Epílogo

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Reporte de 1990, escrito por Bruce Rodríguez.

La semana pasada se reportó la desaparición de dos niñas de 11 años, Megan Harris y Beatriz Finnegan, en la extensión de la llanura del Cristal Débil, en el distrito de Hierro Fuerte. Los padres de ambas menores se presentaron ante la comisaría a rendir testimonio y sus declaraciones fueron bastante desconcertantes. Según explicaron los familiares, ellos se hallaban en medio del valle porque tenían pensado atravesarlo a pie y llegar a la costa del distrito, cuando en medio de la madrugada una densa neblina los hizo desorientarse y perder el rastro de las dos pequeñas, que en pocos segundos desaparecieron como por arte de magia. Al día siguiente varios oficiales fueron al lugar a inspeccionar, durante el día y también durante la noche, pero no hallaron ningún indicio de secuestradores o de pozos (que en eso se pensó más tarde) por el que pudieron haber caído las dos pequeñas. Las pesquisas eran insuficientes para resolver el caso, las niñas parecen haber sido tragadas por la tierra. Los padres dicen que no desistirán en su búsqueda, aunque no estén bien de economía, ya que el viaje al que se habían arriesgado era precisamente a causa de la pobreza. Las autoridades han brindado su apoyo a la familia, pero siguen desconfiando de la veracidad de la versión de los padres. Hasta la fecha no se tiene noticia de las dos niñas.

Megan le pasó la hoja del periódico a Beatriz, que la leyó también. Después de hacerlo las dos niñas pensativas se sentaron en el sillón de aquel apartamento, a pensar y pensar y sin saber qué hacer.

Rosemary y Guss habían conseguido un par de billetes pidiendo limosna en una esquina y gracias a eso habían conseguido un apartamento barato para una semana.

La chica y el chico estaban sentados en el balcón del hogar, mirando hacia los demás edificios y analizando el mundo que los rodeaba. De pronto, Rosemary le habló a Guss.

—Oye, ¿de verdad te gusto?

Guss se rascó el cuello.

—Mm... Sí. ¿Para qué negarlo?

—Pero a ti nunca te ha gustado nadie —observó Rosemary.

—¿Quién dice eso? En todo caso tú serías la excepción.

—¿Porqué te gusto? —quiso saber Rosemary.

—Me gustas porque... —Guss se llevó la mano al pelo un segundo y miró pensativo el cielo—, no lo sé.

—¿Cómo no vas a saberlo? —cuestionó Rosemary, levantándose.

—De hecho, no, no lo sé. Te diría si supiera pero... no, no lo sé.

—¿Es en serio? —dijo Rosemary—, ¿soy bonita? —preguntó, algo tímida, no era común estar en esa situación, ella tampoco era mucho de amor y esas cosas.

—Sí lo eres —contestó Guss, sonriéndole con ternura —, pero es mucho más que eso, Rose...

—¿Mucho más? ¿Qué más puede ser?

Guss se levantó de la silla y la miró a los ojos un rato, pero no pudo mantenerle la mirada y desvió su cara hacia el cielo, otra vez.

—No lo sé —dijo—, ese es el dilema. Me gustas, por eso... Porque no sé por qué es que me gustas.

—¿Te han dicho que eres un trabalenguas andante?

—Me han dicho de todo —contestó Guss.

—A mí nunca me habían dicho que gustaban de mí, Guss, siempre me han tenido miedo, no lo sé. Mucho menos lo esperaba viniendo de ti, eres como un gran amigo, a pesar de que peleemos tanto.

—Lo sé —dijo Guss—, lo sé, Rose. Yo también estoy confundido.

Rosemary lo miró con preocupación, y con ternura al mismo tiempo. No podía ser que aquel individuo estuviera enamorado de ella. Aunque tampoco dijo enamorado, sólo dijo: "me gustas". Eso dijo, pero qué raro todo. Qué raro.

Más tarde volvieron a reunirse con las niñas.

—Tenemos una nueva responsabilidad con ustedes —dijo Rosemary—, las necesitamos y nos necesitan.

—Fueron 50 años —meditaba Megan—, mis padres deben tener más de 80 años. Si es que están vivos... Y yo aquí, en mis once, todavía.

—Los buscaremos —dijo Guss—, ya verán. Aunque estén viejos, siguen siendo sus padres.

Pero nunca los encontraron. Megan y Beatriz eran huérfanas ahora, sus padres habían fallecido jóvenes y Felipe seguro era un anciano que ni su nombre recordaba.

Fueron semanas difíciles, y era difícil pensar que junto a Guss y a Rose ahora todo estaría bien.

Claro que... no podían saberlo. ¿Guss y Rose serían sus nuevos padres? Apenas tenían 19 años.

Era todo tan extraño en sus vidas... Todo era tan raro en sus vidas... Tan misterioso... Tan descabellado como toda la historia.

Fin

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Cuentos de fantasía: El portal de nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora