey Max —te lo puedo explicar.
Segundo sucedió, en ese mismo instante, que del portón, atravesando el salón de actos del castillo, llegaron los dos guardias que cuidaban el portón, corriendo como locos y con los nervios atenazados gritando:
—¡Rey! ¡Rey! ¡Florentina nos está invadiendo en este momento!
El Rey volteó a verles sin salir del asombro, sin saber qué hacer, sin asimilar todo lo que estaba ocurriendo.
Y tercero, desde el paseo de baldosas que había en el salón de actos, apareció una algarabía de rugidos, gritos, chillidos y maldiciones vomitadas en idiomas desconocidos. Eran los monstruos que venían desde el sótano, dispuestos a cobrar venganza con el reino de Diamantino por encerrarlos como bestias, en especial al mayordomo Raél, que los trataba de una forma tan miserable. Megan y Beatriz venían con ellos, pero muchos pasos más atrás, porque no se confiaban del todo que no les harían daño a ellas también.
Y entonces todo el mundo comenzó a gritar.
—¡Es nuestro fin!
—¡Vamos a morir todos!
—¡Dile a mamá que la quiero!
—¡El escritor está loco!
Los criados se pusieron a correr despavoridos cuando escucharon los disparos afuera y cuando vieron a los monstruos llegando al salón con sus atroces cuerpos. Las damas gritaron como flautas desafinadas, los caballeros se escondieron detrás de sus madres, los criados se estrellaron entre ellos buscando una habitación en la que refugiarse. ¡El castillo estaba rodeado!
Rosemary se tomó de la mano de Guss y ambos corrieron, pero en direcciones contrarias, de modo que se estiraron los brazos por la imprudencia.
—¿Hacia las habitaciones? —preguntó Rosemary.
—¡Hacia el portón mejor! —contestó Guss y aprisionó más la mano de Rosemary para correr escaleras abajo entre la gente enloquecida.
Los soldados que estaban en la mesa se levantaron de sus sillas, eran apenas unos 600 o más (porque algunos se habían marchado a sus casas sin querer celebrar la ceremonia), y tomaron sus armas para bajar las escaleras también, mezclando a Guss y a Rose entre ellos sin darse cuenta. Los dos criados eran los únicos que habían tomado esa dirección, porque el resto andaba despavorido escaleras arriba a encerrarse en las habitaciones. La escalera ancha del salón se había convertido en una guerra campal de personas atropellándose en su afán de escapar hacia algún lado.
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Cuentos de fantasía: El portal de niebla
Historia CortaMegan y Beatriz emprenden con su familia un viaje por medio de un valle deshabitado, pero en el camino son tragadas por una neblina extraña que las arrebata de sus padres, trasladándolas a años-luz del planeta, hacia un mundo en el que dos reinos pe...